domingo, 21 de septiembre de 2008

La homilía de Betania: DIOS NO ES UN EMPRESARIO

Por José María Maruri, SJ


1.- Esta parábola es contestación a la pregunta de Pedro, que aparece en versículos anteriores, que le pregunta a Jesús “que premio van a recibir los que como él lo han dejado todo para seguir al Señor”. Pedro, como nosotros, era un buen contable. Tal vez, llevaba la contabilidad del negocio de pesca conjunta con los hijos del Zebedeo. Él ya ha había anotado en su Haber que había dejado, familia, casa y oficio por el Señor, pero el Debe estaba en cero… ¿qué le debía el Señor? Sin darse cuenta estaba exigiendo un contrato de trabajo. Todavía no sabía lo que es ser hijo y se sentía asalariado.



2.- Lo que comete el dueño de la viña al pagar a todos por igual, no es una injusticia social, ya que un denario era el sueldo acostumbrado por una jornada. De lo que los sindicatos podrían acusarle es de agravio comparativo, pagando a todos por igual sin tener en cuenta el número de horas trabajadas.


Y en eso muestra Dios que no es un empresario, al que hubiera interesado pagar menos a los que han trabajado menos a los que tenía ajustados con contratos basura. Dios no nos quiere empleados. Él no es “El Empresario”. El es el Padre por excelencia y nos quiere hijos en la Casa Paterna y hermanos entre nosotros, y entre hermanos nadie duda que los mismo debe recibir en herencia el hermano mayor de 35 años, que el menor de 15, aunque nada haya hecho aún por la Casa Paterna.



3.- Los que dedican toda su vida a acumular virtudes y hacer obras buenas ganar más cielo están mercantilizando la virtud y eso no va con Dios. El que se dedique a hacer obras buenas, a hacer el bien, que lo haga por imitar a tan buen Padre que es bueno con todos y cariñoso con todas sus creaturas, que lo haga sintiéndose hijo de tan buen Padre, y no esperando recibir mayor herencia cuando el Padre muera.


Pare el Dios bueno todos somos hijos muy queridos y nos quiere no en un montón, sino uno a uno, y nos quiere hermanos que se alegren con que Dios vuelque todo su amor sobre el último hermano que regrese a la Casa.


Que no cobijemos en nuestro corazón un sentimiento de agravio al ver que un terrorista –como el buen ladrón, que sólo fue bueno unos escasos minutos de su vida—es recibido con los brazos abiertos por el buen Padre del Cielo, buen Padre él y para mí.


En resumen la enseñanza de esta parábola es que nuestro buen Padre Dios no quiere asalariados que trabajen por el premio, sino hijos merecedores todos por igual de una misma herencia eterna.

1 comentario:

Daniel Mora dijo...

Dios te bendiga por este Post.

A veces creemos ser merecedores de mas, por que pensamos que nos esforzamos mas que otros, como bien se anota, en una labor sindical estariamos hablando de que a mayor trabajo mayor salario, pero como bien señala el evangelio, hay que querer al projimo como a uno mismo.

Como nos cuesta sentirnos hijos de Dios, como nos cuesta aceptar, y ayudar a que otros se salven, el unico que merece salvarse soy yo, otros diran, yo que me voy a salvar, soy tan pecador, como Dios puede quererme, y San Ignacio nos dice, hay salvacion para los dos, pues es un Regalo de Dios, solo hay que aceptarlo.

Dios nos bendiga

Saludos desde Puerto Rico

De un contador de la Pontificia Universidad Javeriana (IHS) de Cali, Colombia