viernes, 31 de julio de 2015

En el día de San Ignacio, les comparto una conversación con Benito Baranda



Benito Baranda es todo un referente nacional y quisimos conversar con él sobre varios temas. Uno de ellos fue nuestro país, las tensiones y los signos de esperanza que él aprecia. Nos entrega, además su reflexión sobre la Iglesia Católica, el Papa Francisco, la pobreza en América Latina y nos habla también de sus hijos y de su pertenencia a la CVX (Comunidad de Vida Cristiana)

martes, 28 de julio de 2015

Mi lugar en el mundo


¿Cuál es mi sitio? ¿Qué tengo que hacer? ¿Hacia dónde encaminar los pasos? Preguntas de joven, y al tiempo de adulto, pues siempre terminamos volviendo a mirar más arriba y más adentro, con inquietud, con interés y con deseo, queriendo saber: «¿Qué pinto yo aquí?» ¿Cuál es mi forma, única, diferente, exclusiva, de construir, de amar, de acariciar de una forma que nadie más puede repetir?



Mi lugar en el mundo - Desajustes


«No hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero» (Rom 7, 19)


No siempre lo tiene uno todo claro. A veces solo sabes que tienes la sensación de que algo te falta. Otras veces, en cambio, parece que estás donde tienes que estar. A veces sientes que estás dando los pasos adecuados. Otras veces piensas, «¿cuándo me aclararé?». A veces ni piensas. Hay épocas en que sabes lo que quieres, y otras en que estás confuso. Hay épocas en que todo está integrado, y otras en que todo se desintegra. Hay mañanas de pasión y tardes de apatía. Y, casi, casi, dan ganas de rezar con una mezcla de humor y enfado, y decirte, Señor, que ya nos has hecho complicados…


¿Cuáles son mis «desajustes», tormentas, zozobras?



                                                        A tientas



Se retrocede con seguridad
pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre
se avanza a tientas / lentamente
por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias
se avanza a tientas/ vacilante
no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba.

Mario Benedetti


Mi lugar en el mundo - ¿Qué hacer?



«El Señor me contestó: No digas que eres un muchacho, que donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás…» (Jer 1, 7)


No sé si llamas de una manera muy estruendosa o si me invitas a ir descubriendo lo que quieres de mí poco a poco. Pero cuentas conmigo. Anhelas que haga algo, que mi vida sea evangelio. Me sobrecoge un poco pensar que mi vida es importante, y sin embargo lo es. Cada día. Ahora mismo. Y mañana. Tal vez seré palabra (tuya) para gente que necesita escucharla. Tal vez seré ternura para alguien herido. Tal vez seré cantor para apagar penas. O profeta para denunciar males. Tal vez aprenderé de ti el amor verdadero y lo viviré al forjar mil historias. ¿A qué me llamas?


¿A qué me siento llamado?

¿Dónde puedo intentar escuchar esa «voz» de Dios en mi vida?




Quiero llevar tu sello...

Quiero llevar tu sello,
estar marcada
como una cosa más entre tus cosas.
Que las gentes murmuren: allá pasa,
allá va feliz, la señalada,
la que lleva en el rostro
esa antigua señal de risa y lágrima,
la cabellera derramada y viva,
toda ella una antorcha y toda llama,
musgo de eternidad sobre sus hombros
resplandeciendo así, como una lámpara.
A mis pies, un rumor de muchedumbre
se irá abriendo en canal, como una calle.
No me importa que digan:
esa mujer que escapa como ráfaga,
que no ve fuera de su sangre, nada,
que ya no escucha fuera de sus voces,
que no despierta sino entre sus brazos,
que camina sonriendo;
esa mujer que va segando el aire,
la boca contra el viento,
le pertenece toda como un libro,
como el reloj, la pipa o el llavero.
Como cualquier objeto imprescindible
que es uno mismo a fuerza de ser nuestro.
Quiero que todos sepan que te quiero:
deja tu mano, amor, sobre mi mano.
Sobre mi corazón, deja tu sello.

Julia Prilutzky


pastoralsj

martes, 21 de julio de 2015

Le miré directo a los ojos: Papa Francisco pone amor en cada una de sus palabras


Testimonio de un encuentro inédito entre el Papa y algunos jóvenes en Paraguay que ha dejado una huella indeleble


La visita de un Papa jesuita al Paraguay no cabía en la cabeza de nadie hace apenas algunos años, además asociada a la vuelta de los jesuitas al país en 1927, después de 158 años de exilio y la historia de las reducciones jesuitas, representada en la película La Misión
 
Un regreso "humilde" el del Papa jesuita, pero "triunfal" para volver -declaradamente- por los más pobres y para dar alegría especialmente a los jóvenes.
 
Tras el regreso del Sucesor de Pedro de tierras paraguayas a Roma (13 de julio), “queda mucha emoción y entusiasmo entre los jóvenes… Se nota mucho cariño y deseos de vivir plenamente el mensaje evangélico”, dijo a Aleteia el padre Mariano García, de 72 años, director del Colegio Cristo Rey, quien recibió a Francisco el pasado 11 de julio en la sede del colegio de los jesuitas en Asunción.
 
“¡Viva el Papa, el Papa es jesuita!”, clamaron los jóvenes ignacianos a la llegada de Francisco a la institución jesuita que cumplió 75 años (14 de marzo) de labor educativa, y sede del evento organizado para la visita del Papa. El encuentro "Aty guasu de jóvenes ignacianos" congregó alrededor de 700 jóvenes de todo el país, de la Argentina y de Brasil.
 
Así, el Papa habló desde el corazón y sin hojas preparadas: “Esta tarde le decía a un joven: "¡qué triste ver a un joven jubilado!", por favor no se jubilen antes de tiempo. Trabajen, trabajen, trabajen…”, exhortó Francisco.
 
De hecho, muchos de los jóvenes que le escucharon, asimismo fueron parte del grupo de los voluntarios que trabajaron en medio del barro en la logística de la misa campal de Ñú Guazú.
 
Si su idea es noble, juéguense la vida…y si se la queman quémenla por algo que vale la pena. No sean jóvenes que viven del bienestar de la vida….apuesten a cosas de Dios, se lo pido por favor”, dijo Francisco antes de darles su bendición.
 
Un diálogo de tú a tú con los jóvenes 

“Yo creo que son gestos muy importantes para conectar con la gente, como él mismo dijo en un momento determinado, los discursos a veces son aburridos… el Papa ha tomado los testimonios de los jóvenes y ha respondido con una reflexión sencilla”, dijo el padre García, director del Colegio Cristo Rey.
Un encuentro que no estaba en el programa oficial y que fue documentado poco por los medios de comunicación internacional, pero que marcó los corazones de los chicos. 

“Este fue un encuentro que no estaba en el protocolo y por ese lado ya fue una sorpresa para mí”, declaró a Aleteia Nicolás Miguel Amado Pereira Leguizamón,  de 17 años, estudiante del colegio Cristo Rey.
 
El Papa, saliéndose del programa oficial, se ganó a los jóvenes que no aman las formalidades. “Tuve la oportunidad de estar cerca de él (Papa Francisco) y mirarle directo a los ojos mientras daba su discurso a los jóvenes y a pesar del cansancio […] uno puede notar el compromiso y el amor que pone en cada una de sus palabras”, recalcó Nicolás.
 
“Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse en ella” es la frase del Papa dicha en la JMJ que Nicolás más recuerda. “Esta frase me llegó […]; en mi país se dan tantas situaciones de injusticia y normalmente nadie hace nada, “balconean” la vida”, dijo Nicolás, que además remarcó su trabajo en actividades sociales en su barrio.
 
Los chicos aman la acción que proclama el Evangelio

“La espiritualidad ignaciana, la misma del Papa Francisco, nos enseña que el amor se mide más en OBRAS que en PALABRAS y esto es algo que veo muy reflejado en el Santo Padre”, agregó.
 
El encuentro entre el Papa y los jóvenes ha sido un “regocijo del alma”, dijo Ileana E. Ferreira Sanabria, de 18 años, quien se define como alumna ignaciana y miembro del movimiento estudiantil “Líderes Todo Terreno”.
 
Me suscitó pensamientos de compromiso, no sólo con la Iglesia, sino, con hacer un mundo mejor, no "balconear la vida"... Me invita a sentirme realmente viva, a disfrutar o a sufrir, y a que mis ideales siempre sean los correctos. Me da esperanza con respecto a la Iglesia católica”, subrayó Ferreira Sanabria.
 
La primera piedra del  colegio que visitó Francisco fue colocada por los jesuitas con la inauguración solemne de una capilla el 27 de Octubre de 1928, víspera de Cristo Rey, de ahí el nombre de la institución educativa.
 
Ary Waldir Ramos Diaz
ALETEIA

¿Qué pueden aprender los empresarios del papa Francisco?

Chris Lowney, un ex seminarista jesuita y ex ejecutivo de JP Morgan en Wall Street, da tres tres puntos claves


Chris Lowney es un ex seminarista jesuita y un ex alto ejecutivo de JP Morgan en Wall Street. Hace dos años publicó el libro El liderazgo al estilo de los jesuitas, por lo que, al asumir el papa Francisco (proveniente de esa orden) le encargaron escribir sobre el pontífice. El resultado fue el libro Papa Francisco: lecciones de liderazgo, que se constituyó en el eje de una conferencia de Lowney brindó el martes en la sede de Isede, en Montevideo.

Lowney señaló tres puntos claves que los empresarios y ejecutivos pueden aprender del estilo de liderazgo del papa Francisco:


No servirse a uno mismo y ser ejemplo

"El auténtico poder es servicio. Es una profunda idea cristiana pero también de negocio", apuntó Lowney, al recordar que muchos de los allegados a Bergoglio que entrevistó para su libro le recordaron el hecho que Bergoglio era el primero en ir a la lavandería a lavar su propia ropa. "La esencia del liderazgo no es tu rango, sino lo que hacés ", explicó Lowney. Apuntó que el equipo debe ver que, cuando las cosas están mal, el primero que se sacrifica es el líder. 

Ensuciarse los zapatos: estar en contacto

Según Lowney, los empresarios pueden aprender del papa a estar realmente en contacto con la realidad. Contó la anécdota de cuando a Jorge Bergoglio se le encomendó la creación de una parroquia, y le indicó a quienes trabajaban con él que fueran a recorrer el barrio y hablaran con la gente. Bergoglio sabía quienes habían hecho bien su trabajo mirando el estado de sus zapatos: debían estar sucios de polvo.

Tener un hábito de reflexión

Lowney aconseja tomar dos pausas mentales de cinco minutos por día, para: recordarse a uno mismo porque se está agradecido, elevar el horizonte (en el sentido de ver más allá de lo rutinario y de lo urgente) y pensar qué es lo que se quiere en la vida, junto a repasar cómo viene siendo el día. "Por un momento hay que dejar de flotar en el río de los estímulos externos de emails y distracciones para reenfocarnos", apuntó. 

El Observador

lunes, 20 de julio de 2015

La pastoral del abrazo del Papa Francisco por Victor Codina sj


Forma parte de la dimensión encarnatoria de la salvación y de la gracia


"Abrazos tiernos y fuertes a la vez, sin palabras, como los de Jesús a los niños de Palestina"


(Víctor Codina sj, Bolivia).- Por pastoral se entiende el cuidado de los fieles cristianos por parte de sus pastores para encaminarlos a la plena salvación del Reino de Dios; por esto podemos hablar de diversos métodos pastorales. En primer lugar hay que señalar la importancia de la palabra, oral o escrita, para anunciar el evangelio del Señor.
Pero junto a la palabra hay que añadir las imágenes y los signos sacramentales que hablan a nuestros sentidos. Y no podemos olvidar la música y los modernos medios de comunicación con todas las variedades informáticas recientes.
Sin embargo el Papa Francisco ha añadido a estos métodos pastorales un camino pastoral nuevo: la pastoral de los gestos significativos y en concreto la pastoral del abrazo.
Desde comienzos de su pontificado Francisco ha realizado gestos muy significativos (no residir en los Palacios apostólicos vaticanos, vestir y viajar sencillamente, ir a Lampedusa...), pero sobre todo ha ido abrazando a niños y enfermos, a ancianos y a mendigos, a gente con diferentes capacidades físicas, a emigrantes africanos y asiáticos...
Y en su reciente viaje a América Latina ha abrazado, además, a hombres y mujeres privados de libertad y a todos los que se le han acercado para manifestarle su testimonio y sus peticiones. Son abrazos tiernos y fuertes a la vez, sin palabras, como los abrazos de Jesús a los niños de Palestina, o como el abrazo de padre de la parábola a su hijo que llegaba a casa destrozado y dolorido.
La Iglesia quiere manifestarse de este modo, como una madre cariñosa no como una institutriz regañona que con su dedo alzado amenaza a todos los que se han desviado del buen camino...Como dijo Juan XXIII en la inauguración del Concilio Vaticano II, en nuestro tiempo la Iglesia prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad.
No hay que ser especialmente culto o profesional para descubrir que el abrazo expresa cercanía, afecto, cariño, solidaridad, empatía, amor. El abrazo es sin duda algo común en la familia y en la sociedad, pero cuando se realiza en el ámbito religioso expresa con gestos concretos el amor y benevolencia de Dios Padre a sus hijos e hijas, sea cual sea su situación física, cultural, social o moral. Es un abrazo que anticipa el abrazo eterno del Padre a sus criaturas al final de los tiempos.
Por esto Francisco no se limita a hablar de los pobres o a optar por ellos, sino que se acerca a los pobres y los abraza. No es simplemente un abrazo pastoral sino algo más profundo, la pastoral del abrazo. Es un abrazo que tiene un profundo sentido profético de denuncia de un sistema que descarta y excluye. Por esto Francisco abraza sobre todo a los que no tienen quien les abrace, a los solos, a los marginados, a los descartados, a los heridos del camino. Y a estos les manifiesta la ternura y el cariño de Dios.
Seguramente la pastoral de abrazo necesita complementarse con otras mediaciones pastorales, pero es con seguridad el camino pastoral más impactante, en muchos casos el más necesario y el único posible cuando las palabras y los gestos son incapaces de expresar algo muy profundo. Los sectores populares son quienes mejor captan este tipo de pastoral. En cambio, el hermano mayor de la parábola no comprendió por qué su padre abrazaba al hijo descarriado.
El abrazo pastoral forma parte de la dimensión encarnatoria de la salvación y de la gracia. Dios no accede a nosotros a través de una especie de fluidos etéreos e invisibles, sino a través de mediaciones sensibles, físicas, corporales, sacramentales. El abrazo pastoral es como un sacramento que expresa la dignidad de cada persona y el amor misericordioso del Padre, que se nos ha revelado en Jesús y que el Espíritu actualiza en la historia.
Y por esto no basta el abrazo litúrgico de la paz en la eucaristía, hay que salir a la calle y abrazar al pobre, al enfermo, a la mujer abandonada, al anciano desamparado, al privado de libertad. Como afirma el Papa Francisco, en el abrazo al pobre estamos abrazando la carne de Cristo.
Francisco, en su reciente viaje por América Latina, ha intensificado sus abrazos y a través de esta pastoral del abrazo nos ha acercado la presencia y la ternura de Dios. Con sus abrazos nos ha manifestado y expresado el abrazo de Dios a su pueblo Y nos ha abierto un camino pastoral para que nosotros hagamos lo mismo: la pastoral del abrazo. ¿Seremos capaces de seguirla?
RD

martes, 14 de julio de 2015

Alabada seas, ecología guaraní por Bartomeu Melia sj


Laudato si’, 'tekoha guarani'


"El lenguaje popular dice tantas verdades que se prefiere no atenderlas"


(Bartomeu Melià, s.j.).-La ecología, dice la reciente encíclica del Papa Francisco, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular.
Es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales (L.S 146). Ahora bienuna de las naciones originarias del Paraguay es precisamente la guaraní, que tomaremos como interlocutora. Esta elección no excluye a las otras naciones indígenas del Paraguay, que también son modelos de estilos de vida comparables.
Interlocutores
Alguien podrá argumentar que la nación guaraní constituye una ínfima minoría en el Paraguay, con 55.845 personas en la región Oriental y 6.057 en el Chaco, según el Censo Nacional de Pueblos Indígenas de 2012.
Pero en realidad, no son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios, dirá la encíclica del Papa Francisco, Laudato Si'. (LS:146).
Esas comunidades indígenas que de hecho forman naciones, son interlocutores válidos tanto o más importantes incluso que otras minorías que están en el Paraguay -no sé si son del Paraguay, como son los funcionarios y asesores del Estado, empresarios, ganaderos, sojeros, banqueros, diputados y senadores y jueces, militares y educadores, para nombrar sólo algunos de los que se han apropiado por cuenta propia la representación exclusiva del país.
Los Guaranís, como conjunto, son interlocutores privilegiados que necesitamos, porqueconservan saberes que la sociedad paraguaya ha perdido y se rigen por un estilo del cual se puede aprender mucho. Necesitamos hablar con ellos.
Edgar Faure, en un informe para al UNESCO, titulado Aprender a ser, acerca de la educación, ya advertía que "las civilizaciones amerindias, las culturas africanas, las filosofías del Asia y muchas otras tradiciones ocultan valores en los que se podrían inspirar no sólo los sistemas de educación de los países, herederos de ellos sino tambiénel pensamiento educativo universal".
Desde el inicio de la colonia hay pocos indicios de un sincero diálogo entre conquistadores y colonos europeos con los Guaranís, sino más bien un ‘cállate' continuo de los recién llegados frente a los primeros pobladores, a pesar de que la colonia sólo pudo subsistir gracias a la ayuda y al trabajo indígena. Las uniones con las mujeres nativas y la participación de los ‘cuñados' guaraníes al servicio de los karai cada vez más forzada no llevaron al diálogo sino a la sumisión. Los Guaraníes fueron encomendados para servir a sus nuevos amos en un régimen que si no era de plena esclavitud, era sí de "disimulado cautiverio".
Conflictos y rebeliones no se hicieron esperar. Si los consultaron alguna vez como baqueanos para entrar y hacer nuevas invasiones. Hubo un corto periodo en la historia, sin embargo, en el que se consultó a los Guaraníes, al menos en algunas cuestiones. Fueen las misiones jesuíticas, una "colonia sin colonos".
Consta que los misioneros consultaban a los indios para la elección del lugar donde se fundaría el nuevo pueblo o Reducción. Y los escuchaban, especialmente para aprender su lengua, a través de la cual les llegó la cultura tradicional. Después de esa experiencia bastante efímera de 150 años, de 1610 a 1768, no se escuchó más la voz de los Guaranís, a pesar de que se hablara una nueva lengua, el guaraní paraguayo, que vehiculaba en sus pliegues muchos aspectos de la cultura guaraní.
El lenguaje popular, su heredero, dice todavía verdades tan auténticas que se prefiere no atenderlas. Gran parte del diálogo con el pueblo se hizo en guaraní, pero éste también se está olvidando. El Paraguay se está volviendo di-lingüe, sin que avance el bilingüismo.
El tekoha guaraní
Un primer diálogo con los Guaraní puede ser sobre el medio ambiente. Una de las crisis centrales del Paraguay actual no es solo la degradación galopante de sus espacios físicos, en cuanto problema de territorio, y muy grave por cierto, sino sobre todo la destrucción de la ecología ambiental, moral, política e incluso religiosa.
El diálogo acerca de la tierra es un tema imprescindible, ya que la concepción indígena y la ideología paraguaya son contrarias y se distancian cada día más. Para ellos -podemos decir de los Guaraníes- la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores (L.S. 146).
Hay una palabra que había caído en desuso, pero sigue siendo un eje de la vida guaraní: el tekoha. La partícula -ha, es un afijo instrumental que determina varios sentidos, siendo uno de ellos ‘lugar'. Es el lugar del teko, del modo de ser guaraní, de tal manera que tekoha es el lugar donde se vive al estilo guaraní, donde se mantiene la tradición, donde se plantan y cosechan los productos que aseguran una soberanía alimentaria, donde se practican los ritos de la religión y se relatan los mitos.
La tierra es don gratuito de Ñande Ru Ete, Padre de verdad y Padre de todos; esa tierra es el descanso de los muertos y donde se proyecta el porvenir; es el pasado, el presente y el futuro. Es en fin de cuentas un espacio sagrado donde no dejamos de tener los pies en el suelo. El tekoha es para el guaraní el lugar de la comunidad: ñande rekoha, que incluye a todos sus habitantes, sin excluir a nadie.
Este espacio no es una tierra, yvy, aunque también lo es. Es un lugar de cultura, de relaciones humanas y comunitarias, y si se me permite un barbarismo para exaltar algo tan humano, el tekoha no es un terri-torio, sino un cultura-torio. La tierra puede ser medida, la cultura, sin embargo, no se encierra en cantidades; es sentida; ahí está la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría, entre el arakuaa y el arandu.
Se conoce lo que ocurre en el tiempo, pero se sienten los tiempos reflejados en su rostro, en su olor, en su vista y en su gusto. Ese tekoha que es más que tierra, es la madre que no se puede cortar y ni vender a pedazos; es un crimen carnear a su propia madre, dicen los Paĩ Tavyterã, una de las etnias guaranís.
Cuando los Guaranís permanecieron en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidaron (L.S.: 146). Y por esto esos tekoha guaranís se hicieron tan apetecibles, como tierra y monte virgen -yvy ha ka'aguy marane'ỹ, que no han sido manoseados irresponsablemente ni dejados en puro desierto pelado, despreciable. Esos territorios cuidados por ellos, nunca vendidos, fueron hasta bien entrado el siglo XX, una reserva de bienes incalculable, que los intrusos de los últimos tiempos han codiciado y usurpado sin razón, sin ley y sin permiso, y han explotado hasta acabarlos.
Nadie puede explicar con qué derecho ese territorio, ese culturatorio, pudo pasar a manos ajenas y ser pisado hasta no dejar un resto de selva. Pero el mal ya está hecho. Y es irrecuperable sin el esfuerzo de todos, que son también los que manejan los territorios vecinos.
La degradación de la naturaleza
Hasta que llegaron los otros -yvypo ambue esas nuevas figuras de hombre, que los Guaraníes consideraron tan humanos como ellos, pero se comportaron como tigres feroces a poco de haber comido todo lo que encontraban a su alrededor y no haber plantado nada.
La secuencia fue un país pobre, del cual muchos huían. Es un eufemismo decir que Asunción fue madre de ciudades. Fue madastra que expulsó a sus hijos e hijas. En diversas partes del mundo, los indígenas son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la cultura (LS 146).
Son resultado de la degradación muchos de los Guaraníes que ahora conocemos, y más precisamente los que han sido copados por la ‘civilización'. El ciclo está en marcha. Se avecinan tiempos en los que por razones de minería esos mismos territorios serán heridos en su piel y en sus entrañas más profundas, para extraer de ellos con medios agresivos y peligrosos para la salud de alma y cuerpo, productos que nadie produjo, pues son dados por la naturaleza, para que sirvan al capricho consumista de unos pocos que viven de la muerte de los otros.
El Acuífero Guaraní está en peligro. A ello se une que la legislación es discriminatoria. A las tierras reconocidas ya como indígenas se les niega los eventuales beneficios del subsuelo.
Otro estilo de vida
Ha habido colonos, especialmente los más recientes, que trajeron el descuido, la destrucción y la degradación de la naturaleza en grado tal que con el tiempo se ha expandido hasta los últimos rincones del suelo patrio, algunos de ellos apenas descubiertos en la segunda mitad del siglo XX.
En realidad la conquista de gran parte del Paraguay es un fenómeno de última generación y no se ha completado gracias a Dios. Los Guaranís conocieron ya el trueno de la destrucción y huyeron. En su camino de ida todavía hicieron rozas y chacras. Pero el trueno de la destrucción los seguía, la tierra se desmoronaba y ellos huían más lejos, y la tierra se desmoronaba cada vez más rápidamente. Y dejaron de hacer chacras, era inútil, llegó el diluvio y fue el fin de la primera tierra.
¿Es todo eso mitología? Ciertamente, y ¿qué? Pero más lógica y razonable que la ideología de la propiedad y del consumismo, que se ha globalizado como malos aires que circulan por doquier sin conocer fronteras y que nadie puede controlar, ni si siquiera los Estados más poderosos.
Lo que está en juego no es sólo el medio ambiente, sino el sentido de la existencia y de la convivencia. Muchas formas altamente concentradas de explotación y degradación del medio ambiente no sólo pueden acabar con los recursos de subsistencia locales, sino también con capacidades sociales que han permitido un modo de vida que durante mucho tiempo ha otorgado identidad cultural y un sentido de la existencia y de la convivencia. (L.S.: 145).
En el Paraguay esta realidad está cuantificada: el 2% de los establecimientos agrícolas posee el 89% de las tierras destinadas para tal fin. Esto quiere decir que el 2% produce para la exportación hacia el exterior, produciendo pobreza hacia el interior.
Consecuencia es la degradación del ambiente y la casi total destrucción de los recursos de subsistencia locales. El Paraguay está en vías de perder su soberanía alimentaria ydepende de productos del exterior aun en los rubros más típicos y tradicionales como la mandioca, el maíz, las hortalizas, hasta las típicas naranjas, y tiene que recurrir a la importación de esos recursos. Su capacidad de producción diferenciada en términos generales ha disminuido notablemente, por no decir casi del todo.
Estos hechos se han traducido en el éxodo de la población rural hacia las periferias de las ciudades, donde la identidad cultural, el sentido de la vida y las relaciones familiares y vecinales han sido sacudidos de mala manera. Es el nuevo rumbo. Lo que ocurre con los Guaranís ha sido todavía más dramático. Por una parte las comunidades mantienen el grado de identidad más elevado y firme en el país, la mayoría perseveran su modo de ser y persisten en él. Por otra parte es interés primordial del Estado la desaparición de esas culturas.
Lo más grave es que a través de pseudoprogramas educativos se ataca las raíces de su identidad: sus lenguas desaparecen -así como el mismo guaraní paraguayo, su religión auténtica y tradicional es poco practicada por las generaciones más jóvenes, sus conocimientos tradicionales de fauna y flora se pierden, sustituidos por abundantes materias escolares inservibles; los docentes indígenas, que ya han pasado por el sistema escolar paraguayo, se encuentran confusos.
Ni siquiera los nombre auténticos de las personas son aceptados en los registros civiles, aunque hay que decir que los Guaraníes -y hay que darles en esto la razón- los ocultan. La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal. La imposición de un estilo hegemónico de vida ligado a un modo de producción puede ser tan dañina como la alteración de los ecosistemas (LS.:145).
La colonización real y la dependencia que empobrece se nutrieron y se nutren de la imposición de un monoteísmo único, del monopolio financiero y de la monarquía o exclusivo modelo de Estado; estos son los tres ‘monos' que harían reír si no fueran tan fieros, agresivos y homicidas. Los Guaranís viven su monoteísmo con mayor pureza y sinceridad que la mayoría de los cristianos, que adoran a varios dioses a la vez.
Ellos adoran y creen en un solo Padre que no tiene hijos pobres y ricos, separados y enemigos a matar; su economía de jopói, de manos abiertas uno para otro, asegura la distribución equitativa según las necesidades; no hay monarcas ni caciques, sino una asamblea democrática y respetuosa, no sujeta a obediencias partidarias ni a silencios impuestos.
Pero, ¿dónde se ha visto esto?, preguntará alguno. Viva usted en una comunidad guaraní durante un tiempo suficiente y lo escuchará, lo vivirá y lo sentirá. Es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales (L.S.: 146), dice el Papa Francisco. Es bueno y necesario hablar con los Guaranís, escucharlos y dejar de lado las prisas por querer enseñarles.
RD

Histórico discurso del Papa en Bolivia. Ver video completo


Un texto para enmarcar


Refundación de la Doctrina Social de la Iglesia


Un extenso y rico discurso dejó el papa Francisco en el encuentro con los movimientos populares reunidos en la ciudad boliviana de Santa Cruz. Un histórico texto. Para enmarcar, leer en profundidad y asumir.
Hermanos, hermanas. Buenas tardes a todos.
Hace algunos meses nos reunimos en Roma y tengo presente ese primer encuentro nuestro. Durante este tiempo los he llevado en mi corazón y en mis oraciones. Me alegra verlos de nuevo aquí, debatiendo los mejores caminos para superar las graves situaciones de injusticia que sufren los excluidos en todo el mundo. Gracias Señor Presidente Evo Morales por acompañar tan decididamente este Encuentro.
Aquella vez en Roma sentí algo muy lindo: fraternidad, garra, entrega, sed de justicia. Hoy, en Santa Cruz de la Sierra, vuelvo a sentir lo mismo. Gracias por eso. También he sabido por medio del Pontificio Consejo Justicia y Paz que preside el Cardenal Turkson, que son muchos en la Iglesia los que se sienten más cercanos a los movimientos populares. ¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos Ustedes, que se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares. Los invito a todos, Obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro.
Dios permite que hoy nos veamos otra vez. La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de Ustedes: “Las famosas tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.
Primero de todo.
1. Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero aclarar, para que no haya malos entendidos, que hablo de los problemas comunes de todos los latinoamericanos y, en general también de toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta aclaración, propongo que nos hagamos estas preguntas:
- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?
- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?
Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.
Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me han relatado las múltiples exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de esas exclusiones, ¿podemos reconocerlo? Porque no se trata de cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza?
Si esto así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.
Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia.
Quisiera hoy reflexionar con Ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Saben que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta vez, quiero hablar de un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir– redentor. Porque lo necesitamos.
Sé que Ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los distintos encuentros, en los distintos viajes he comprobado que existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los Pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza.
El tiempo, hermanos, hermanas, el tiempo parece que se estuviera agotando; no alcanzó el pelearnos entre nosotros, sino que hasta nos ensañamos con nuestra casa. Hoy la comunidad científica acepta lo que hace, ya desde hace mucho tiempo denuncian los humildes: se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema.
Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de Cesarea llamaba «el estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.
No quiero extenderme describiendo los efectos malignos de esta sutil dictadura: ustedes los conocen. Tampoco basta con señalar las causas estructurales del drama social y ambiental contemporáneo. Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo. Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño círculo de la familia y los afectos.
¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para sus problemas?
Pueden hacer mucho. Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De acuerdo? (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!
2. Ustedes son sembradores de cambio. Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: «proceso de cambio». El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Dolorosamente sabemos que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir.
Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, los procesos, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. La opción es por generar proceso y no por ocupar espacios. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por «vivir bien». Dignamente, en ese sentido.
Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se revela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos «rostros y esos nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos… Todos nos conmovemos, porque «hemos visto y oído», no la fría estadística sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne. Eso es muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos. Esa emoción hecha acción comunitaria no se comprende únicamente con la razón: tiene un plus de sentido que sólo los pueblos entienden y que da su mística particular a los verdaderos movimientos populares.
Ustedes viven cada día, empapados, en el nudo de la tormenta humana. Me han hablado de sus causas, me han hecho parte de sus luchas ya desde Buenos Aires y yo se los agradezco. Ustedes, queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo cercano, en la realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponiendo una resistencia activa al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata.
Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a «las tres T»: tierra, techo y trabajo.
Ese arraigo al barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias porque las hay, las tenemos y sus heroísmos cotidianos, es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro genuino entre personas, necesitamos instaurar esta cultura del encuentro porque ni los conceptos ni las ideas se aman; se aman las personas.
La entrega, la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades… rostros y nombres que llenan el corazón. De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que lucha por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.
Veo con alegría que ustedes trabajan en lo cercano, cuidando los brotes; pero, a la vez, con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda. Trabajan en una perspectiva que no sólo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes representa y a la que felizmente está arraigado, sino que también buscan resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión.
Los felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente. Ustedes son sembradores del cambio. Que Dios les dé coraje, alegría, perseverancia y pasión para seguir sembrando. Tengan la certeza que tarde o temprano vamos de ver los frutos.
A los dirigentes les pido: sean creativos y nunca pierdan el arraigo a lo cercano, porque el padre de la mentira sabe usurpar palabras nobles, promover modas intelectuales y adoptar poses ideológicas, pero si ustedes construyen sobre bases sólidas, sobre las necesidades reales y la experiencia viva de sus hermanos, de los campesinos e indígenas, de los trabajadores excluidos y las familias marginadas, seguramente no se van a equivocar.
La Iglesia no puede ni debe ser ajena a este proceso en el anuncio del Evangelio. Muchos sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo a los excluidos en todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de la salud, el deporte y la educación. Estoy convencido que la colaboración respetuosa con los movimientos populares puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.
Y tengamos siempre presente en el corazón a la Virgen María, una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura. María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Yo rezo a la virgen tan venerada por el pueblo boliviano para que permita que este Encuentro nuestro sea fermento de cambio. El cura habla largo parece ¿no? Nooo (responden todos).
3. Por último quisiera que pensemos juntos algunas tareas importantes para este momento histórico, porque queremos un cambio positivo para el bien de todos nuestros hermanos y hermanas, eso lo sabemos. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales, eso también lo sabemos. Pero no es tan fácil definir el contenido del cambio, podría decirse, el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y justicia que esperamos, no es fácil de definir.
En ese sentido, no esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón.
Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares:
3.1. La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.
La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un “decoroso sustento”. Ni siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a «las tres T» por las que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria, podría decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad «prosperidad sin exceptuar bien alguno» (1) Esta última frase la dijo el Papa Juan XXIII hace 50 años. Jesús dice en el evangelio que aquel que le dé espontáneamente un vaso de agua cuando tiene sed será acogido en el reino de los cielos. Esto implica «las tres T» pero también acceso a la educación, la salud, la innovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación.
Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: «vivir bien». Que no es lo mismo que ver pasar la vida.
Esta economía no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de «todos los hombres y de todo el hombre». (2)
El problema, en cambio, es otro. Existe un sistema con otros objetivos. Un sistema que además de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, además de implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra en aras de la «productividad», sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales. Ese sistema atenta contra el proyecto de Jesús. Contra la Buena Noticia que trajo Jesús.
La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece.
El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por sí sola. Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras, coyunturales. Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario.
Y en este camino, los movimientos populares tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando. Ustedes son poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial.
He conocido de cerca distintas experiencias donde los trabajadores unidos en cooperativas y otras formas de organización comunitaria lograron crear trabajo donde sólo había sobras de la economía idolátrica y vi que algunos están aquí. Las empresas recuperadas, las ferias francas y las cooperativas de cartoneros son ejemplos de esa economía popular que surge de la exclusión y, de a poquito, con esfuerzo y paciencia, adopta formas solidarias que la dignifican. ¡Y qué distinto es eso a que los descartados por el mercado formal sean explotados como esclavos!
Los gobiernos que asumen como propia la tarea de poner la economía al servicio de los pueblos deben promover el fortalecimiento, mejoramiento, coordinación y expansión de estas formas de economía popular y producción comunitaria.
Esto implica mejorar los procesos de trabajo, proveer infraestructura adecuada y garantizar plenos derechos a los trabajadores de este sector alternativo. Cuando Estado y organizaciones sociales asumen juntos la misión de «las tres T» se activan los principios de solidaridad y subsidiariedad que permiten edificar el bien común en una democracia plena y participativa.
3.2. La segunda tarea, eran 3, es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.
Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados.
Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque «la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos particularmente el derecho a la independencia» (3)
Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde entonces llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena.
En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la Región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la «Patria Grande». Les pido a ustedes, hermanos y hermanas de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esa unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia.
A pesar de estos avances, todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la «Patria Grande» y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta diversa fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres.
Los obispos latinoamericanos lo denunciamos con total claridad en el documento de Aparecida cuando afirman que «las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo, debilitando a los Estados, que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones». Hasta aquí la cita. (4) En otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo –graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada– vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas.
Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico. Como dicen los Obispos de África, muchas veces se pretende convertir a los países pobres en «piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco». (5)
Hay que reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional. Todo acto de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en todo en términos económicos, ecológicos, sociales y culturales. Hasta el crimen y la violencia se han globalizado. Por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común.
Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia, es decir, nuestra sana interdependencia. Pero interacción no es sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros. El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Y eso hermanos es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.
Digamos NO entonces a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que trabajan por la paz.
Y aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que «cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia». Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM El Consejo Episcopal Latinoamericano y también quiero decirlo. Al igual que San Juan Pablo II pido que la Iglesia y cito lo que dijo Él «se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos» (6). Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue San Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América.
Y junto a este pedido de perdón y para ser justos también quiero que recordemos a millares de sacerdotes, obispos que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la cruz. Hubo pecado y abundante, pero no pedimos perdón y por eso pido perdón, pero allí también donde hubo abundante pecado, sobreabundó la gracia a través de esos hombres de esos pueblos originarios. También les pido a todos, creyentes y no creyentes, que se acuerden de tantos Obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz; No me quiero olvidar de las monjitas que anónimamente van a los barrios pobres llevando un mensaje de paz y dignidad, que en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio.
La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en Latinoamérica. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del ídolo dinero. Hoy vemos con espanto cómo en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que estamos viviendo, hay una especie de -fuerzo la palabra- genocidio en marcha que debe cesar.
A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme transmitirle mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y culturas, eso que yo llamo poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan su identidad construyendo juntas la pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad. Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece y nos fortalece a todos.
3. 3. Y la tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la Madre Tierra.
La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación.
Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir –pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra. Sobre éste tema me he expresado debidamente en la Carta Encíclica Laudato si’ que creo que les será dada al finalizar. Tengo dos páginas y media en esta cita, pero (como resumen basta (verificar y falta)
4. Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Y cada uno Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez.
Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, y una cosa importante la esperanza que no defrauda, gracias.
Y, por favor, les pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no puede rezar, con todo respeto, les pido que me piense bien y me mande buena onda.
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(1) Juan XXIII, Carta enc. Mater et Magistra (15 mayo 1961), 3: AAS 53 (1961), 402.
(2) Pablo VI, Carta enc. Popolorum progressio, n. 14.
(3) Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 157.
(4) V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (2007), Documento Conclusivo, Aparecida, 66
(5) Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Africa (14 septiembre 1995), 52: AAS 88 (1996), 32-33; Id., Cart enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 22: AAS 80 (1988), 539.
(6) Juan Pablo II, Bula Incarnationis mysterium, 11.

RD

Pope Francis in Bolivia-Participation at the II World Encounter of Popular Movements