martes, 14 de julio de 2015

Alabada seas, ecología guaraní por Bartomeu Melia sj


Laudato si’, 'tekoha guarani'


"El lenguaje popular dice tantas verdades que se prefiere no atenderlas"


(Bartomeu Melià, s.j.).-La ecología, dice la reciente encíclica del Papa Francisco, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular.
Es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales (L.S 146). Ahora bienuna de las naciones originarias del Paraguay es precisamente la guaraní, que tomaremos como interlocutora. Esta elección no excluye a las otras naciones indígenas del Paraguay, que también son modelos de estilos de vida comparables.
Interlocutores
Alguien podrá argumentar que la nación guaraní constituye una ínfima minoría en el Paraguay, con 55.845 personas en la región Oriental y 6.057 en el Chaco, según el Censo Nacional de Pueblos Indígenas de 2012.
Pero en realidad, no son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios, dirá la encíclica del Papa Francisco, Laudato Si'. (LS:146).
Esas comunidades indígenas que de hecho forman naciones, son interlocutores válidos tanto o más importantes incluso que otras minorías que están en el Paraguay -no sé si son del Paraguay, como son los funcionarios y asesores del Estado, empresarios, ganaderos, sojeros, banqueros, diputados y senadores y jueces, militares y educadores, para nombrar sólo algunos de los que se han apropiado por cuenta propia la representación exclusiva del país.
Los Guaranís, como conjunto, son interlocutores privilegiados que necesitamos, porqueconservan saberes que la sociedad paraguaya ha perdido y se rigen por un estilo del cual se puede aprender mucho. Necesitamos hablar con ellos.
Edgar Faure, en un informe para al UNESCO, titulado Aprender a ser, acerca de la educación, ya advertía que "las civilizaciones amerindias, las culturas africanas, las filosofías del Asia y muchas otras tradiciones ocultan valores en los que se podrían inspirar no sólo los sistemas de educación de los países, herederos de ellos sino tambiénel pensamiento educativo universal".
Desde el inicio de la colonia hay pocos indicios de un sincero diálogo entre conquistadores y colonos europeos con los Guaranís, sino más bien un ‘cállate' continuo de los recién llegados frente a los primeros pobladores, a pesar de que la colonia sólo pudo subsistir gracias a la ayuda y al trabajo indígena. Las uniones con las mujeres nativas y la participación de los ‘cuñados' guaraníes al servicio de los karai cada vez más forzada no llevaron al diálogo sino a la sumisión. Los Guaraníes fueron encomendados para servir a sus nuevos amos en un régimen que si no era de plena esclavitud, era sí de "disimulado cautiverio".
Conflictos y rebeliones no se hicieron esperar. Si los consultaron alguna vez como baqueanos para entrar y hacer nuevas invasiones. Hubo un corto periodo en la historia, sin embargo, en el que se consultó a los Guaraníes, al menos en algunas cuestiones. Fueen las misiones jesuíticas, una "colonia sin colonos".
Consta que los misioneros consultaban a los indios para la elección del lugar donde se fundaría el nuevo pueblo o Reducción. Y los escuchaban, especialmente para aprender su lengua, a través de la cual les llegó la cultura tradicional. Después de esa experiencia bastante efímera de 150 años, de 1610 a 1768, no se escuchó más la voz de los Guaranís, a pesar de que se hablara una nueva lengua, el guaraní paraguayo, que vehiculaba en sus pliegues muchos aspectos de la cultura guaraní.
El lenguaje popular, su heredero, dice todavía verdades tan auténticas que se prefiere no atenderlas. Gran parte del diálogo con el pueblo se hizo en guaraní, pero éste también se está olvidando. El Paraguay se está volviendo di-lingüe, sin que avance el bilingüismo.
El tekoha guaraní
Un primer diálogo con los Guaraní puede ser sobre el medio ambiente. Una de las crisis centrales del Paraguay actual no es solo la degradación galopante de sus espacios físicos, en cuanto problema de territorio, y muy grave por cierto, sino sobre todo la destrucción de la ecología ambiental, moral, política e incluso religiosa.
El diálogo acerca de la tierra es un tema imprescindible, ya que la concepción indígena y la ideología paraguaya son contrarias y se distancian cada día más. Para ellos -podemos decir de los Guaraníes- la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores (L.S. 146).
Hay una palabra que había caído en desuso, pero sigue siendo un eje de la vida guaraní: el tekoha. La partícula -ha, es un afijo instrumental que determina varios sentidos, siendo uno de ellos ‘lugar'. Es el lugar del teko, del modo de ser guaraní, de tal manera que tekoha es el lugar donde se vive al estilo guaraní, donde se mantiene la tradición, donde se plantan y cosechan los productos que aseguran una soberanía alimentaria, donde se practican los ritos de la religión y se relatan los mitos.
La tierra es don gratuito de Ñande Ru Ete, Padre de verdad y Padre de todos; esa tierra es el descanso de los muertos y donde se proyecta el porvenir; es el pasado, el presente y el futuro. Es en fin de cuentas un espacio sagrado donde no dejamos de tener los pies en el suelo. El tekoha es para el guaraní el lugar de la comunidad: ñande rekoha, que incluye a todos sus habitantes, sin excluir a nadie.
Este espacio no es una tierra, yvy, aunque también lo es. Es un lugar de cultura, de relaciones humanas y comunitarias, y si se me permite un barbarismo para exaltar algo tan humano, el tekoha no es un terri-torio, sino un cultura-torio. La tierra puede ser medida, la cultura, sin embargo, no se encierra en cantidades; es sentida; ahí está la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría, entre el arakuaa y el arandu.
Se conoce lo que ocurre en el tiempo, pero se sienten los tiempos reflejados en su rostro, en su olor, en su vista y en su gusto. Ese tekoha que es más que tierra, es la madre que no se puede cortar y ni vender a pedazos; es un crimen carnear a su propia madre, dicen los Paĩ Tavyterã, una de las etnias guaranís.
Cuando los Guaranís permanecieron en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidaron (L.S.: 146). Y por esto esos tekoha guaranís se hicieron tan apetecibles, como tierra y monte virgen -yvy ha ka'aguy marane'ỹ, que no han sido manoseados irresponsablemente ni dejados en puro desierto pelado, despreciable. Esos territorios cuidados por ellos, nunca vendidos, fueron hasta bien entrado el siglo XX, una reserva de bienes incalculable, que los intrusos de los últimos tiempos han codiciado y usurpado sin razón, sin ley y sin permiso, y han explotado hasta acabarlos.
Nadie puede explicar con qué derecho ese territorio, ese culturatorio, pudo pasar a manos ajenas y ser pisado hasta no dejar un resto de selva. Pero el mal ya está hecho. Y es irrecuperable sin el esfuerzo de todos, que son también los que manejan los territorios vecinos.
La degradación de la naturaleza
Hasta que llegaron los otros -yvypo ambue esas nuevas figuras de hombre, que los Guaraníes consideraron tan humanos como ellos, pero se comportaron como tigres feroces a poco de haber comido todo lo que encontraban a su alrededor y no haber plantado nada.
La secuencia fue un país pobre, del cual muchos huían. Es un eufemismo decir que Asunción fue madre de ciudades. Fue madastra que expulsó a sus hijos e hijas. En diversas partes del mundo, los indígenas son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la cultura (LS 146).
Son resultado de la degradación muchos de los Guaraníes que ahora conocemos, y más precisamente los que han sido copados por la ‘civilización'. El ciclo está en marcha. Se avecinan tiempos en los que por razones de minería esos mismos territorios serán heridos en su piel y en sus entrañas más profundas, para extraer de ellos con medios agresivos y peligrosos para la salud de alma y cuerpo, productos que nadie produjo, pues son dados por la naturaleza, para que sirvan al capricho consumista de unos pocos que viven de la muerte de los otros.
El Acuífero Guaraní está en peligro. A ello se une que la legislación es discriminatoria. A las tierras reconocidas ya como indígenas se les niega los eventuales beneficios del subsuelo.
Otro estilo de vida
Ha habido colonos, especialmente los más recientes, que trajeron el descuido, la destrucción y la degradación de la naturaleza en grado tal que con el tiempo se ha expandido hasta los últimos rincones del suelo patrio, algunos de ellos apenas descubiertos en la segunda mitad del siglo XX.
En realidad la conquista de gran parte del Paraguay es un fenómeno de última generación y no se ha completado gracias a Dios. Los Guaranís conocieron ya el trueno de la destrucción y huyeron. En su camino de ida todavía hicieron rozas y chacras. Pero el trueno de la destrucción los seguía, la tierra se desmoronaba y ellos huían más lejos, y la tierra se desmoronaba cada vez más rápidamente. Y dejaron de hacer chacras, era inútil, llegó el diluvio y fue el fin de la primera tierra.
¿Es todo eso mitología? Ciertamente, y ¿qué? Pero más lógica y razonable que la ideología de la propiedad y del consumismo, que se ha globalizado como malos aires que circulan por doquier sin conocer fronteras y que nadie puede controlar, ni si siquiera los Estados más poderosos.
Lo que está en juego no es sólo el medio ambiente, sino el sentido de la existencia y de la convivencia. Muchas formas altamente concentradas de explotación y degradación del medio ambiente no sólo pueden acabar con los recursos de subsistencia locales, sino también con capacidades sociales que han permitido un modo de vida que durante mucho tiempo ha otorgado identidad cultural y un sentido de la existencia y de la convivencia. (L.S.: 145).
En el Paraguay esta realidad está cuantificada: el 2% de los establecimientos agrícolas posee el 89% de las tierras destinadas para tal fin. Esto quiere decir que el 2% produce para la exportación hacia el exterior, produciendo pobreza hacia el interior.
Consecuencia es la degradación del ambiente y la casi total destrucción de los recursos de subsistencia locales. El Paraguay está en vías de perder su soberanía alimentaria ydepende de productos del exterior aun en los rubros más típicos y tradicionales como la mandioca, el maíz, las hortalizas, hasta las típicas naranjas, y tiene que recurrir a la importación de esos recursos. Su capacidad de producción diferenciada en términos generales ha disminuido notablemente, por no decir casi del todo.
Estos hechos se han traducido en el éxodo de la población rural hacia las periferias de las ciudades, donde la identidad cultural, el sentido de la vida y las relaciones familiares y vecinales han sido sacudidos de mala manera. Es el nuevo rumbo. Lo que ocurre con los Guaranís ha sido todavía más dramático. Por una parte las comunidades mantienen el grado de identidad más elevado y firme en el país, la mayoría perseveran su modo de ser y persisten en él. Por otra parte es interés primordial del Estado la desaparición de esas culturas.
Lo más grave es que a través de pseudoprogramas educativos se ataca las raíces de su identidad: sus lenguas desaparecen -así como el mismo guaraní paraguayo, su religión auténtica y tradicional es poco practicada por las generaciones más jóvenes, sus conocimientos tradicionales de fauna y flora se pierden, sustituidos por abundantes materias escolares inservibles; los docentes indígenas, que ya han pasado por el sistema escolar paraguayo, se encuentran confusos.
Ni siquiera los nombre auténticos de las personas son aceptados en los registros civiles, aunque hay que decir que los Guaraníes -y hay que darles en esto la razón- los ocultan. La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal. La imposición de un estilo hegemónico de vida ligado a un modo de producción puede ser tan dañina como la alteración de los ecosistemas (LS.:145).
La colonización real y la dependencia que empobrece se nutrieron y se nutren de la imposición de un monoteísmo único, del monopolio financiero y de la monarquía o exclusivo modelo de Estado; estos son los tres ‘monos' que harían reír si no fueran tan fieros, agresivos y homicidas. Los Guaranís viven su monoteísmo con mayor pureza y sinceridad que la mayoría de los cristianos, que adoran a varios dioses a la vez.
Ellos adoran y creen en un solo Padre que no tiene hijos pobres y ricos, separados y enemigos a matar; su economía de jopói, de manos abiertas uno para otro, asegura la distribución equitativa según las necesidades; no hay monarcas ni caciques, sino una asamblea democrática y respetuosa, no sujeta a obediencias partidarias ni a silencios impuestos.
Pero, ¿dónde se ha visto esto?, preguntará alguno. Viva usted en una comunidad guaraní durante un tiempo suficiente y lo escuchará, lo vivirá y lo sentirá. Es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales (L.S.: 146), dice el Papa Francisco. Es bueno y necesario hablar con los Guaranís, escucharlos y dejar de lado las prisas por querer enseñarles.
RD

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