lunes, 29 de diciembre de 2014

Algo para pensar y orar en esta semana. El silencio



El silencio
Frente a las experiencias extremas de la vida, tendemos a responder en la misma forma – en silencio.
El silencio es un vacío devastador: cuando perdemos algo o alguien muy querido, y no podemos expresar nuestro dolor en palabras. El silencio también es una plenitud que se rebalsa: alegría o gratitud o asombro, cuando las palabras se quedan cortas para expresar lo que sentimos. El vacío y la plenitud son parientes cercanos…
En el centro del invierno boreal, o del verano austral, se encuentra el momento en que la plenitud de la eternidad – la vida de la Persona de Dios – se hace visible en forma humana. Dios encuentra su expresión en la gruta de un seno vacío. La plenitud necesita del vacío para manifestarse – y todo esto sucede en el silencio de la noche, mientras todo el mundo duerme…
Margaret Silf
Espacio Sagrado

domingo, 28 de diciembre de 2014

Encuentros con la Palabra por Hermann Rodríguez S.J. “Estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios”


Un matrimonio de profesionales jóvenes, con dos hijos pequeños, fue asaltado un día por un familiar cercano con una pregunta que nunca se habían esperado: –¿Estarían ustedes dispuestos a prestarle el carro nuevo a la empleada del servicio durante todo un día? Ellos, sin entender para dónde iba el interrogatorio, respondieron casi al tiempo y sin dudar ni un momento: “Ni de riesgos. ¡Cómo se le ocurre! ¡No faltaba más!” El familiar, dejando escapar una sonrisa de satisfacción al ver cómo habían caído redonditos, les dijo: “Y, entonces, ¿cómo es que dejan todo el día a sus dos hijos en manos de la misma empleada del servicio?”
No se trata de juzgar la forma de ejercer la paternidad o la maternidad en los tiempos modernos. Ni soy yo el más indicado para decir qué está bien y qué está mal en la educación de los hijos, puesto que no los tengo; pero cuando escuché esta historia me conmoví interiormente y pensé mucho en la forma como se van levantando actualmente los hijos de matrimonios conocidos.
La familia es el núcleo primordial en el que crecemos y nos vamos desarrollando como personas. Lo que aprendemos en la casa nos estructura interiormente para afrontar los retos que nos plantea la vida. Lo que no se aprende en el seno del hogar es muy difícil que luego se adquiera en el camino de la vida. Los primeros años de nuestro desarrollo son fundamentales y tal vez a veces lo olvidamos.
Es muy poco lo que los Evangelistas nos cuentan sobre la vida familiar de Jesús, José y María; sin embrago, por lo poco que se sabe, ellos tres constituyeron un hogar lleno de amor y cariño en el que se fue formando el corazón del niño Jesús. Y, a juzgar por los resultados, ciertamente, tenemos que reconocer que debió ser una vida familiar que le permitió al Niño crecer hasta la plenitud de sus capacidades: “Y el niño crecía y se hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios”.
Que nuestros niños crezcan también fuertes y llenos de sabiduría, gozando del favor de Dios, de tal manera que no tengan que rezar a Dios con las palabras que leí alguna vez en una revista:
"Señor, tu que eres bueno y proteges a todos los niños de la tierra,
quiero pedirte un gran favor: transfórmame en un televisor.
Para que mis padres me cuiden como lo cuidan a él,
para que me miren con el mismo interés
con que mi mamá mira su telenovela preferida o papá el noticiero.
Quiero hablar como algunos animadores que cuando lo hacen,
toda la familia calla para escucharlos con atención y sin interrumpirlos.
Quiero sentir sobre mí la preocupación que tienen mis padres
cuando el televisor se rompe y rápidamente llaman al técnico.
Quiero ser televisor para ser el mejor amigo de mis padres y su héroe favorito.
Señor, por favor, déjame ser televisor aunque sea por un día".
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Encuentros con la Palabra
RD

LECTURAS PARA EL DÍA DE HOY



Lecturas Misa del Dia Domingo Diciembre 28 2014


SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARIA Y JOSÉ

PRIMERA LECTURA
Génesis: 15, 1-6; 21, 1-3
Tu heredero saldrá de tus entrañas. En la primera lectura vamos a leer un texto del Libro del Eclesiástico. El autor sabio del Antiguo Testamento nos da enseñanzas firmes para que nuestras familias funcionen en el amor y en la esperanza.

En aquel tiempo, el Señor se le apareció a Abram y le dijo: "No temas, Abram. Yo soy tu protector y tu recompensa será muy grande". Abram le respondió: "Señor, Señor mío, ¿qué me vas a poder dar, puesto que voy a morir sin hijos? Ya que no me has dado descendientes, un criado de mi casa será mi heredero".
Pero el Señor le dijo: "Ése no será tu heredero, sino uno que saldrá de tus entrañas". Y haciéndolo salir de la casa, le dijo: "Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes". Luego añadió: "Así será tu descendencia". Abram creyó lo que el Señor le decía y, por esa fe, el Señor lo tuvo por justo.
Poco tiempo después, el Señor tuvo compasión de Sara, como lo había dicho, y le cumplió lo que le había prometido. Ella concibió y le dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios había predicho. Abraham le puso por nombre Isaac al hijo que le había nacido de Sara. 
Palabra de Dios

SALMO
Del salmo 104
R/. El Señor nunca olvida sus promesas.
Aclamen al Señor y denle gracias,
relaten sus prodigios a los pueblos.
Entonen en su honor himnos y cantos,
celebren sus portentos. R/.
Del nombre del Señor enorgullézcanse
y siéntase feliz el que lo busca.
Recurran al Señor y a su poder
y a su presencia acudan. R/.
Recuerden los prodigios que él ha hecho,
descendientes de Abraham,
su servidor, estirpe de Jacob,
su predilecto. R/.
Ni aunque transcurran mil generaciones,
se olvidará el Señor de sus promesas,
de la alianza pactada con Abraham,
del juramento a Isaac, que un día le hiciera. R/.

SEGUNDA LECTURA

Hebreos: 11, 8. 11-12. 17-19
La fe de Abraham, de Sara y de Isaac.
Hermanos: Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia.
Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia, numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
Palabra de Dios

EVANGELIO

San Lucas: 2, 22-40
El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.El Evangelio de San Lucas nos va a referir la presentación del Niño Jesús en el Templo. Y en el prodigioso relato de Lucas escucharemos las profecías de Simeón y de Ana sobre el futuro del Niño. La oración de Simeón, el “Nunc Dimitis” es uno de los grandes himnos litúrgicos del pueblo de Dios. Lo que anuncian las profecías es cuestión de familia. es la vida de Jesús, y de María, y de José.
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
"Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él. 
Palabra del Señor

viernes, 26 de diciembre de 2014

LA ESPERANZA por NATHAN STONE S.J.


El espíritu del Señor está sobre mí… Me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los prisioneros, un año de gracia del Señor. Isaías 61: 1-2.
Supongamos que yo no tengo trabajo y vivo a la deriva, comiendo lo que encuentre y durmiendo donde pueda. No tengo familia, nadie me quiere, y mi existencia pasa prácticamente desapercibida. Pienso que si Dios mismo no me ama. No tengo para qué hacer ningún esfuerzo.
Si yo soy alcohólico o drogadicto, tomando conciencia de que esta enfermedad es de por vida, o si pienso que ni Dios se preocupa por mí, no tengo motivo alguno por superar mi adicción. Imaginémonos encarcelados, justa o injustamente. Tengo para varios años aquí adentro, y cuando salga viviré eternamente estigmatizado por mi tiempo en prisión. Es como condena perpetua, aun cuando la sentencia formal se acabe. Si el Señor no me cuida las espaldas, ¿para qué rehabilitarme?
Acuérdate de aquella vez cuando la vida te decepcionó. Con el corazón quebrantado, creías que ya nada tenía sentido. Ahora trae a la mente las multitudes que se acuestan con hambre en la noche, a quienes la vida sólo ofrece enfermedad, lucha, guerra o destierro. Sin Dios, su vida es basura. Sin amor, no existe la dignidad, ni el valor, ni la esperanza.
Pero esperanza hay y no dejará de haber. Es porque al amor de Dios no se acaba nunca, para nadie. Su ternura es universal. No excluye a ninguno. Su apoyo es incondicional. No te abandona para siempre, aunque a veces se sienta que ha escondido su rostro.
Hay quienes creen que el amor de Dios es selectivo, que el Todopoderoso tiene favoritos en quienes abunda su gracia, y que los demás tenemos que conformarnos con lo que hay. Si es así, para la mayoría, no hay buena noticia, ni esperanza. Hay otros que piensan que la salvación es una oportunidad única; que si la pierdes, no habrá otra. Si ya se te pasó, no vale la pena continuar. Come y bebe ahora, porque mañana morirás. El adviento advierte otra cosa.
No hay nada que puedes hacer para que Dios te ame, porque ya te ama. No es por cómo eres tú. No es porque te lo mereces. Es por como es él. Es más, no hay nada que puedes hacer para que te deje de amar, porque jamás lo hará. Eterna es su misericordia, e infinita su fidelidad. No son palabras vacías, y yo entiendo que cuesta asumirlo, pero es así.
Y porque es así, porque Dios ama, hay esperanza. Porque su compasión es universal, el pobre sale a buscar trabajo. Porque su misericordia no tiene límites, el adicto sueña con nueva vida. Porque su amor no se acaba, el encarcelado espera el día de su liberación. Porque su respaldo es infinito, el enfermo encuentra motivos por seguir viviendo.
Esa es la buena noticia. Dios ama, y por eso hay esperanza en esta vida. Se sientes que él está ausente, abre tus ojos. Ya se te acerca. Pronto, lo verás.
Nathan Stone S.J.
Territorio Abierto

jueves, 25 de diciembre de 2014

Hoy: Bendición Urbi et Orbi. Fotos, video y palabras Papa. Fco denuncia la “persecución brutal” en Irak y Siria, y pide la paz en Ucrania, África y Oriente Medio


El Papa recuerda a los niños maltratados y abusados “bajo nuestro silencio cómplice”


Aboga por “transformar la indiferencia en cercanía y el rechazo en acogida” en su bendición Urbi et Orbi


(Jesús Bastante).- Miles de banderas, decenas de miles de fieles, provenientes de todo el mundo, y también de la ciudad, se acercaron a la mañana brumosa de Roma para recibir la bendición "Urbi et Orbi" del Papa Francisco. La ciudad y el mundo, en el día en que nace el niño Dios, en una Tierra que continúa sacudido por el odio y las guerras. Una tragedia "brutal" que afecta a muchos niños hoy, ante nuestro"silencio cómplice". Que ha de acabar ya.
No fue ajeno Francisco a ninguna de ellas. Ante casi cien mil personas, y después de escuchar, como es tradicional, los himnos de Italia y el Vaticano, Bergoglio pronunció por segunda vez su bendición. En esta ocasión, como en la Navidad de 2013, el Papa únicamente utilizó el italiano. Sin los clásicos ornamentos solemnes -ni siquiera hubo silla en esta ocasión-, Bergolio se hizo acompañar por los cardenales Müller y Rodé.

En su discurso, Francisco comenzó felicitando la Navidad a los presentes, que respondieron con un largo aplauso. "Jesús, el hijo de Dios, el salvador del mundo, ha nacido para nosotros. Ha nacido en Belén de una Virgen cumpliendo las antiguas profecías", arrancó el Papa, subrayando cómo "el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, y luego a los ancianos Simeón y Ana en el Templo de Jerusalén".
"Hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y para todos los pueblos. Hoy le pido que proteja a nuestros hermanos y hermanas de Irak y Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos de un conflicto que aún perdura, y junto con grupos étnicos y religiosos sufren una persecución brutal. Que la Navidad les traiga esperanza, así como a los desplazados, prófugos, niños, ancianos de esa región y del mundo entero".
"Que transforme la indiferencia en cercanía y el rechazo en acogida", clamó el Papa, quien pidió "la ayuda humanitaria para sobrevivir al invierno". "Que el Señor abra los corazones y otorgue la paz a todo Oriente Medio, sosteniendo el empeño de los que dialogan por la paz entre judíos y palestinos".
También pidió por los que sufren en Ucrania, "que venzan en odio y la violencia y empernada un nuevo camino, con fraternidad y reconciliación". También paz "a Nigeria, y donde se derrama más sangre y demasiadas personas son retenidos como rehenes o masacradas". "También invoco la paz para otras partes del continente africano: Libia, Sudán del sur, república Centroafricana, Congo....", y a todos "les pido a los que tengan responsabilidades políticas que se comprometan a construir una fraternidad duradera".
Un niño nace. Miles, millones sufren por no haber nacido o, una vez en esta Tierra, por ser forzados, abusados, esclavizados. "Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y de personas, o forzados a convertirse en soldados. Niños, tantos niños son abusados. Esas familias de los niños muertos en Pakistán en las últimas semanas, los que sufren la enfermedad de ébola en Liberia o Sierra Leona... Agradezco de corazón a los que están atendiendo a los enfermos. Que se garantice el tratamiento y la atención necesarios".
"Jesús, el niño. Mi pensamiento va a todos los niños maltratados, que todavía no han visto la luz, que son víctimas del egoísmo, como esos niños aislados, que sufren la guerra, la persecución, que son explotados, bajo nuestro silencio cómplice. Esos niños que mueren o sufren bajo bombardeos. Todavía hoy, su silencio impotente está gritando debajo de la espada de tantos Herodes, bajo las sombras de los actuales Herodes. Tantas lágrimas están en esta Navidad, junto a las del niño Jesús".
"Que el Espíritu Santo ilumine nuestros corazones -continuó el Pontífice-, para que podamos reconocer al niño Jesús, nacido de la Virgen María, la salvación que Dios nos ha dado a todos los hombres y mujeres de la Tierra. Que su voz se haga oir en todos los corazones que sufren"
"Que con su mansedumbre este poder divino extirpe la dureza del corazón de los que están sumidos en lo mundano o la indiferencia", añadió.
"Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo que nuestros ojos han visto a Su Salvador", culminó el Papa.
Palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!
Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, nos ha nacido. Ha nacido en Belén de una virgen, cumpliendo las antiguas profecías. La virgen se llama María, y su esposo José.

Son personas humildes, llenas de esperanza en la bondad de Dios, que acogen a Jesús y lo reconocen. Así, el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, que fueron corriendo a la cueva y adoraron al niño. Y luego el Espíritu guió a los ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén, y reconocieron en Jesús al Mesías. «Mis ojos han visto a tu Salvador - exclama Simeón -, a quien has presentado ante todos los pueblos» (Lc 2,30).

Sí, hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos.

Para él, el Salvador del mundo, le pido que guarde a nuestros hermanos y hermanas de Irak y de Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos del conflicto que aún perdura y, junto con los pertenecientes a otros grupos étnicos y religiosos, sufren una persecución brutal. Que la Navidad les traiga esperanza, así como a tantos desplazados, profugos y refugiados, niños, adultos y ancianos, de aquella región y de todo el mundo; que la indiferencia se transforme en cercanía y el rechazo en acogida, para que los que ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a los rigores del invierno, puedan regresar a sus países y vivir con dignidad. Que el Señor abra los corazones a la confianza y otorgue la paz a todo el Medio Oriente, a partir la tierra bendecida por su nacimiento, sosteniendo los esfuerzos de los que se comprometen activamente en el diálogo entre israelíes y palestinos.

Que Jesús, Salvador del mundo, custodie a cuantos están sufriendo en Ucrania y conceda a esa amada tierra superar las tensiones, vencer el odio y la violencia y emprender un nuevo camino de fraternidad y reconciliación.

Que Cristo Salvador conceda paz a Nigeria, donde se derrama más sangre y demasiadas personas son apartadas injustamente de sus seres queridos y retenidas como rehenes o masacradas. También invoco la paz para otras partes del continente africano. Pienso, en particular, en Libia, el Sudán del Sur, la República Centroafricana y varias regiones de la República Democrática del Congo; y pido a todos los que tienen responsabilidades políticas a que se comprometan, mediante el diálogo, a superar contrastes y construir una convivencia fraterna duradera.

Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y trata de personas, o forzados a convertirse en soldados. Que consuele a las familias de los niños muertos en Pakistán la semana pasada. Que sea cercano a los que sufren por enfermedad, en particular a las víctimas de la epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea. Agradezco de corazón a los que se están esforzando con valentía para ayudar a los enfermos y sus familias, y renuevo un llamamiento ardiente a que se garantice la atención y el tratamiento necesario.

Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo ilumine hoy nuestros corazones, para que podamos reconocer en el Niño Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, la salvación que Dios nos da a cada uno de nosotros, a todos los hombres y todos los pueblos de la tierra. Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo: «Nuestros ojos han visto a tu Salvador».
Feliz Navidad a todos.

RD

Christmas Message and Urbi et Orbi blessing - 2014.12.25


































La República

Francisco, en la Misa del Gallo: "Dios está enamorado de nuestra pequeñez". Video completo Español) y homilía


El Papa invita a afrontar "con ternura y humildad" las dificultades, y "dejarse querer por Dios"


"Dios siempre está ahí, y espera con paciencia ante la corrupción de los hombres y de los pueblos"


El Papa Francisco invitó este miércoles a los católicos a afrontar con ternura "las circunstancias más duras de la vida", a mostrar "humildad en cualquier conflicto" y adejarse querer por Dios para poder ver la luz en un mundo de tinieblas.
Este fue el mensaje transmitido por Jorge Bergoglio en su homilía durante la celebración de la Misa del Gallo en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el primero de los ritos de la que es su segunda Navidad como pontífice.
La Misa de Nochebuena, que conmemora para los católicos el nacimiento de Jesús, comenzó a las 21.30 hora local (20.30 GMT) y a ella asistieron cerca de 10.000 personas, según los organizadores, que permanecieron tanto en el interior de la basílica como en la Plaza de San Pedro.
La celebración, que se pudo ver por primera vez en 3 dimensiones (3D) en algunas televisiones de Italia y de Inglaterra, se inició con la procesión del Papa Francisco hacia el altar mayor al son del canto de la "Kalenda", que en latín recorre desde la Creación hasta la noche en la que nació Jesús.
En este clima litúrgico y tras la proclamación del Santo Evangelio, el máximo representante de la Iglesia Católica optó por un mensaje breve, centrado en el nacimiento de Jesús y que le sirvió para invitar a los asistentes y a todos los católicos del mundo a reflexionar sobre la manera en la que se relacionan con Dios.
Durante la Misa, el obispo de Roma festejó el nacimiento del niño Jesús para decir que su llegada al mundo fue "una gran luz" que iluminó a los pueblos y disipó "la oscuridad".
Durante los años anteriores, insistió, el mundo estaba sumido en la oscuridad, desde que se cometiera "el primer crimen de la humanidad, cuando la mano de Caín, cegado por la envidia, hirió de muerte a su hermano Abel".
Pero Jesús aportó una luz que "nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores", recordó.
En su homilía, Bergoglio leyó el capítulo 9 del Libro de Isaías en el que el profeta dejó escrita la frase "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló".
"La liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador comoluz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría", subrayó el papa argentino.
Y prosiguió: "También nosotros, en esta noche bendita, hemos venido a la casa de Dios atravesando las tinieblas que envuelven la tierra, guiados por la llama de la fe que ilumina nuestros pasos y animados por la esperanza de encontrar la 'luz grande'".
Así, con la creación de su Hijo, confirmó el primer pontífice jesuita, Dios "aquella noche", asumió la fragilidad, los sufrimientos, las angustias, los anhelos y las limitaciones del ser humano.
En este punto, el Papa Francisco invitó a los católicos a contemplar la imagen de Dios en la Tierra, "acostado en un pesebre", para reflexionar sobre la manera en la que se relacionan con Dios.
Cómo acogemos la ternura de Dios? ¨Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque? 'Pero si yo busco al Señor' -podríamos responder-. Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me encuentre y me acaricie con cariño", apuntó.
Y añadió: "¿Tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del Evangelio? ¡­Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy!".
Finalmente, el Papa concluyó su homilía reiterando el mensaje de Isaías para asegurar que la luz de Jesús "la vio la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios" y no "los arrogantes, los soberbios, los que establecen las leyes según sus propios criterios personales, los que adoptan actitudes de cerrazón".
Tras la celebración eucarística, el octavo jefe del Estado Vaticano portó entre sus brazos al Niño Jesús y lo llevó en procesión hasta el Nacimiento, instalado en la Basílica Vaticana.
Jorge Bergoglio volverá a asomarse mañana al balcón de la Logia central de la basílica de San Pedro del Vaticano, igual que cuando fue elegido papa, para leer su mensaje de Navidad e impartir la bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo) a los miles de fieles que se acerquen a escucharle.
Texto de la homilía papal:

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló» (Is 9,1). «Un ángel del Señor se les presentó [a los pastores]: la gloria del Señor los envolvió de claridad» (Lc 2,9). De este modo, la liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría.
También nosotros, en esta noche bendita, hemos venido a la casa de Dios atravesando las tinieblas que envuelven la tierra, guiados por la llama de la fe que ilumina nuestros pasos y animados por la esperanza de encontrar la «luz grande». Abriendo nuestro corazón, tenemos también nosotros la posibilidad de contemplar el milagro de ese niño-sol que, viniendo de lo alto, ilumina el horizonte.
El origen de las tinieblas que envuelven al mundo se pierde en la noche de los tiempos. Pensemos en aquel oscuro momento en que fue cometido el primer crimen de la humanidad, cuando la mano de Caín, cegado por la envidia, hirió de muerte a su hermano Abel (cf. Gn 4,8). También el curso de los siglos ha estado marcado por la violencia, las guerras, el odio, la opresión. Pero Dios, que había puesto sus esperanzas en el hombre hecho a su imagen y semejanza, aguardaba pacientemente. Esperó durante tanto tiempo, que quizás en un cierto momento hubiera tenido que renunciar. En cambio, no podía renunciar, no podía negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2,13). Por eso ha seguido esperando con paciencia ante la corrupción de los hombres y de los pueblos.
A lo largo del camino de la historia, la luz que disipa la oscuridad nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción. En esto consiste el anuncio de la noche de Navidad. Dios no conoce los arrebatos de ira y la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, esperando atisbar a lo lejos el retorno del hijo perdido.
La profecía de Isaías anuncia la aparición de una gran luz que disipa la oscuridad. Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Redentor, lo hicieron con estas palabras: «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). La «señal» es la humildad de Dios llevada hasta el extremo; es el amor con el que, aquella noche, asumió nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros anhelos y nuestras limitaciones. El mensaje que todos esperaban, que buscaban en lo más profundo de su alma, no era otro que la ternura de Dios: Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez.
Esta noche santa, en la que contemplamos al Niño Jesús apenas nacido y acostado en un pesebre, nos invita a reflexionar. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque? «Pero si yo busco al Señor» -podríamos responder-. Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me encuentre y me acaricie con cariño. Ésta es la pregunta que el Niño nos hace con su sola presencia: ¿permito a Dios que me quiera?
Y más aún: ¿tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! La respuesta del cristiano no puede ser más que aquella que Dios da a nuestra pequeñez. La vida tiene que ser vivida con bondad, con mansedumbre. Cuando nos damos cuenta de que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que él mismo se hace pequeño para propiciar el encuentro con nosotros, no podemos no abrirle nuestro corazón y suplicarle: «Señor, ayúdame a ser como tú, dame la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la vida, concédeme la gracia de la cercanía en las necesidades de los demás, de la humildad en cualquier conflicto». Queridos hermanos y hermanas, en esta noche santa contemplemos el misterio: allí «el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). La vio la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios. En cambio, no la vieron los arrogantes, los soberbios, los que establecen las leyes según sus propios criterios personales, los que adoptan actitudes de cerrazón. Miremos al misterio y recemos, pidiendo a la Virgen Madre: «María, muéstranos a Jesús».

Midnight Mass of Christmas - 2014.12.24


martes, 23 de diciembre de 2014

JESUITAS: El Salvador: juez español pide indagar si juicio por asesinato de jesuitas fue fraude


El juez de la Audiencia Nacional española Eloy Velasco preguntó al Tribunal Supremo de España si el juicio llevado a cabo en El Salvador por el asesinato de cinco jesuitas españoles, además de otros tres ciudadanos salvadoreños, en 1989 fue un fraude.
Para ello, el magistrado presentó una serie de argumentos que avalarían que el juicio fue fraudulento e incompleto.
Según Velasco, estuvo "tan influido e intervenido que llegó a resultados de no justicia".
Además, en su argumentación explica que se destruyeron pruebas "clave", como los libros de registro militares de esos días, y que se obstaculizó la labor del juez porque los testigos militares no acudieron a las citaciones.

Principio de justicia universal

Velasco instruye este caso en virtud del principio de justicia universal, que establece que sólo puede hacerlo si la justicia del país donde se cometieron los hechos no lo juzgó correctamente.
Así que ahora el Tribunal Supremo deberá decidir si Velasco si puede seguir con el procedimiento.
El crimen en cuestión ocurrió el 16 de noviembre de 1989.
Ocho personas fueron asesinadas el 16 de noviembre de 1989, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), en la capital salvadoreña, San Salvador, por un pelotón del batallón Atlacatl de la Fuerza Armada.
Seis de las víctimas eran sacerdotes jesuitas, cinco españoles y uno salvadoreño. Y también mataron a la cocinera y a su hija.

Lucía Cerna, testigo de la masacre que cambió la guerra en El Salvador

El 16 de noviembre de 1989, seis sacerdotes jesuitas, la cocinera y su hija fueron asesinados por militares en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en la capital salvadoreña. De los seis jesuitas asesinados, cinco eran españoles, entre ellos el rector de la Universidad, Ignacio Ellacuría.
La masacre de los "ocho mártires de la UCA" causó una ola de indignación en el mundo y aumentó las presiones de la comunidad internacional para que el gobierno y la guerrilla iniciaran un diálogo para poner fin a la guerra.
Una comisión de la verdad bajo el auspicio de la ONU determinó que el asesinato fue ordenado por militares de alto rango, pero ningún general fue encarcelado.
El Estado salvadoreño se negó a conceder la extradición de 13 exoficiales requeridos por la Audiencia Española para enfrentar juicio en el país de origen de cinco de los asesinados.
En el lugar de los hechos se encontraba aquel día Lucía Cerna, quien hacía trabajos de limpieza en la universidad y había ido a la UCA con su familia a pedir refugio a los sacerdotes.
Cerna, de 69 años, vive hoy en California, desde donde relató los eventos de esa noche trágica. Habló con Mike Lanchin, del programa Witness, Testigo, de la BBC.
"En noviembre 11 se fueron las luces y desde esa vez ya no hubo energía eléctrica. Pensaba ir al mercado al día siguiente pero ya no se pudo porque ya estaba la guerra bien pesada. Pasaban helicópteros rugiendo como leones, eran las fuerzas armadas que estaban atacando a los guerrilleros, que corrían por todas las partes.
Yo estaba escondida debajo de un colchón de la cama con mi niña.
Jorge, mi esposo, tenía la panadería en la casa, la gente venía como podía, aunque fuese bajo las balas, a comprar el pan.
El martes 14 en la noche no teníamos ni velas, ni candiles, ni agua, ni leña y la refrigeradora ya estaba toda vacía, ya no había comida. Yo no estaba de acuerdo con que la niña que tenía yo en ese tiempo de cuatro años estuviera aguantando necesidades de no comer.
En la mañana, como a las seis y cinco de la mañana, ya con una bandera blanca, le dije, vámonos a buscar a mis jefes. Ellos nos van a amparar.
La guerra en El Salvador tuvo lugar entre 1979 y 1992. La ONU estima que murieron más de 75.000 personas.
Yo antes pedí permiso por teléfono al padre para ver si me recibía con mi Geraldina, que es mi hija, y Jorge mi esposo. Le pedí si era posible que dieran posada y él me contesto que con gusto y me dijo: vente a cualquier hora aquí yo voy a estar.
Esa tarde que llegamos, el padre me prestó unas colchonetas y me dijo, si quieres cualquier cosa, agua, comida, aquí hay.
Bien entrada la noche se oyó aquella gran balacera adentro de la universidad. Una noche antes, por casualidad, el padre Nachito tocaba la guitarra, me quedé oyendo y por eso había dejado la ventana abierta cuando me fui a acostar.
Cuando pasaron unas cuantas horas que nos habíamos acostado se oyó la gran guerra dentro de la universidad y voy viendo que iba un grupo de hombres con uniforme camufleado para adentro.
Adolescentes entrenando durante la guerra para la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional.
Vi lo soldados que entraron y oí que también el padre andaba en el corredor de este lado por donde entraron los soldados. Y él decía "¡ustedes son una carroña!, ¡esto es una injusticia!" y entonces al ratito de eso pum, no se oyó nada, su voz ya no se oyó, hubo una gran disparazón de grueso calibre, una diparazón por todos lados.
Vi como el grupito era como de cinco hombres de este lado de la casa. No había luz eléctrica pero me los alumbró la Luna, estaba Luna llena en ese tiempo.
Estaban dando patadas y gritadas allá en la casa de adentro. Se arreció la disparazón y también se oía que le daban patadas a las lámparas, a los escritorios, a las camas, oía que sacaban una cosas que las jalaban como que eran costales.
Pero ya la voz del padre no estaba.
Yo nomás lo que sentí en mi cuerpo era como en vez de sangre, como que estaba yo en una hielera, en una hielera pero bien pesada de hielo. Me subía y me bajaba la sangre, helada, helada, helada.
Al amanecer, vimos la tendada de cuerpos en la grama y en un cuarto estaban dos mujeres muertas, yo creía que eran monjas porque nunca me imaginé que la cocinera se había quedado ahí.
Civiles, en su mayoría estudiantes, requisados por militares durante la guerra.
Fui a la casa provincial a dar la mala noticia. El padre Saenz me dijo, te tienes que ir Lucía, te vamos a mandar para donde quieras ir, para Francia, para España, o para Estados Unidos.
Me llevaron a la embajada de España. Un avión de la Cruz Roja llegó a levantarnos al aeropuerto de El Salvador.
Cuando aterrizamos en Miami bajamos del avión y nos hicieron hacia un lado y al ratito se juntaron varios hombres y se identificaron en español y dijeron que eran del FBI, que los siguiéramos.
Nos pusieron en un hotel. No me imaginaba lo que venía en el futuro.
Objetos personales del padre Ignacio Ellacuría en el museo de la Universidad Centroamericana.
Nos interrogaban desde las 7 de la mañana a las 7 de la noche.
El hombre que yo pensaba era un doctor, entró un hombre en medio del interrogatorio y le dijo coronel, había venido de El Salvador, él mismo nos dijo.
En esos tres días que estuvimos, a mí el hombre me maltrataba mucho verbalmente, psicológicamente.
Me decía que yo no era la barredora de la universidad, que yo era comunista, una guerrillera, una ladrona, daba contra la pared el hombre cuando yo le contestaba que no era así. Yo me ponía a llorar porque le tenía miedo.
Mucho me había hecho hablar, desde las siete de la mañana hasta las siete de la noche, varios días. Estaba bien cansada, sólo tomábamos algo en el desyuno, no había almuerzo y nada hasta que regresábamos a la noche a comer.
Un jardín de rosas conmemora el sitio donde fueron encontrados los cuerpos.
El coronel me dijo, te voy a quitar ese pelo que tienes para que te dé vergüenza, te va a quedar el puro coco y hasta las pestañas te voy a quitar.
Entonces me cansé y les dije que no sabía nada. Ya me había cansado de que me estuviese maltratando.
Quedaron bien contentos cuando les dije que no iba a decir nada y me dijeron "eso hubieras dicho desde el principio".
Ya en la noche del jueves llegaron dos sacerdotes a salvarnos de ese lugar donde nos tenían presos. Vinieron dos abogados de derechos humanos y yo les dije, perdónenme, porque yo cambié mi testimonio, pero no aguantaba tanto sufrimiento.
Y me dijeron, no te preocupes, estamos aquí para ampararte y ayudarte.
Las ocho víctimas de la masacre fueron Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, Amando López, Elba Ramos y su hija Celina Ramos de 16 años.
Mi vida cambió totalmente. Cuando uno dice la verdad trae consecuencias porque nadie quiere oír la verdad.
Antes de que eso sucediera hace 25 años yo tenía felicidad, con todo mi gusto hacía la limpieza en ambos edificios, estábamos con la panadería y reíamos y salíamos sin aflicción ninguna.
Pero todo cambió. Mi persona todavía tiene secuelas de ese tiempo, me quedó ese miedo, al hablarlo todavía siento miedo".
BBC