domingo, 21 de septiembre de 2008

El Evangelio de hoy


Mateo 20:1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

El "Reino de Dios" que trata de explicar esta parábola, no es una ceremonia que premia y compara nuestro trabajo y nuestro tiempo entregado a Dios.
Los que trabajan por mucho tiempo en el campo de la virtud lo hacen, no para ganar premios, sino que para mostrar la bondad que experimentan por su relación con Dios.
Todo lo bueno que poseemos ha sido un regalo de Dios a través de otros.
Dios nos sorprende todo el tiempo con su generosidad.
"Fuí a la Gruta de Lourdes y me sentí alegre y feliz. Le dolor de espalda se me había ido; esas personas que me desesperan aún lo hacen; no soy una persona perfecta y no tengo todo lo que necesito cada día; pero el regalo estaba ahí - la generosidad del amor de Dios".
Unas líneas en un diario de una peregrinación a Lourdes.
Espacio Sagrado

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