lunes, 22 de junio de 2009

El papa venera al Padre Pío y advierte contra la secularización

RD/Efe
Domingo, 21 de junio 2009

El papa Benedicto XVI viajó hoy al santuario de Santa María de la Gracia, en San Giovanni Rotondo (sur de Italia), que acoge los restos del santo Padre Pío, y advirtió del riesgo de la secularización, además de expresar su preocupación por los refugiados. Siete años después de ser proclamado santo por Juan Pablo II, en la considerada canonización más multitudinaria de la historia de la Iglesia, el Papa Ratzinger veneró hoy los restos del capuchino Padre Pío de Pietrelcina, conocido como el fraile de los estigmas y venerado por millones de personas en todo el mundo.


Acogido por más de 50.000 personas, muchas de ellas extranjeras, Benedicto XVI visitó la celda en la que vivió el Padre Pío (1887-1968) en el convento del santuario de Santa María de la Gracia, se detuvo ante los objetos personales del santo y después veneró los restos del capuchino, expuestos desde el pasado año en una urna de cristal en la cripta del templo.Después el Papa ofició una misa en la que dijo que, "al igual que Jesús, el Padre Pío mantuvo su verdadera lucha no contra enemigos terrenales, sino contra el espíritu del mal, el diablo, del que se defendió con la armadura de Dios, con el escudo de la fe y la espada del Espíritu Santo" Tras resaltar la figura del santo, Benedicto XVI dijo que fue un "hombre humilde, de rezos y de sufrimientos" y que vivió su vida con la plegaria y la caridad (fundó un hospital, Casa de Alivio del Sufrimiento, uno de los más importantes del sur de Italia).


El Papa agregó que en la sociedad moderna la secularización y el trabajo desenfrenado hacen que las personas se olviden "de lo que es verdaderamente importante, escuchar a Cristo para cumplir la voluntad de Dios".


Benedicto XVI recordó que ayer se celebró la Jornada Mundial del Refugiado y pidió a los presentes rezar "por la difícil situación, muchas veces dramáticas de los refugiados".


"Muchas son las personas que buscan refugio en otros países huyendo de situaciones de guerra, persecuciones y calamidades. Acogerlo es un deber", afirmó el Papa.


El Padre Pío, conocido como el "apóstol del confesionario" y cuyo nombre de pila fue Francesco Forgione, nació en la aldea de Pietrelcina (Benevento, sur de Italia) en 1887.


A los 15 años comenzó a tener visiones y agresiones del diablo, según él mismo contó. Ingresó en los Frailes Menores Capuchinos y fue ordenado sacerdote en 1910, a los 23 años.Trasladado en 1916 al convento de San Giovanni Rotondo, fundó la Casa del Alivio del Sufrimiento, para acoger a los más necesitados, y a los 31 años comenzó a experimentar el fenómeno místico de los estigmas (llagas similares a las de Cristo clavado en la cruz).


Los estigmas se mantuvieron a lo largo de toda su vida. La herida del costado, al igual que los otros estigmas, manaba sangre con frecuencia y aún más durante la Semana Santa. Los de las manos los escondía bajo unos medio guantes de lana.


Los estigmas desaparecieron sin dejar huellas el 22 de septiembre de 1968, un día antes de su muerte.


Su persona comenzó a verse rodeada de una aureola de santidad, suscitando una amplia devoción popular que traspasó las fronteras de Italia e implicó incluso a gente no católica.
Pero junto a la fama de santo también sufrió fuertes críticas y humillaciones por parte de sectores del Vaticano y de la Iglesia italiana.


El Santo Oficio le abrió en 1931 una investigación y durante tres años no pudo celebrar misas en público. Se le acusó de "acariciar" a mujeres y de estar detrás de negocios turbios alrededor de su hospital.


Los estigmas la crearon muchos enemigos, entre ellos Agostino Gemelli, que le llamó "psicopático y liante, y monseñor Carlo Maccari, que dijo que en él reinaba el "demonio y la impureza".Tras años de investigaciones se demostró que todo era falso.


Entre quienes se confesaron con él se encuentra el papa Juan Pablo II. Se asegura que Padre Pío le profetizó que sería elegido Papa.


Juan Pablo II le beatificó en 1999 y le proclamó santo en el año 2002.


El santuario de San Giovanni Rotondo es el tercero más visitado del mundo católico, tras el Vaticano y el templo mexicano de la Virgen de Guadalupe, con ocho millones de fieles al año.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ETICA Y ESTETICA DE LA SANTIDAD:
Los Santos, es sabido, a menudo tienen rasgos grecojudios, o persas, cuando no son mulatos o "chulos" como Fray Escoba, nuestro queridisimo Martín de Porres, o Porras.
Los santos, por sabido se calla, por callarlo lo olvidamos, tienen un particular "olor" como a sudores, no siempre por falta de higiene (son o fueron bastante pobres, y tal vez descuidados), un "olor" como a tristeza o melancolía. Para decirlo claramente: un no tan leve olor a Locura.
Muy humanos y "demasiado humanos", entrañables, incodicionales del bien y del amor al prójimo, con sus larguisimas noches de angustiosa oración, con sus alegrias absolutamente pueriles, como que se caiga una papa redonda, o que estornude el gato.
Caritativos hasta la auto-inmolación, o el martirio, desinteresados, incomprendidos pero siempre amados, como no, persisten en lo bueno, lo benigno, lo amable, lo dulce... hasta que explotan de ira ante la palmaria injusticia, la desigualdad, el prejuicio, el cinismo, al que pueden presentirlo, y que parecen internalizar, precisamente para "transmutarlo".
SAN PIO no es hermoso. CRISTO en la cruz no es un bello efebo como a veces se lo representa.
Es más que eso: es SANTO. Ni siquiera es "bueno" en el sentido de las formalidades y conveniencias más bien egoistas de los saloncitos para el té, aunque...saben ganarse esos ambientes harto hipocritones para conseguir esas treinta monedarias de plata, con las que tienen pre-pensado a quien ayudar.
No parece sino una versión secularizada de la santidad, perdón: mañana trataré de hacerlo mejor:
Un santo, ay, Dios, ni siquiera es Justo, en el sentido re-invidicativo de innalienables derechos a ser defendidos, por la fuerza, no.
Se siente lo suficientemente indigno para sacar a latigazos a los mercaderes del templo. En cierto sentidos son mercaderes, los santos, venden un cuerpo, el cuerpo de Cristo, y su propio cuerpo, a las lacerantes penitencias, o al sayo del trabajo agotador en la profundidad de una selva, de una barriada, como "chaleco antibalas" de los que claman justicia, como pan de mil sudores saguiñolientos, por el amor de los pobres de Dios.
Y me sorprende. No tanto que el Espiritu Santo este amortajado de tanta humildad, al cabo humanamente ambivalente, sino que ESA Santidad siga floreciendo, con todo y ante todo, a pesar de los pesares, o quizás gracias a ellos, en medio de la "Católica Iglesia".
Gracias Tatita Dios.