sábado, 20 de junio de 2009

El Evangelio de hoy



Lucas 2, 41-51a


Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser. Al terminar los días de la fiesta regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda. Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos». El les contestó: «¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?» Pero ellos no comprendieron esta respuesta. Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret.


Hoy es la fiesta del Sagrado Corazón de María.

¿Cómo era su corazón?
¿Cómo sentía ese corazón?
¿Cuáles creo yo eran sus principales sentimientos?.
Y mi corazón ...
¿qué le falta para parecerse al corazón de Jesús? ...
Le dedico un momento a meditar sobre los cambios que requiere mi corazón …
¿Por donde comenzar? ...
Contemplo a José y María angustiados por no encontrar a Jesús...
¿qué situaciones de mi vida me recuerdan? ...

1 comentario:

Anónimo dijo...

PREGUNTAS...PREGUNTAS...
La filosofía es el arte de preguntar cosas que nadie puede contestar, excepto los poetas.
Bien, entonces, aqui va un manojo de respuestas que espero sean como flores a los pies de mi madre:
Maria sentía en su corazón lo mismo que sentía el pequeñito corazón de Jesús, latian al mismo pulso y compás, de cosas muy simples, como dónde encontar agua para el sediento, pan para el hambriento, y palabras cariñosas para el angustiado.
Esto se lo decian en un lenguaje sin palabras, hecho de miradas, silencios y murmullos, a JOSE, que se afanaba en encontar agua de verdad, y pan de verdad, porque palabras cariñosas si sabia dónde encontar...
En la oración, no quizás esa oración cortante y llena de fuerza, como la de Isaias, sino en otra, que sin ser débil, aunaba la fuerza del mar, y la ternura de los capullos...
"Mi Corazón". Es un viejo músculo, bastante nicotinoso y mal genio, lleno de preguntas metafísicas y diálogos de muertos,
lleno de ira por las injusticias sociales, que... a pesar de todo...
tiene "paz".
¿Cómo? No lo sé, seria presuntuoso de mi parte atribuirlo a la divina gracia operando directamente. Debe ser el recuerdo de las poesias que mi padre me leia, antes de yo saber rezar.
Debe ser el cariño de mi abuelo socialista, con su bigote blanco, su sombrero, y sus higos Navideños.
Y, sobretodo, sin duda, las oraciones que me enseñó mi madre, cómo se debe siempre ser compasivo con el caido, y amoroso aún ante la multiplicación de los desaires.
Por eso me da miedo, mucho miedo, a veces, un sentimiento de sorpresa y extrañamiento: ¿por que con qué cara de inamible juzgamos
a los que no han tenido ni padre, ni madre ni abuelos?
Hay mucho por hacer, pero hay tanto más por orar y esperar, en una Vigilia del Bien, que si se afana, si lucha, si se esmera, pero que no busca, ni puede buscar, la victimización de nadie.
De nadie.