lunes, 17 de noviembre de 2008

Premian a sacerdote argentino que trabaja por los más pobres de Madagascar

ROMA, 17 Nov. 08 / 05:02 pm (ACI).- El Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, Cardenal Renato Martino, anunció los premios de la Fundación San Mateo a personas que se han destacado por su solidaridad y justicia social. Una de ellas es el sacerdote lazarista argentino Pedro Opeka, quien trabaja por los más pobres de Madagascar desde 1989.


La Fundación San Mateo ha sido creada en memoria del Cardenal vietnamita François-Xavier Van Thuan, fallecido en 2002 y actualmente en proceso de beatificación. Esta institución promueve iniciativas que alienten la presencia de la Iglesia Católica en la sociedad a través del estudio, la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia y su humanismo integral y social.


La vida del P. Opeka

La agencia AICA relata que el periodista y escritor argentino Jesús Silveyra, en su libro "Un viaje a la esperanza", escrito después de una estadía en Madagascar, dice lo siguiente del Padre Opeka:


"El misionero de la Congregación de San Vicente de Paúl, Pedro Pablo Opeka, en 1970, con sólo 22 años de edad, llegó por primera vez a la isla. Hijo de eslovenos que emigraron a la Argentina tras la II Guerra Mundial, inició una historia de vida consagrada a los pobres y desposeídos que se extendería por más de 30 años en Madagascar".



Fue ordenado sacerdote en 1975 y retornó a la isla africana para hacerse cargo de la parroquia de la Misión de Vagaindrano en la selva oriental del sur de la isla. Durante 15 años se dedicó a la formación de cientos de jóvenes. Acostumbrado a vivir entre la gente humilde y necesitada, y debido al carácter inhóspito del lugar, contrajo diversas enfermedades estomacales incluso el paludismo.



En 1989 tuvo que dirigirse a Antananarivo, la capital de Madagascar, para hacerse cargo del seminario de los lazaristas. Ante la miseria que vio, el Padre se dijo: "tengo que hacer algo, esta gente no puede vivir así, Dios no lo quiere, son los hombres los que lo permiten, sobre todo los políticos que no cumplen lo que prometen".



"Una mañana, a mediados de 1989, Pedro se subió a su moto y partió hacia las colinas de Ambohimahitsy, donde la gente vivía en casas de cartón próximos al basurero municipal, en un estado que describiría como de un verdadero 'infierno'. Violencia, prostitución, consumo de drogas y alcoholismo, eran moneda corriente para aquella gente que repartía su vida entre los vicios, la mendicidad y el cirujeo en los basurales. Un hombre lo hizo pasar a su casucha de cartón de 1,20 m. de altura".


"Allí dentro, frente a un pequeño grupo, el padre Pedro les dijo: 'Si están dispuestos a trabajar, yo los voy a ayudar'. Palabras que marcaron desde el comienzo la filosofía de su obra, centrada en el trabajo y la educación. Y la gente aceptó la propuesta, dando comienzo a 'una historia de amor o aventura divina', como la define el padre Opeka".


Con la colaboración de jóvenes universitarios, muchos de los cuales él mismo había formado en su parroquia del sur de la isla, nació la Asociación Humanitaria Akamasoa; que significa en malgache "Los buenos amigos", con el objetivo de servir a los marginados y excluidos.


Silveyra explica que luego de 16 años de intenso esfuerzo, unas 17 mil personas viven en los cinco pueblos de la Asociación; 8 mil 500 niños asisten a las escuelas; 3 mil 500 personas trabajan en distintas actividades de Akamasoa, desde la explotación de canteras, fabricación de muebles y artesanías, hasta la prestación de los servicios comunitarios: educación, salud y mantenimiento."Cada pueblo cuenta con su dispensario y acaban de inaugurar un hospital. Más de 200.000 personas (el 1,5 por ciento de la población del país) pasó por su Centro de Acogida, donde reciben ayuda temporal y son encaminados a reorientar sus vidas", relata.

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