Si miramos retrospectivamente la historia de la CVX, se nos puede venir la imagen de una flor en capullo. La espiritualidad ignaciana, la comunidad y la misión, pilares fundamentales del estilo de vida CVX (y de las Congregaciones Marianas que nos anteceden), estuvieron presentes desde los inicios.
Sin embargo, únicamente paso a paso, profundizando en cada una de las fuentes específicas, respetando el ritmo de cada comunidad, las características de los respectivos períodos históricos y leyendo los signos de los tiempos, la “flor” alcanzará su madurez completa.
En cada etapa de nuestra historia, hemos sido llamados a profundizar un aspecto diferente: en los primeros años de renovación, era importante volver a las fuentes de nuestra espiritualidad ignaciana.
Luego, a finales de los años 70 y principios de los 80, la dimensión comunitaria de nuestra vocación nos invitaba a dar el paso de una Federación Mundial a una Comunidad Mundial. En todo momento fue crucial el tener siempre presentes todos los pilares.
Ya en los años 80 la misión común cobró impulso en la CVX. Durante la década de los 90 se hizo más profunda la conciencia de querer llegar a ser una comunidad apostólica, la misma que fue asumida en 1998 por la Asamblea de Itací (Brasil) cuando la Comunidad Mundial se centró en el tema: “Profundizando nuestra identidad como cuerpo apostólico – clarificando nuestra misión común”.
proyecto 135
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