jueves, 14 de febrero de 2008

Congregación General 35: en la prensa

Antonio Delfau sj
La tradición de estar en la encrucijada
El trabajo de la Congregación General XXXV, reunida en Roma desde el 7 de enero, no sólo se ha concentrado en la elección del nuevo Padre General de la Compañía de Jesús, el sacerdote español Adolfo Nicolás, S.J. También tendrá que abordar materias importantes junto a la nueva autoridad. Entre ellas: la identidad del jesuita del siglo XXI, el valor y significado del voto de obediencia al Papa, la misión de la Compañía en el actual contexto de globalización y también de marginación de diversos sectores de la sociedad mundial. Además, deberá reflexionar sobre la vida comunitaria de los jesuitas, la obediencia apostólica y la pastoral vocacional.
San Ignacio de Loyola describe de un modo magistral en las Constituciones la figura del General. En primer lugar, dice que debe ser un hombre “muy unido con Dios, nuestro Señor, y familiar en la oración”. Los jesuitas reunidos en Roma han elegido a un hombre inspirador y abierto a los desafíos de nuestro tiempo.
Adolfo Nicolás, S.J., tiene una sólida formación académica como teólogo, don de mando y experiencia de gobierno, pues ha sido Provincial del Japón y Moderador de la Asistencia de las provincias jesuitas de Asia. Es un buen comunicador y conoce varias lenguas: el japonés lo domina y habla sin acento. También maneja muy bien el inglés e italiano, el español —su lengua madre— y catalán.
San Ignacio consideraba que lo más importante es que al General no le falte “mucha bondad, amor a la Compañía y buen juicio”. Y, sin duda, el padre Nicolás tiene estas cualidades en abundancia.
La Congregación General ha querido elegir a un hombre muy cercano a la línea del padre Pedro Arrupe, quien guió a la Compañía después del Concilio Vaticano II. Con él, el padre Nicolás no sólo comparte España como tierra natal y Japón como patria apostólica, sino también un nítido compromiso con la misión esencial asumida por los jesuitas. Me refiero a la fórmula aprobada en la Congregación XXXII de 1972, que considera fe y justicia como dimensiones inseparables del Evangelio y que los jesuitas de todo el mundo han buscado concretar a través de muy diversos esfuerzos en sus trabajos apostólicos.
En América Latina, Asia y Africa no pocos han muerto asesinados por defender a los más débiles, pobres y explotados. No olvidemos que ya muchos años antes la preocupación por la justicia fue central en la vida y obra de san Alberto Hurtado.
Qué significativas fueron las primeras palabras del padre Nicolás en la Misa de Acción de Gracias después de su elección, mencionando en ellas a los marginados, empobrecidos y sufrientes como «las naciones» a las que los jesuitas estamos llamados a servir. El Prefecto de la Congregación de la Vida Consagrada, cardenal Franc Rodè, en la misa inaugural de la Congregación General —junto a la tumba de San Ignacio de Loyola y del padre Pedro Arrupe— recordó un desafío importante para la vida religiosa en general y para los jesuitas en particular: restaurar el sensus Ecclesiae. Se refería al amor a la Iglesia que se debe traducir en creer en ella y obedecer a su Jerarquía. Se refirió en particular al peligro de desorientar a los fieles con interpretaciones doctrinales que no son las del Magisterio.
El mismo cardenal admitió, sin embargo, que una cierta tensión estará siempre presente pues al mismo tiempo que llamaba a los jesuitas a una mayor adhesión a la Jerarquía, reconocía que “la separación siempre creciente entre fe y cultura era un impedimento grave para la evangelización”.
Y por eso les pidió seguir con la tradición de la Compañía que siempre “se ha colocado en la encrucijada entre la Iglesia y la sociedad, entre la fe y la cultura, entre la religión y el secularismo”. Al pedir a la Compañía que retenga estas “posiciones de vanguardia tan necesarias para transmitir la verdad eterna al mundo de hoy, con lenguaje de hoy”, estaba admitiendo los riesgos que estos desafíos conllevan.Por eso es muy emocionante que, con todas las dificultades, malos entendidos y fricciones que ha habido entre la Santa Sede y la Compañía en el pasado, se nos siga pidiendo que seamos fieles a nuestra tradición.Y se reconozca que en esto está nuestro mayor servicio a la Iglesia. “No abandonéis este reto”, nos pidió expresamente el cardenal Rodé. Nos parece que la Congregación General reunida en Roma ha comenzado a responder ya a estos anhelos al elegir como nuevo Prepósito General de la Compañía de Jesús a un jesuita tan apropiado para estos desafíos como es el padre Adolfo Nicolás.
La Segunda,
11 de febrero de 2008

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