sábado, 7 de marzo de 2009

El Evangelio de hoy



Mateo 5. 43-48.


“También han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así. Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto.


¿Quiénes pueden ser mis enemigos? …
¿Quiénes siento que están en contra mía? …
¿Quiénes siento que me persiguen? …
Traigo a mi memoria sus nombres …
sus rostros.
Son también hijos del Padre. …
Aunque me parezca difícil le pido al Señor por ellos.
Le pido a Jesús ayuda para comenzar a amarlos, …
parto orando por ellos, …
por sus vidas, …
aunque no sienta su amor hacia mi, intento comenzar un proceso para amarlos cada día más. Recuerdo que nada es imposible para El.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El ser HUMANO no puede ser perfecto, que seria aunar la inteligencia plena con el amor pleno, es un Ideal al cual tender,
pero, si por una leve falta nos sentimos culpables, ¿esa culpa es buena, nos hace crecer, o no hunde en la angustia paralizante?
El Amor al Enemigo en cambio es del todo conveniente porque, no hay motivos realmente racionales o lógicos para el odio, y muchos motivos iteligentes para el Amor.
Sin embargo, aborrecemos las cosas malas de un modo sanamente instintivo, buscamos la concordia, no la complicidad hipócrita, pero si la reunión en torno a la verdad.
Solo el Bien se mostrará como verdadero.
Por eso los que actualmente creen que poseen la Unica Llave de lo Divino, deberian recordar que todos somos iguales para el infinitamente inteligente Amor de Dios, que a nadie excluye, y que es, en si mismo un Misterio insondable, como lo es el alma de nuestro prójimo y también la nuestra.
Normalmente no perdonamos a quien no se muestra digno de perdón, no sea cosa que nos clave un puñal por la espalda.
Y eso concuerda con: "No hecheís vuestras piedras preciosas a los Cerdos, no sea cosa que las hollen con sus patas y, revolviéndose, os despedacen" (Evangelio Canónico)
Recomendado: "Los Misterios de Jesús", de T. Freke y Peter Gandy.-