La dogmática-sistemática de Ratzinger, la lingüística de Kolvenbach y la socio-pastoral de Nicolás son complementarias.
Si Ratzinger es comunión y Kolvenbach comunicación, Nicolás es mediación (esa palabra tan típica de la filosofía de Paul Ricoeur).
No digo convergentes, sino complementarias. Convergencia sería demasiado forzado y redondeado. La complementaridad incluye interacción y transformación mutua. Concretamente, en el tema de la Eucaristía los tres se complementan contrastadamente.
Ratzinger rezuma herencia agustiniana y, como se vió en su primera homilía de Papa, pone en el centro de su teología la liturgia eucarística; le preocupa que la eucaristía sea auténtico sacrificium laudis e insiste en que, al confesar el credo, la doxología precede al dogma.
Kolvenbach destila por todos los poros de sus cartas y mensajes la tradición lingüística en que se formó; conciliador y dialogante, restaurador de comunicaciones bloqueadas, resalta en sus meditaciones de Ejercicios la importancia de la Eucaristía como comunicación que construye la unidad de la iglesia a la vez que la expresa.(1)
Nicolás articuló en sus clases de escatología la hermenéutica de los símbolos de Paul Ricoeur (evitando lecturas “mágicas” del bautismo o interpretaciones sesgadas de los “novísimos” en la escolástica post-tridentina) . En sus cursos del Instituto de Pastoral Asiática de Manila, en los de la Facultad de Teología de la Universidad Sofía y en el Seminario diocesano de Tokyo, renovó en perspectiva semiótica y socio-cultural la enseñanza de la teología pastoral sobre los sacramentos, acentuando la inseparabilidad de eucaristía y justicia, de actualización de la fe y compromiso social.
Llamadas a complementarse estas tres visiones, las tres han apelado (como se podría comprobar con una larga lista de citas de los tres autores) al documento más integrador producido por el Papa del siglo XX con mayor preocupación por integrar. Me refiero, evidentemente, a la exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI. Para el Papa que condujo a buen puerto la nave del Concilio Vaticano II, la articulación de liturgia, credo y praxis, no como compartimentos estancos, sino triangularmente articuladas, era fundamental. La clave de esa articulación era para Pablo VI la Eucaristía, a la que llama en el citado documento “respiración de la iglesia”.
Precisamente la respiración es la gran palabra clave de la inculturación de la fe en Asia, donde la teología del Espíritu y el enfoque pneumatológico de la cristología están llamados a ser eje de integración de la inculturación, la liberación y el diálogo interreligioso.
Pablo VI propuso su visión de la evangelización en la Evangelii nuntiandi, recogiendo las propuestas del Sínodo. A la salida del Sínodo habían preguntado los periodistas a Arrupe, que respondió en el acto resumiendo intuitivamente con tres palabras: “Practicar, proclamar y celebrar” (en inglés dijo: committment, proclamation and celebration).
Con esa orientación hizo su tesis el actual arzobispo de Tokyo, monseñor Okada, que estructuró y divulgo en japonés la triple propuesta de Evangelii nuntiandi: empezar practicando, guiar hacia la proclamación y compartir la celebración; para luego salir de la celebración de nuevo a la praxis y redescubrir desde ella nuevas formas de proclamación; y como clave de este triple movimiento, el Espíritu nos hace practicar, proclamar y celebrar.
Para reactualizar en la iglesia del siglo XXI esta línea pastoral y misionera tan evangélica, será fructuosa la complementaridad dialéctica de las tres teologías citadas; la teología doxológica de comunión (Ratzinger), la teología dialógica de comunicación (Kolvenbach) y la teología escatológica y sociopastoral de mediación (Nicolás).
NOTA:(1) Añadiré, en nota de pie de página y como gratitud al P. Kolvenbach, que la última entrevista en la Civiltá confirma su coherencia. En ella alude al esfuerzo de los teólogos en la frontera. Coincide con una de sus primeras cartas a los jesuitas, recién elegido superior general; entonces dijo que hay dos prioridades en la iglesia, promover la unidad ad intra y ser mediación ad extra; dos opciones, la unidad intraeclesial y la proyección hacia fuera en la misión. Crípticamente insinuaba entonces, sin mencionar nombres, la dualidad Juan Pablo II-Pedro Arrupe. Esa carta inspiró la reflexión sobre la necesidad de sentirse iglesia, tanto al sentir con la iglesia –prioridad ad intra-, como al disentir en la iglesia –prioridad ad extra- . Hay que agradecer al P. Kolvenbach la coherencia en mantener desde el principio al fin el equilibrio entre ambas prioridades. Me consta de dos ocasiones en que tanto el P. Kolvenbach como el entonces Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, cardenal Ratzinger, pusieron en práctica este equilibrio en la manera de tratar un texto teológico controvertido).
Juan Masiá Clavel
Jesuita, Profesor de Ética en la Universidad Sophia (Tokyo) desde 1970, ex-Director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas, Asesor de la Asociación de Médicos Católicos de Japón, Consejero de la Asociación de Bioética de Japón, Investigador del Centro de Estudios sobre la Paz de la Sección japonesa de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (WCRP), Colaborador del Centro Social “Pedro Claver”, de la Compañía de Jesús en Tokyo.
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