Nos sorprende y apena la actitud inmisericorde del obispo de Olinda y Recife, José Cardoso, que fulminó excomuniones contra los médicos que practicaron legalmente un aborto a una niña de nueve años que esperaba gemelos tras haber sido violada por su padrastro.
La imagen del obispo disparando excomuniones me parece anacrónica y peligrosa, como la de un niño que empuña un arcabuz viejo de la armería de su padre y juega con él a piratas del Caribe. Las armas las carga el diablo, dicen, y no sería la primera vez que el juego se torna accidente letal. En el caso de este obispo, se puede decir que falló varios disparos y con el último se hirió a sí mismo.
Disparar excomuniones no sirvió para salvar ninguna vida; no sirvió para ayudar a la niña víctima; no sirvió para presionar los profesionales sanitarios que actuaron legalmente; no sirvió para prevenir las agresiones y malos tratos a las mujeres por parte de violadores.
Para lo único que hizo efecto el disparo de la excomunión fue para herirse a sí mismo y a la iglesia que representa. Con su actitud inmisericorde ha cometido un acto de violencia, que hace un flaco favor a las vidas que pretende proteger. Más le valdría denunciar los malos tratos a las mujeres y recomendar las medidas de prevención, incluidos los recursos anticonceptivos.
Y repasar los criterios de moral para situaciones límite, con el fin de saber cuándo es irresponsable llevar adelante un embarazo con serio peligro para la madre y en qué casos se debe interrumpir el proceso de gestación antes de que sea demasiado tarde para ello. En casos como éste la pregunta correcta del moralista no es si se puede interrumpir el proceso, sino si es irresponsable el permitir que siga adelante y, por tanto, hay más bien obligación moral de interrumpirlo.
Juan Masiá Clavel
Jesuita, Profesor de Ética en la Universidad Sophia (Tokyo) desde 1970, ex-Director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas, Asesor de la Asociación de Médicos Católicos de Japón, Consejero de la Asociación de Bioética de Japón, Investigador del Centro de Estudios sobre la Paz de la Sección japonesa de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (WCRP), Colaborador del Centro Social “Pedro Claver”, de la Compañía de Jesús en Tokyo.
1 comentario:
EL JESUITA JUAN CLAVEL tiene razón en sus argumentos.
La excomunión es una sanción anacrónica e inconducente.
Cuando celebramos el Dia Internacional de la Mujer debemos tomar consciencia de sus derechos, al trabajo, a la salud, a la protección de su infancia, de su familia, y de sus propias decisiones éticas.
Es una desviación patriarcal, propia del derecho inquisitorial, si lo hubo, pensar o sentir que la mujer debe tener una virginidad siempre dispuesta al parto, sea o no fruto de un acto voluntario de amor.
Por eso somos partidarios de la integralidad de sus Derechos Femeninos, y además propiciamos un cambio de actitud por parte de la Jerarquía Conservadora.
Cuando se cuestiona Vaticano II, cuando se suspende a teólogos progresistas, y con la otra mano se encubre a los curas pedófilos, en tanto que auténticas vocaciones sacerdotales son vistas con envidia, entonces, la Iglesia debe cambiar profundamente. Era lo que decían, en el fondo, Juan XIII y por cierto Juan Pablo I.
Se hace cada vez más necesario un Vaticano III porque, sinceramente, el catolicismo corre el riesgo de volverse una Secta más, al servicio no del pueblo de Dios, sino de la Logia de Poder P-2
"Id, pues, con cuidado" (nos decia Jesús, ¿no?)
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