Mateo 5. 13-16.
Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea.
Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa., Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.
Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa., Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.
Pienso en aquellas personas a quienes he ayudado.
En aquellas pequeñas o grandes obras donde he participado y he sido luz para otro.
En los rostros de quienes algunas veces me han dicho: “¡gracias!”.
Pienso en cómo esas obras pueden multiplicarse si entusiasmo a otros.
En los frutos de esas buenas acciones si fuéramos muchos. …
¿Qué siento?
¿Cómo contagiar?
¿Cómo dar a conocer con humildad lo que puede ser más luz, más Reino construido?
¿Cómo hacer que estas obras más extendidas sean más gloria del Padre?
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