Mateo se convierte a la fe, simplemente, porque le llama Jesús. Deja su oficio de recaudador de impuestos al servicio de los romanos para seguir, pobre, a un Mesías también pobre. Abrahán, lo dice Pablo, “esperó contra toda esperanza”. Ejemplos difíciles, nadie –o casi nadie—deja el dinero y la comodidad para seguir a “un desconocido”. Y Mateo desconocía a Jesús. Y Abrahán tampoco conocía a ese Dios que le invitaba a irse lejos, siendo ya muy anciano. Hemos de reflexionar sobre estos dos hechos que nos narra la liturgia de hoy y salir, de una vez, de nuestro estancamiento.
Betania
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