Cuenta Maria Paz López en La Vanguardia que cuando el 28 de octubre de 1958, hace hoy cincuenta años, los cardenales reunidos en la capilla Sixtina eligieron Papa a Angelo Giuseppe Roncalli, poco imaginaban el vuelco que iba a dar a la Iglesia católica del siglo XX. En el delicado equilibrio de tendencias que gobierna todo cónclave, el que eligió a Juan XXIII vio en él a un tranquilo Papa de transición. Tras el largo pontificado de 19 años de su predecesor, Pío XII, la avanzada edad del patriarca de Venecia -Roncalli iba a cumplir 77 años- hacía pensar en un tránsito rutinario por la silla de san Pedro. Sin embargo, el elegido dejó de una pieza a sus electores, ya desde el primer día. Decidió llamarse Juan, nombre que ningún Papa tomaba desde hacía siglos. Luego, en sus apenas cinco años de pontificado, revolucionó una Iglesia que amaba hasta el punto de comprender lúcidamente que precisaba una puesta al día.
Así, para pasmo de buena parte de la curia romana, sólo tres meses después de su elección anunció que convocaría un concilio ecuménico. Fue el concilio Vaticano II, cuya ingente labor de análisis de "los signos de los tiempos" prosiguió a la muerte de Roncalli en 1963. Lo clausuró su sucesor, Pablo VI, en 1965. El concilio trajo lo que los italianos llaman aggiornamento:misa en lengua vernácula, mayor papel de los laicos en la vida eclesial, apertura ecuménica e interreligiosa, aceptación de la libertad religiosa como derecho individual...
"En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad -dijo Juan XXIII al abrir el concilio el 11 de octubre de 1962, aludiendo a la actitud de la Iglesia católica en siglos anteriores-. Quiere ir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más que renovando condenas". Aquel concilio dio a la Iglesia un rostro amable similar al del propio Papa, cuyo buen humor y afabilidad, unidos a su experiencia diplomática -había sido visitador apostólico en Bulgaria, Turquía y Grecia, y nuncio en Francia- le granjearon con rapidez el afecto de los católicos.
Apodado el Papa Bueno,fue beatificado en septiembre del 2000 por Juan Pablo II, quien ese día calificó el Vaticano II de "intuición profética de aquel Pontífice, que inauguró una estación de esperanza para los cristianos y para la humanidad". Las consecuencias del concilio son aún ahora objeto de debate eclesial, y de no pocas tensiones internas entre sectores tradicionalistas y progresistas. Para los primeros -que acusan a los segundos de haberse apropiado del Papa Bueno-,el concilio no fue rupturista, sino que ha sido leído en esa clave. Para los segundos, el concilio modernizó como nunca a la Iglesia.
De origen humilde, Angelo Roncalli (Sotto il Monte, Bérgamo, 1881-Roma, 1963) es también recordado por dos encíclicas fundamentales: la social Mater et magistra,en la que vio aceptable un socialismo moderado; y Pacem in Terris,sobre la paz mundial. Muy evocada es su intervención en la crisis de los misiles de Cuba, que en 1962, en plena guerra fría, enfrentó a Estados Unidos y la URSS. También combatió el antisemitismo; en 1959 eliminó la expresión "pérfidos judíos" del mensaje pascual.
Para recordarle, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, presidirá esta tarde una misa en la basílica de San Pedro. Al terminar, Benedicto XVI irá a la basílica a rezar ante sus restos, y pronunciará un discurso.
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