domingo, 19 de octubre de 2008

el Evangelio de hoy


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:-- Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:-- Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-- ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
-- Del César.
Entonces les replicó:
-- Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Palabra del Señor
DIOS Y EL CÉSAR
Por José María Maruri, SJ
1.- Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios… Tratar de fundamentar en esta escueta frase toda la teoría de la separación de la Iglesia y del Estado me parece un poco atrevido. Entre otras cosas porque el Señor no habla de César e Iglesia, si no de César y Dios. Y si se puede hablar de campos del Estado y de la Iglesia decidme a mi qué campo queda fuera de Dios o que César se escapa de la sumisión que todo hombre debe a Dios, lo reconozca o no, crea en él o no. Y no se puede adecuar la Iglesia con Dios porque ni la Iglesia católica tiene la exclusiva de Dios.
2.- Son muchas las formas que puede tomar un César, desde la de la corona de laurel y la toga, a la de sentado en un trono de oro y cubierto de armiño, o a la del enorme corpachón con bandera roja en la mano y un puño amenazador en alto, o, simplemente, la de un partido político con el rodillo parlamentario en la manoPero es notable que todos que en todos estos Césares han coincidido en tomarse un enfado tremendo, por así decir, cuando la Iglesia arremete contra el aborto o a la eutanasia, ya vigente en nuestros hospitales, o contra la corrupción moral teledirigida (nunca mejor dicho por lo de la televisión), la libertad de educación religiosa y la igualdad de oportunidades para todos, sin referencia al carné político que se lleve entre los dientes o las bufandas que se reparten los directivos de los ministerios cuando de acerca el fin de año fiscal.Entonces el grito común de todos los césares es “los curas se meten en política, a la sacristía con ellos” que es un eufemismo de lo que hace años se hacía con ellos que era llevarlos al paredón. Y lo hemos visto hace menos años en el Salvador: cura que salga de la sacristía y hable contra el césar de turno se la juega.
3.- El hombre es imagen de Dios, moneda de Dios (aunque algunos seamos la “falsa monea” como dice la canción). Y ningún hombre es imagen de ningún césar humano que pueda reclamar derechos sobre él.Y cuando un pobre padre de familia por la supervivencia de los suyos se somete a un césar o a un partido, él mismo se degrada. El césar por muy democrático que se proclame es un verdadero tirano. Y no digamos cuando empiece a trasladar de aquí para allá a los empleados que le molesten, y con toda la legalidad naturalmente que para eso están las leyes, entonces del césar se convierte en un cuatrero de película del Oeste, falsificando a fuego las marcas de una ganado que nunca fue suyo, porque el único que es Pastor y Bueno es Dios, y que reclama a sus ovejas.
4.- Dad al César lo que es del César… ¿Pero, en definitiva, qué es del César? Nada, ni los impuestos, porque si los hay no son para bufandas y mordidas, sino para que el César de turno se preocupe de que el pueblo que lo ha elegido tenga un mejor vivir, más libre y no para que unos se muevan en “Mercedes” por Madrid y otros –ya muchos—duerman en pleno invierno en las calles.¿Dad al César? No será muchas veces el César el que tiene que restituir a los pobres, a los sin voz, a los excluidos por prejuicios políticos, a las víctimas de una justicia lenta e injusta, a los marginados por raza, color, política o religión.El Señor nos viene a decir que seamos cívicos, pero no tontos, porque la dignidad de ser hijos de Dios nos iguala a cualquier césar terrenos que nos quiera explotar.
Betania

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