lunes, 3 de marzo de 2008

El Evangelio de hoy


Juan 4. 43-54



Pasados esos dos días, Jesús salió de Samaria y siguió su viaje a Galilea. Porque, como él mismo dijo, a un profeta no lo honran en su propia tierra. Cuando llegó a Galilea, los de aquella región lo recibieron bien, porque también habían ido a la fiesta de la Pascua a Jerusalén y habían visto todo lo que él hizo entonces.
Jesús regresó a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había un alto oficial del rey, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Cuando el oficial supo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a su casa y sanara a su hijo, que estaba a punto de morir. Jesús le contestó:
—Ustedes no creen, si no ven señales y milagros.
Pero el oficial le dijo:
—Señor, ven pronto, antes que mi hijo se muera.
Jesús le dijo entonces:
—Vuelve a casa; tu hijo vive.
El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue. Mientras regresaba a su casa, sus criados salieron a su encuentro y le dijeron:
— ¡Su hijo vive!
Él les preguntó a qué hora había comenzado a sentirse mejor su hijo, y le contestaron:
—Ayer a la una de la tarde se le quitó la fiebre.
El padre cayó entonces en la cuenta de que era la misma hora en que Jesús le dijo: “Tu hijo vive”; y él y toda su familia creyeron en Jesús.



Jesús manifiesta su molestia por quienes solo creen ante “señales y milagros” …

¿y mi fe? …

¿requiero de milagros para creer? …

¿qué le pido normalmente al Señor? …

¿Cómo es mi relación con El? …


¿Hay situaciones especiales en mi vida en que siento que Jesús ha actuado milagrosamente? … ¿Cuáles? …

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