domingo, 9 de marzo de 2008

Conversación con P. Adolfo Nicolás

Conversación con P. Adolfo Nicolás


Trascripción de una conversación del Padre General con Tom Rochford, Pierre Bélanger y Dani Villanueva, equipo de comunicación de la Congregación General 35, el domingo 10 de febrero de 2008.

Descargar la transcripción completa de la conversación.



"entonces estás preparado para escuchar y entender no sólo las palabras sino la “música” de la experiencia de los demás"


El ser católicos de mis padres era una forma de catolicismo popular que en Castilla era muy fuerte, omnipresente, y tradicional. Pero el hecho de estar en constante movimiento les hizo, especialmente a mi madre, extremadamente flexibles. Ella siempre encontró la forma de adaptarse a las diferentes situaciones de manera que al final de sus días era una experta consejera. Nunca estudió nada tras la escuela primaria, pero era la consejera de prácticamente toda la vencidad. Los vecinos venían a menudo buscando su opinión y ella era siempre abierta y flexible en su forma de acompañar a la gente.
Si les preguntásemos a ella o a mi padre qué es lo que pensaban, sus respuestas serían las clásicas del pensamiento católico tradicional. Pero cuando la gente venía a ellos con sus problemas, entonces las respuestas se abrían a multitud de posibilidades. Ellos conocían la teoría, lo correcto, pero también tenían un enorme sentido de adaptación y comprensión de las circunstancias concretas. Creo que eso me ha influido mucho, especialmente cuando has de moverte en otras culturas y te das cuenta de cómo la gente pasa por experiencias totalmente distintas a las tuyas. Entonces es cuando estás preparado para escuchar y entender no sólo las palabras sino la “música” de la experiencia de los demás.
Creo que mis padres me han influido mucho. A menudo, cuando estudio el por qué de mi forma de reaccionar y actuar ante determinadas situaciones, puedo entenderme yendo a estos elementos de mi historia que os acabo de contar.



"la historia y la realidad son más fuertes que las ideas"


Sobre el Japón, la providencia y la historia se mezclan de nuevo. Nunca me presenté voluntario para el Japón y no sabía demasiado sobre este país. Cuando estaba en el juniorado el entonces Padre General Janssens escribió una carta a toda la Compañía pidiendo voluntarios para muchos sitios. Escribió: “se nos pide gente desde diversas partes del mundo así que, los que sintáis la llamada, por favor ofreceros.” Yo pensé: necesitan ayuda y soy jesuita. Me parecía obvio que ser jesuita era una vocación universal y por lo tanto no era un jesuita para España sino alguien dispuesto a ir a cualquier parte.
Así que me ofrecí al principio de los estudios de filosofía. Hay que decir que mi provincial no estaba muy contento porque el tenía otros proyectos para mí: ya me había designado para estudiar dos años de filosofía y luego estudiar matemáticas para ser profesor en Madrid. Al cabo de un mes me llamó y me dijo “usted ha escrito al Padre General ofreciéndose para las misiones, pero aún está a tiempo de decir que no.” Yo le contesté: “Me he ofrecido e iré.” Me preguntó: “¿Qué tal le parece Japón?” Yo contesté: “Bien.
”Fue todo un reto. Al abandonar su despacho pensé: “Japón… ¡eso quiere decir que me voy a tener que pasar la vida estudiando!” La imagen que yo tenía de Japón era de una cultura muy elevada, una lengua difícil, etc. Y creo que estaba en lo cierto. ¡He tenido que estudiar toda mi vida!
Así que cambió todo. Acabé la filosofía y orienté el resto de mi formación hacia el Japón. Creo que no fue fortuito. Es una de esas cosas que pasan en la historia pero que a posteriori se puede decir que fue la mejor elección. Si yo hubiera tenido que escoger el lugar donde ser misionero hubiera escogido América Latina, África u otros lugares donde había más necesidades visibles, pero pensándolo bien fue la mejor elección porque desde el principio me pareció que Japón y yo encajábamos muy bien. Me sentí en casa con el japonés y la forma de ser de los japoneses. Yo no soy el típico español espontáneo, explosivo y todo eso. Soy una persona tranquila. Este modo de ser iba muy bien en Japón y me encontré muy a gusto en todo momento.



"Me ha ayudado mucho la insistencia de la espiritualidad asiática, tanto la hindú como la budista, en la interioridad, en esa paz que viene de dentro, que rebosa, que te rodea…"


Un aspecto de la Escritura que me conmueve son los textos que hablan de vida en el Espíritu. Creo que Asia me ha ayudado mucho a descubrir esto. La insistencia de la espiritualidad asiática, tanto la hindú como la budista, en la interioridad, en esa paz que viene de dentro, que rebosa, que te rodea… Esto suscita en mi una intensa imagen del Espíritu como respuesta. No puedo entenderlo como alguien hablándome al oído o cosas así, sino como el Espíritu de Dios que me llena, me inspira, me alienta. Me gustan todas esas canciones sobre el Espíritu como consolador, proveedor de auxilio, descanso; de verdad siento que el Espíritu es inspirador para mí, para todos nosotros.
Mi preferencia por los textos de la Escritura sobre la indiferencia muestran donde se puede identificar la influencia ignaciana—aunque también del ambiente budista en el que he vivido tantos años. Me han inspirado desde el noviciado. “El que quiera ganar su vida la perderá.” O “¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo si se pierde a si mismo?” Ahí veo una total confluencia con el budismo.
El núcleo de la espiritualidad budista es la indiferencia ante los resultados de tu esfuerzo. Esto está lleno de sentido. No es indiferencia respecto a las cosas: yo tengo apegos, me gusta la gente, me gustan las cosas, me gusta trabajar, y muchas otras cosas. Pero uno ha de estar indiferente ante lo que pase. Sería como la famosa frase atribuida a San Ignacio: “Trabaja como si todo dependiera de ti sabiendo que todo depende de Dios.” Se trata de la indiferencia: haz las cosas lo mejor que puedas, pero recuerda que eres sólo un siervo, así que deja que las cosas fructifiquen por si mismas. Deja a Dios hacer su trabajo.



"¿Dónde encontramos nuestros gozos? creo que a veces tenemos gozos muy caros, mientras la vida nos muestra como esta gente encuentra gozos sencillos que realmente llenan de esperanza."


Allí entendí por qué algunas personas sin una formación teológica o una educación formal tienen un profundo contacto con Dios. Siempre me ha impresionado esto, y yo mismo desearía tener esa familiaridad, esa facilidad para relacionarme con Dios. Ahí ha habido siempre un reto para la comunidad católica japonesa, que ve con asombro la familiaridad de los más pobres con el mundo religioso. Esto contrasta en gran medida con la tradición budista o confucionista, tendente a maneras muy formales en los espacios sagrados. La Iglesia Japonesa tiene un rostro muy serio, muy marcado por la limpieza y la pureza.

Los filipinos, sin embargo, van a la iglesia como si ésta fuera una extensión de sus hogares. Allá se sienten totalmente en casa, hablan unos con otros y se sienten felices estando delante de Dios. Cantan, bailan, y los niños juegan y corren alrededor.


Esto resulta chocante para muchos japoneses, pero empiezan a intuir la fuerza de esta experiencia de Dios en la que la Iglesia es fuente de gozo y esperanza para personas que están teniendo grandes dificultades. Esto abre los ojos, y no sólo a los japoneses. Yo me pregunto muchas veces “¿Dónde encontramos nuestros gozos?” creo que a veces tenemos gozos muy caros, mientras la vida nos muestra como esta gente encuentra gozos sencillos que realmente llenan de esperanza. Esta realidad siempre confronta y es de gran ayuda para la vida espiritual, pues la hace más realista, concreta, con los pies en la tierra, y muy centrada en las relaciones personales.




"algo que es básico para provocar un cambio de cualquier tipo es el encuentro"



Yo no diría que mi tarea es unir al Occidente y al Oriente, pero creo que puedo facilitar algo que es básico para provocar un cambio de cualquier tipo: el encuentro. Al conocer a gente diferente, y conocerla en profundidad, comienza a producirse una transformación. Mi esperanza es poder ayudar a la Compañía a tener este encuentro, comenzando con los Jesuitas en la Congregación General. Quisiera que nos acercáramos sin barreras, sin prejuicios, para que conocernos los unos a los otros. De esta manera podremos apreciar lo que el otro nos puede aportar.
Esta es la mejor forma para el unir al Oriente y al Occidente. Una propuesta académica nos puede ayudar a poner las bases, nos da los términos teóricos, pero son los encuentros personales los que hacen la diferencia. Creo que esto se aplica tanto en nuestros apostolados sociales, espacios interculturales, o en la misma espiritualidad.

Cuando Francisco Xavier estaba en la India, no tenía ojos más que para su teología y su particular escuela, pero cuando llegó a Japón se involucró con la gente, y creo que esto es extremadamente importante. Allí conoció verdaderamente a la gente y se dio cuenta de que sus formas no eran del todo correctas. En Japón comenzó a escuchar, a respetar, a admirar… y esto le transformó y cambió su manera de ser misionero, iniciando un estilo que después adoptaron Valignano, Ricci y muchos más. Xavier fue quien logró hacer ese cambio y pienso que es en esa transformación en donde pude ver su grandeza, que hoy sigue siendo una gran inspiración para mí. Así que no es el Xavier fogoso quien más me inspira, sino aquel con la habilidad para transformarse y cambiar. Aquel que dice: ¡Tengo que aprender!

sjweb35

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