Mañana despejada en Roma… Dios nos regaló esta mañana un día completamente despejado en Roma… parecía como si se augurara la transparencia y claridad con la que íbamos a vivir la elección del trigésimo Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Adolfo Nicolás. Ya a esta hora, los medios de comunicación han ofrecido abundante información sobre su vida y milagros. No pretendo añadir datos nuevos sino comunicar algo de lo que fue esta experiencia espiritual que nos regaló Dios a los que participamos de la Congregación General 35ª.
Para mí, la jornada de elección comenzó desde anoche… Como si hubiera comenzado a vivir las ‘vísperas’, tuve dificultad para conciliar el sueño… sentía que estaba a punto de participar del acontecimiento más importante de mi vida. Las grandes experiencias están hechas del mismo material que lo cotidiano… Dios aprovecha cualquier minuto anónimo para revelarse o se viste de pequeños espacios para manifestarnos su gloria.
Sentía, palpitando dentro de mi ser, la infinitud de Dios que cabe en la pequeñez de nuestra frágil historia. Me desperté varias veces para mirar el reloj… le daba vueltas a los nombres que tenía entre pecho y espalda, sin resolver todavía mi voto. ¿Seré dócil a la acción del Espíritu Santo? ¿Pondré trabas a su trabajo? ¿Podremos encontrar, entre tantas posibilidades, al candidato adecuado? Por fin llegó la hora de levantarme y me alegré de abandonar mi cama, que anoche fue para mi más instrumento de suplicio que de descanso…
Cuando salí de la casa de las Hermanas Doroteas, a pocas cuadras de la Casa General, me sentí bendecido por Dios al descubrir un cielo despejado… El sol comenzaba a brillar sobre Roma. Al llegar a la Iglesia del Santo Spirito in Sassia, junto a la Curia, ya estaban casi todos los electores listos para la eucaristía, llenando prácticamente toda la Iglesia. Nos acompañó el coro del Colegio Internacional del Gesù. Algunos jesuitas de las comunidades de la Curia y Canisio y unos pocos amigos/as de la Compañía también se hicieron presentes. La eucaristía fue presidida por el P. Frank Case, Secretario de la Compañía. Como concelebrantes principales, estuvieron Federico Sanfeliú, Provincial de Ecuador y Rafael Velasco, Rector de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina. El mayor (sin contar al P. Kolvenbach) y el menor de todos los electores. La misa la celebramos en inglés, aunque no faltaron otras lenguas en distintos momentos.
De especial impacto para mi fue la primera lectura, tomada de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (1 Cor 12, 3b-7. 12-13), que se proclamó con mucha devoción en un francés impecable: “Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu (1 Cor. 12, 12-13).
La homilía fue breve y muy concisa. Una exhortación a dejarnos guiar por el Espíritu de Jesús resucitado que desde las ‘heridas de sus manos y su costado’ (Cfr. Juan 20, 19-23), nos invita seguir siendo fieles al carisma que Ignacio de Loyola recibió para beneficio de toda la Iglesia. Los cantos, la solemnidad de la Iglesia, la devoción que se respiraba, nos llenó de la fuerza de Dios. Las peticiones fueron en inglés, francés, español, italiano, alemán y checo. La oración después de la comunión, resumió el momento: “Padre, que nos has confortado con este sacramento de salvación, concédenos un Prepósito General según tu corazón que, mediante el testimonio de su vida, nos aliente a buscar solamente tu voluntad y tu mayor gloria”.
Tengo que anotar que estando en la parte de atrás de la Iglesia, me tocó en la misma banca que el P. Kolvenbach y vimos salir a todos los electores en dos filas hacia la Curia General. Teníamos media hora para llegar al Aula donde comenzó la sesión de elección a las 9:30 de la mañana en punto… Ya estando en el Aula, el P. Jacques Gellard, designado por el P. Kolvenbach, dirigió unas palabras a todos los electores sobre la importancia de la decisión que estábamos a punto de tomar y las características que debía tener el elegido, de acuerdo a las directrices dadas por San Ignacio de Loyola en las Constituciones y de acuerdo con las actuales circunstancias del momento que vivimos actualmente en el mundo, en la Iglesia y en la Compañía.
Tuvimos luego un tiempo largo de oración personal, envueltos en un silencio de respeto y reverencia ante lo que estábamos viviendo. Terminado este tiempo de oración, a las 10:30 de la mañana, el P. Kolvenbach y los dos secretarios, Orlando Torres e Ignacio Echarte, hicieron separadamente un juramento de respetar el resultado y el procedimiento.
Tal como han señalado varios medios de comunicación, el P. Adolfo Nicolás fue elegido en el segundo escrutinio… en el momento en el que se completaron los necesarios, el Aula se inundó de un fuerte aplauso que hizo que rodaran lágrimas por las mejillas de muchos de los electores y del mismo P. Nicolás. Se continuó con el conteo de los votos hasta el final y todo se volvió a sellar de nuevo con un fuerte aplauso. En ese momento, el P. Kolvenbach leyó el decreto de elección e invitó al P. Adolfo Nicolás a pasar adelante, para recitar el credo delante del crucifijo.
Cada uno de los electores fuimos pasando luego a saludar al nuevo P. General, incluyendo a los miembros de la Curia General y la Casa Pedro Canisio. Por lo visto, la persona encargada de informar al Santo Padre sobre el nombre del elegido, lo hizo con mucha diligencia, pues el Aula no se abre sino hasta que el Papa está enterado de la elección.
Terminamos la mañana juntos en la Capilla de la Curia, presididos por el nuevo Prepósito General. Cantamos juntos: “Ad majorem Dei Gloriam”, invocamos a los santos y beatos de la Compañía y recibimos la bendición del nuevo General. Salimos luego hacia nuestras casas para almorzar y tuvimos una tarde de descanso merecido. Hemos sido bendecidos abundantemente por Dios en este día y tenemos que agradecerlo de todo corazón. Seguimos contando con sus oraciones durante el tiempo que sigue.
Un abrazo de hermano y amigo en el Señor,
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
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