domingo, 5 de abril de 2009

El Evangelio de hoy


Marcos 14:1-15:47
Faltaban dos días para la Fiesta de Pascua y de los Panes Azimos. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban la manera de detener a Jesús con astucia para darle muerte, pero decían: "No durante la fiesta, para que no se alborote el pueblo".
Jesús estaba en Betania, en casa de Simón el Leproso. Mientras estaban comiendo, entró una mujer con un frasco precioso como de mármol, lleno de un perfume muy caro, de nardo puro; quebró el cuello del frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús Entonces algunos se indignaron y decían entre sí: "¿Cómo pudo derrochar este perfume? Se podría haber vendido en más de trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres". Y estaban enojados contra ella. Pero Jesús dijo: "Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo es una obra buena. Siempre tienen a los pobres con ustedes, y en cualquier momento podrán ayudarlos, pero a mí no me tendrán siempre. Esta mujer ha hecho lo que tenía que hacer, pues de antemano ha ungido mi cuerpo para la sepultura. En verdad les digo: dondequiera que se proclame el Evangelio, en todo el mundo, se contará también su gesto y será su gloria". Entonces Judas Iscariote, uno de los Doce, fue donde los jefes de los sacerdotes para entregarles a Jesús. Se felicitaron por el asunto y prometieron darle dinero. Y Judas comenzó a buscar el momento oportuno para entregarlo. El primer día de la fiesta en que se comen los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el Cordero Pascual, sus discípulos le dijeron: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la Cena de la Pascua?" Entonces Jesús mandó a dos de sus discípulos y les dijo: "Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre y digan al dueño: El Maestro dice: ¿Dónde está mi pieza, en que podré comer la Pascua con mis discípulos? El les mostrará en el piso superior una pieza grande, amueblada y ya lista. Preparen todo para nosotros".
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Ella llegó para consolar al hombre en peligro. Arriesgó su reputación y seguridad, para consolar al hombre que amaba, en gratitud por la compasión que tuvo con ella. Su acción sería recordada para siempre, y el perfume de su bálsamo es el perfume de la Resurreción: este nardo aliviaría el dolor de esas almas que siempre dejarían pasar a Jesús.

En ciertas oraciones sentimos la ausencia de Jesús, junto a sentir muy distante nuestra capacidad de orar. El bálsamo del Señor en nuestras vidas nos permite seguir adelante.
Espacio Sagrado

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