jueves, 6 de agosto de 2009

“DISPONER LA VIDA PARA LA MISIÓN”

Rio de Janeiro, 31 de Julio de 2009.


“DISPONER LA VIDA PARA LA MISIÓN”

Es el título de la última publicación de la colección CPAL que se ofrece a las comunidades de formación y al cuerpo apostólico de la Compañía en esta fiesta de San Ignacio. Es la décimo segunda producción de la serie y la segunda sobre la formación después de “Transparencia en la vida religiosa”, hace ya seis años. Las últimas dos publicaciones se centraron sobre el proyecto educativo común y sobre el programa de formación política y ciudadana, dos puntos centrales de la misión de la Compañía en América Latina.
La publicación -que muy pronto estará llegando a todas las Provincias y Regiones de América Latina- puede ser una ayuda significativa para mejorar la formación de los jesuitas. Se trata de “disponer la vida para la misión” de acuerdo a lo solicitado por la reciente Congregación General, que inspira el título. En su decreto 4, la Congregación General 35 dice: “El objetivo de la formación espiritual diseñado en las Constituciones es preparar a los jesuitas en formación para la vida apostólica en la Compañía y disponer la vida del cuerpo de la Compañía para la misión” (nº 7). Una vida apostólica que, como sabemos, no es fácil, que suele verse desafiada por las circunstancias siempre cambiantes de nuestros países, que nos sitúa en “las fronteras”, en las encrucijadas, en los lugares difíciles y de conflicto.
La formación debe preparar al sujeto para este estilo de vida apostólica. Los documentos que ahora ofrecemos pretenden ser una “puesta a punto” en tres dimensiones centrales para la vida del jesuita: la formación espiritual después del noviciado, la formación afectivo - sexual desde el noviciado hasta la tercera probación y la formación básica en comunicación para todos los jesuitas.
Como podrá fácilmente colegirse, estas dimensiones cruzan los cuatro aspectos a los que solemos referirnos cuando hablamos de formación: vida espiritual, académica, pastoral y comunitaria. Se puede decir que estos documentos están elaborados desde y para el proceso de formación de nuestros compañeros. Son propuestas que buscan alimentar el proceso siempre complejo y dinámico de integración personal y al cuerpo de la Compañía de nuestros compañeros en formación. Recordemos que Ignacio nunca dejó de ser un peregrino. Durante su propia formación y luego en el gobierno, su único objetivo era buscar la voluntad de Dios para que “en todo, enteramente la cumplamos”. La búsqueda de la voluntad de Dios fue su permanente motivación y así lo quiso también para cada jesuita, desde el novicio recién ingresado hasta quien ora por la Compañía y por la Iglesia en una Casa de Salud.
El Prólogo que precedía la primera edición de las Constituciones (atribuido al P. Ribadeneira) expresa así el “perfil” del jesuita en el que se retrataban los primeros compañeros: “Para decirlo todo en pocas palabras, nuestras Constituciones quieren que seamos hombres crucificados al mundo para los que el mundo está crucificado; hombres nuevos, despojados de sus propios afectos para revestirse de Cristo; muertos para sí mismos para vivir para la justicia. Que, en palabras de Pablo, demos prueba de que somos servidores de Dios en fatigas, desvelos, ayunos, pureza, ciencia, paciencia, bondad, en el Espíritu Santo, en caridad sincera, llevando el mensaje de la verdad…Éste es el compendio, aquí está el fin al que apuntan nuestras Constituciones”. Nada mejor que recordar este Prólogo escrito hace 450 años (1559) en esta fiesta de San Ignacio.
Esos “hombres nuevos, despojados de sus propios afectos y para los que el mundo está crucificado”, no se improvisan. Es necesario tiempo y mucho contacto con Dios para que sus afectos, sueños y deseos sean los que Cristo despertó y consolidó en nuestro padre Ignacio. La formación es, por ello y ante todo, un itinerario que debe ir gestando el “subiecto” que luego se las tendrá que ver con situaciones difíciles y actuar en ellas de acuerdo al modo de proceder de Jesús.
Aunque centrada en la formación, esta publicación no se circunscribe al pequeño ámbito de sus centros y casas. La Congregación General 35 nos recordó algo que con frecuencia se nos pasa por alto, quizá por obvio: es el conjunto del cuerpo apostólico el que forma (o deforma). “Hubo consenso -dice- en torno a la idea de que el “formador ideal” es el cuerpo de la Compañía y, en consecuencia, que todos los jesuitas deben asumir su parte de responsabilidad en este asunto” (Temas para el gobierno ordinario).
En efecto, la influencia del cuerpo de la Compañía en la formación de los jóvenes jesuitas es una realidad que puede considerarse principio y fundamento de la formación; los formadores no son los únicos responsables del proceso formativo. La misma fragmentación presente en la cultura actual se encuentra en la Compañía y, en consecuencia, los detrimentos del cuerpo influyen también en la formación.
Los ideales de vida en la Compañía y el modo de proceder propuestos en la formación son a veces desmentidos por las incoherencias del cuerpo apostólico en varios aspectos: la confusión entre trabajo y misión; deseo de vivir el profetismo, pero sin ascética y mística; el anti-testimonio en la vivencia de los votos; el debilitamiento del sentido corporativo; fragilidades latentes o patentes de la vida en común, etc. Es el conjunto del cuerpo apostólico el que debe crecer en vida espiritual, integración afectivo-sexual y comunicación mutua para que pueda ser realmente “formador” de nuestros jóvenes.
La Compañía, en muchos lugares, acompaña bien el proceso de integración humana y espiritual de los jesuitas en formación, pero no siempre acompaña bien el proceso de incorporación al cuerpo apostólico. Este no se da sólo por el paso de una etapa a otra. La incorporación es la asimilación de un estilo de vida, de un modo de proceder, de un carisma para el seguimiento de Jesús que incluye cruz y pascua. Este proceso es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros y no sólo de los formadores.
Los documentos reunidos en la nueva publicación intentan responder a ese desafío recogiendo la experiencia de quienes han avanzado algo más en ese itinerario y desean compartirla con los compañeros más jóvenes. Están escritos con la clara conciencia de que en estos ámbitos todos estamos aprendiendo permanentemente del maestro Jesús. Son, además, documentos con historias diferentes y en los que han participado distintos grupos de jesuitas.
El primero lleva por título Formación Espiritual en el Posnoviciado y surge de antiguas preocupaciones manifestadas por los Provinciales en varias de sus Asambleas de CPAL y por los delegados de Formación en sus reuniones bienales. Éstos, luego de recoger los esfuerzos y las experiencias de sus respectivas Provincias, elaboraron diversos textos que fueron sintetizados, compilados y ahora presentados en la actual publicación.
El segundo se titula Formación para la Dimensión Afectivo – Sexual y fue confeccionado por los delegados de Formación de las Provincias de América Latina y luego revisado por compañeros que cuentan con formación específica en esa dimensión y están vinculados a la formación de los nuestros.
Por último, el tercero -Formación para la Comunicación- hunde sus raíces en el año 2003, cuando los Provinciales reunidos en la 8ª Asamblea de la CPAL en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) solicitaron que se confeccionara un texto para la formación básica de los jesuitas en comunicación y brindaron las orientaciones pertinentes. Presenta el Plan de Formación en Comunicación para los Jesuitas de América Latina y el Caribe y propone el programa de formación en cada etapa.
Como se dice en la Introducción, no deben leerse ni entenderse como reglamentos rígidos para ser implementados sin discernimiento; muy por el contrario, recogen orientaciones, pistas y recomendaciones que han de ser usadas por los formadores de acuerdo con su criterio y buen entender para el mejor aprovechamiento de nuestros compañeros en formación. A éstos les pedimos que reciban estos instrumentos como el aporte de sus hermanos mayores en su proceso de formación disponiéndose así más cabalmente para la misión.
Que esta breve publicación nos ayude a recordar, en esta fiesta de san Ignacio, la dignidad de la vocación a la que hemos sido llamados a fin de crecer, siempre y en todo, en el amor y servicio a su Divina Majestad.

Ernesto Cavassa, S.J.


CPAL

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