“Un don para la vida. Consideraciones sobre la donación de órganos” ha sido el tema de un Congreso Internacional, celebrado en Roma del 6 al 8 de noviembre, organizado por la Pontificia Academia para la Vida, en colaboración con la Federación Internacional de las Asociaciones Médicas Católicas y el Centro Nacional de Trasplantes. En la audiencia que les concedió a los participantes del Congreso, el 7 de noviembre, el Papa afirmó que “los trasplantes de tejidos y de órganos representan una gran conquista de la ciencia médica y son un signo de esperanza para tantas personas que se hallan en situaciones clínicas graves y a veces extremas”.
“Por desgracia -dijo-, el problema de la disponibilidad de órganos vitales para el trasplante no es teórico, sino dramáticamente práctico, como se puede ver por la larga lista de espera de tantos enfermos cuyas únicas posibilidades de supervivencia están ligadas a las exiguas ofertas que no corresponden a las necesidades objetivas”. Benedicto XVI recordó que “el cuerpo de cada persona, junto con el espíritu que es dado singularmente, constituye una unidad inseparable en la que está grabada la imagen de Dios mismo”. Por eso, añadió, “es necesario que ante todo se respete la dignidad de la persona humana y se defienda su identidad personal”.
Refiriéndose a la técnica del trasplante de órganos, el Papa subrayó que “se puede donar únicamente si no se pone en serio peligro la propia salud y la propia identidad y siempre por un motivo moralmente válido y proporcionado. Eventuales lógicas de compra y venta de órganos, así como la adopción de criterios discriminatorios o utilitaristas (...) son actos moralmente ilícitos”. “La comunidad científica y médica debe rechazar como prácticas inaceptables los abusos en los trasplantes y su tráfico, que a menudo afectan a personas inocentes como los niños. Deben ser, por tanto, condenadas como abominables. También hay que recordar el mismo principio ético cuando se desea llegar a la creación y destrucción de embriones humanos destinados a fines terapéuticos. La simple idea de considerar el embrión “material terapéutico” contradice las bases culturales, civiles y éticas sobre las que se apoya la dignidad de la persona”.
Tras poner de relieve que “el consentimiento informado es condición previa de libertad para que el trasplante sea un don y no sea interpretado como un acto coercitivo o de explotación”, el Santo Padre recordó que “La ciencia en estos años ha realizado ulteriores progresos al constatar la muerte del paciente. (...) En un ámbito como éste -dijo-, no puede existir la más mínima sospecha de arbitrio y si no hubiese certeza total, debe prevalecer el principio de precaución”. Benedicto XVI afirmó que la persona que recibe órganos “debería ser consciente del valor de este gesto, ya que es destinatario de un don que va más allá del beneficio terapéutico. Lo que recibe (...) es un testimonio de amor que debe suscitar también una respuesta generosa, de modo que crezca la cultura del don y de la gratuidad”. “Una medicina de los trasplantes correspondiente a una ética de la donación exige por parte de todos el compromiso para invertir todo posible esfuerzo en la formación y en la información…
Por eso -terminó-, es necesario evitar prejuicios y malentendidos, disipar difidencias y miedos para sustituirlas con certezas y garantías, de modo que crezca en todos una conciencia cada vez más extendida del gran don de la vida” (VIS, 7-11-08)
CPAL
1 comentario:
MUY CERCA DE LA VERDAD PLENA.
Oganos artificiales, muy sofisticados, de alta tecnología,
¿el libre mercado, no debería buscar su baja de precio? SI.
SU SANTIDAD ES ASERTIVO EN CUANTO A LA GENEROSIDAD PARA DAR Y RECIBIR ORGANOS.
También órganos animales han podido ayudar. Ellos dan generosamente, pero no debemos causarles dolor innecesario.
Otras alternativas: ejemplo, un Feto no-viable, ¿puede ser transplanrado a otro vientre?
Si son comparables los fetos
a los organos en ambos casos debemos proceder con la misma
caridad (caritas).
LO ESENCIAL VISIBLE A LA INTELIGENCIA HUMANA: La Vida es un don de Dios, inestimable, o bien,
un Misterio de amor y felicidad,
un camino de bienaventuranza, un Misterio de Sumo Bien.
Benedicto XVI, se limita a recirdarnos esto, con palabras,
posiblemente no las mas inteligentes pero si las mas humildes y sinceras, como Vicario
de Jesús.
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