miércoles, 10 de diciembre de 2008

El JRS pide a la comunidad internacional que invierta en los niños y niñas refugiados


RD/Jesuitas).-Sesenta años después de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se siguen negando los derechos humanos más fundamentales – entre estos el de unas oportunidades educativas adecuadas – a millones de niños y niñas refugiados y desplazados por la fuerza.


En conmemoración del Día de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre, el JRS apremia a la comunidad internacional a dar los pasos necesarios para garantizar que todos los niños desplazados, independientemente de su situación financiera y estatuto legal, tengan garantizado el acceso a una educación de calidad.

Aunque cada gobierno asume la responsabilidad primaria de responder a sus necesidades educativas, es responsabilidad de todos los estados apoyar los esfuerzos de aquellos países que no pueden satisfacer estas necesidades con sus propios recursos.
“Cuando los refugiados tienen acceso a la educación, la mayoría de las veces en campamentos, la calidad de la escolarización suele ser pobre. Los edificios escolares a menudo son inadecuados y los materiales didácticos o son escasos o inexistentes. Lo más preocupante es la falta de maestros cualificados. Es urgente invertir en las infraestructuras físicas escolares y en la educación de calidad” apremió el director internacional del JRS, Peter Balleis SJ.
En todo el mundo en desarrollo, el JRS se reúne con los padres desplazados que viven en la pobreza obligados a elegir entre pagar por la educación de sus hijos o comprar productos básicos. Aún cuando, oficialmente, la educación es gratuita, muchas veces los maestros no reciben sus salarios y las familias se ven obligadas a colaborar. Muy a menudo, los padres refugiados, incapaces de hacer frente a los costes de la educación de sus hijos, se ven forzados a sacarlos de la escuela. Por desgracia, los que se encuentran en las condiciones más vulnerables sufren de forma desproporcionada, incluyendo los niños con discapacidades y las niñas. De hecho, se estima que el 98 por ciento de los niños con discapacidades en los países en desarrollo, muchos de ellos víctimas de conflictos y de accidentes con minas antipersona, no van a la escuela.
Como muy bien sabe el personal del JRS, el problema del acceso a la educación no está limitado a los países en desarrollo. Lamentablemente, miles de niños permanecen encerrados en centros de detención en las naciones industrializadas, como en países en desarrollo, sin la posibilidad de ir a la escuela. Si bien algunos niños reciben clases en centros cerrados, la larga duración de su confinamiento podría causarles daños psicológicos y debilitar su desarrollo cognitivo. Tras su liberación, muchos niños siguen sin poder acceder a la educación por sus precarias condiciones económicas. En algunos países europeos, como Francia, los padres desplazados forzosos tienen miedo a enviar a sus hijos a la escuela por temor a ser arrestados y detenidos otra vez.
“La apabullante falta de oportunidades educativas adecuadas para los niños desplazados afectarán adversamente tanto a los niños hoy como a sus países en el futuro. Se está perdiendo una generación de niños. Si se les dan oportunidades educativas, tendrán el potencial de rehacer sus vidas para ayudar reconstruir sus comunidades y así fortalecer y estabilizar sus países para las generaciones venideras” añadió el P. Balleis.
El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) es una organización no gubernamental católica cuya misión es servir, acompañar y defender los derechos de los refugiados y de otras personas desplazadas por la fuerza.
El JRS trabaja en 57 países en todo el mundo. Emplea a más 1.400 personas entre laicos, jesuitas y otros religiosos para responder, entre otras, a las necesidades educativas, sanitarias y sociales de más de 500.000 refugiados y desplazados forzosos. Sus servicios se ofrecen a refugiados y desplazados independientemente de su raza, origen étnico o confesión religiosa.
El JRS ofrece educación primaria y secundaria a unos 170.000 niños, y lleva a cabo actividades de advocacy para asegurarse de que todos los niños desplazados tengan una educación de calidad.

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