miércoles, 17 de diciembre de 2008

Año Paulino: características de un apóstol

Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI, a la concepción del apostolado para San Pablo. El concepto de apostolado paulino iba "más allá del ligado solamente al grupo de los Doce -explicó el Papa-, (...) y se caracteriza por tres elementos: el primero es haber visto al Señor, es decir, haber tenido con él un encuentro determinante para la propia vida. (...) En definitiva, es el Señor que constituye en el apostolado: no la presunción propia. Uno no se hace apóstol, lo hace apóstol el Señor. Por lo tanto, el apóstol necesita constantemente referirse al Señor".


La segunda característica es "haber sido enviados. El término griego "apóstolos" -señaló el Santo Padre- significa enviado, (...) representante de un mandante. (...) De nuevo emerge en primer plano la idea de una iniciativa ajena, la de Dios en Jesucristo a la que se está obligado plenamente", de "una misión que hay que cumplir en su nombre, dejando absolutamente en segundo plano cualquier interés personal". "El anuncio del Evangelio con la consiguiente fundación de Iglesias" es el tercer requisito. "El título de apóstol -dijo Benedicto XVI- no es y no puede ser un título honorario. Compromete concreta y dramáticamente toda la existencia del sujeto interesado".


Asimismo San Pablo define a los apóstoles "colaboradores de Dios cuya gracia actúa con ellos. Un elemento típico del verdadero apóstol (...) es una especie de identificación entre Evangelio y evangelizador, ambos destinados a la misma suerte. Ninguno como Pablo ha reafirmado cómo el anuncio de la Cruz sea "escándalo y necesidad" ante el que muchos reaccionan con la incomprensión y el rechazo en aquella época y, no debe maravillar, también hoy". "El amor de Dios y de Cristo (...) es la certeza y la profunda alegría que lo acompaña en todos los problemas.
Nada puede separarnos del amor de Dios y este amor es la verdadera riqueza de la vida humana".


"Hemos visto cómo San Pablo se dedicaba al Evangelio con toda su existencia (...) -concluyó el Papa-. Cumplía su ministerio con fidelidad y alegría para salvar de cualquier manera a algunos. Con las Iglesias, a pesar de ser consciente de la relación de paternidad o incluso de maternidad que tenía con ellas, adoptaba una actitud de servicio absoluto, declarando: "No queremos ser patrones de vuestra fe, somos en cambio colaboradores de vuestra alegría". (VIS, 10-09-08)


CPAL

1 comentario:

Anónimo dijo...

SU SANTIDAD ES DE UNA CLARIDAD
QUE ILUMINA SIN DESLUMBRAR.

Ciertamente, Pablo vió a JESUS
resucitado y quedó ciego, pues lo
persegía.
Le fué devuelta la vista cuando se encontró con los doce, aunque no sabemos su itinerario exacto.
ES un misterio.

(La primera misión de un laico casado, es su hogar, en esto discrepo con la modestia debida,
no porque la caridad empiece y termine en la casa, sino porque
me inclino más por el Catecismo
Holandés, ya que soy de otro
carisma)

Pablo de hecho tiene una importancia ecuménica central, primordial, ya que no sabemos de viva fé el itinerario de Pedro.

Gracias, Su Santidad, por sus
palabras llenas de Vida.

(Las comprende incluso un Sofista)