Mateo 13. 44-46.
“El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un terreno. Un hombre encuentra el tesoro, y lo vuelve a esconder allí mismo; lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene, y compra ese terreno.
“Sucede también con el reino de los cielos como con un comerciante que andaba buscando perlas finas; cuando encontró una de mucho valor, fue y vendió todo lo que tenía, y compró esa perla.
“Sucede también con el reino de los cielos como con un comerciante que andaba buscando perlas finas; cuando encontró una de mucho valor, fue y vendió todo lo que tenía, y compró esa perla.
Recuerdo aquellos momentos de mayor intimidad con el Señor. ...
Cuando lo he sentido muy cerca ...
Cuando lo he encontrado probablemente sin andar buscándolo …
Recuerdo cuando lo he descubierto actuando en mi. ...
Recuerdo cuando lo he sentido en mi vida. ...
Cuando lo he visto en alguna persona cercana ...
Cuando se ha encarnado en mi, …
en ese servicio ...
en ese acto de amor ...
en esa mano tendida ...
¿Puede haber algo mayor que esos momentos?
¿Cómo multiplicarlos?
¿Cómo hacerlos más frecuentes?
¿Cómo hacerlos que perduren mayor tiempo en mi vida?
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