sábado, 28 de noviembre de 2009

El Evangelio de hoy



“Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se hagan insensibles por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre.”


¿Cómo es mi vida? …
¿Cuáles son mis prioridades? ...
¿Es el mundo materialista más importante que la vida a la que Jesús me invita?
- ¿Es la competitividad más importante que la solidaridad en mi?
¿Cómo se nota?

1 comentario:

Anónimo dijo...

LA PAZ VERDADERA NACE DE LA APERTURA MENTAL AL MISTERIO DE ADVIENTO,
al cual ya estamos entrando, Tiempo que es templo verdadero, donde la oración comunitaria nos pone en comunión con otros, y la oración personal nos prepara para ver en el otro a una hija o hijo de Dios como nosotros, y no un medio secundario para un bien humano pero solamente externo o no caritativo.
La intensión comulgante, como sacramento, pasa por la Mirada de María que, vista en los ojos del extraño, o del próximo, como espejo también de un mutuo amor, nos lleva a un Pan Eucaristico que es del tiempo susbstantivo del Reino, de ese tiempo cíclico en el que el misterio de Dios reune en si todas las cosas, de modo que alma alguna queda por completo excluida del perdón y la gracia que Dios le trae.
¿Cómo entonces hay tanta contención y contradicción y lucha y drama en el Mundo?
Para que se cumpla la síntesis de los opuestos, donde el Bien tendrá la última palabra ya que, siendo más débil es el alimento de lo fuerte, no puede ser vencido por que la "fuerza del amor no es su poder sino su humildad", asi lo mostró Cristo empalado en la cruz del calvario, lo mostró en las visiones de Getsemaní, y en su Resurrección, como un hombre perdido entre los hombres, solo por Dios conocido entonces, a quien sólo por gracia o en sueños podemos entrever.
Vayamos, pues, jubilosos a Aquel que esta más allá del bien y del mal, INOCENCIA PURA y santidad absoluta que, por su propia naturaleza no puede condenar sino REDIMIR.
Y usemos para este sublime anhelo, los medios habituales, es decir, los caminos que conducen hacia su encuentro, el final de la vida, para el cual es creado el principio -- según reza el poeta.