Monseñor Enrique Alvear, quien fuera Obispo Auxiliar de Santiago y Vicario de la Zona Oeste, hoy descansa en una nueva y definitiva tumba en la Parroquia San Luis Beltrán, en la comuna de Pudahuel. Sus restos mortales fueron trasladados el domingo 13 de abril desde la Basílica de Lourdes.
“Sin duda que las flores que ustedes traen es la expresión del gran contento que sienten y no son flores que se lanzan a una tumba cuando uno se despide de alguien, son flores de acogida, flores de recepción. Eso es para nosotros un don de Dios que celebramos en la fiesta del Buen Pastor”, con estas palabras el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago, comenzó la Eucaristía celebrada en la tarde del domingo 13 de abril en la Parroquia San Luis Beltrán, con ocasión del traslado de los restos mortales de Monseñor Enrique Alvear, Obispo Auxiliar de Santiago, conocido como el Obispo de los Pobres.
La ceremonia de traslado comenzó pasadas las 16:00 horas desde la Basílica de Lourdes. Allí se dieron cita más de mil personas, muchas de ellas pertenecientes a comunidades cristianas de base de la Zona Oeste, para acompañar a quien fuera su pastor. Con cantos y reflexiones sobre textos del Obispo fueron avanzando en el trayecto hacia la parroquia San Luis Beltrán, ubicada en la comuna de Pudahuel, lugar donde don Enrique vivió “de allegado”, como él mismo decía, y donde hoy descansan sus restos en una nueva tumba que quiere ser también lugar para la oración.
El Cardenal Errázuriz destacó la figura de Monseñor Alvear como discípulo misionero, tal como lo propone la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano realizada en Aparecida, Brasil. Indicó: “Como buen discípulo, Don Enrique fue profundizando su cercanía con los pobres. El decía, a quien quisiera saberlo, que los pobres lo habían convertido con más fuerza al Señor. Y con esa misma entrañable energía los escuchaba, los acompañaba, los defendía y los servía con gran devoción. El estaba convencido vitalmente que los pobres, los dolientes, los perseguidos, los afligidos son el rostro presente del Señor que nadie debe ignorar. Esto lo hizo patente en los días difíciles del país, optando nítidamente por la defensa de los derechos humanos y la promoción de una pastoral de la solidaridad”.
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