lunes, 3 de diciembre de 2007

El Evangelio del día



Mateo 8. 5-11.

Al entrar Jesús en Cafarnaúm, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo:
—Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores.
Jesús le respondió:
—Iré a sanarlo.
El capitán contestó:
—Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace.
Jesús se quedó admirado al oir esto, y dijo a los que le seguían:
—Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos,


¿Y mi fe? …

Recuerdo las veces en que he estado con graves problemas …


¿Cómo he pedido ayuda al Señor? …

¿Cómo se ha manifestado su ayuda? …

¿Cómo he sentido la decisión del Señor de ayudarme? …

¿Ha sido suficiente su intención para sentir que mis problemas los resolvería? …


Jesús no alcanza a intervenir para que el capitán tuviera la certeza que su muchacho sanaría. ¿Y yo?

¿Está mi casa preparada para que el Señor ingrese?

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