miércoles, 7 de octubre de 2009

Palabra de la CPAL: Las “nuevas fronteras apostólicas” y la planificación

Rio de Janeiro, 30 de septiembre de 2009.

Las “nuevas fronteras apostólicas” y la planificación


Durante este tiempo de “recepción” de la Congregación General, la Compañía universal va decantando algunas ideas fuerza que le permite leer como cuerpo el proceso vivido en esos dos meses intensos y la coloca de cara al futuro. Una de esas ideas movilizadoras es la de “frontera”, asociada normalmente con novedad (“nuevas fronteras”) y con la misión (“fronteras apostólicas”). Los espacios de ese decantamiento suelen ser los Ejercicios Espirituales basados en la experiencia de la Congregación, los talleres que se vienen realizando en las provincias para asimilar los decretos y las conversaciones que se dan entre nosotros, muchas veces de modo informal, sobre el proceso vivido. Es un término que suele llamar la atención de jesuitas y colaboradores, con una valoración normalmente positiva.


Los decretos de la misma Congregación dan lugar a ello, según los estudios realizados por algunos comentaristas. Aparece 17 veces en cuatro de los seis decretos de la Congregación, número significativo si se le compara con las rápidas dos menciones en los 26 decretos de la Congregación anterior. A estas menciones habría que añadir también las que aparecen en la Alocución del Papa Benedicto XVI a la Congregación 35 el 21 de febrero y en el saludo previo del P. General puesto que ambos documentos se citan en los decretos y, en ocasiones, desarrollan el término aún con mayor precisión. Esta primera constatación indica la importancia que la última Congregación le asigna a esta expresión.


Por ello no es de extrañar que la reciente reunión de Presidentes de Conferencias Jesuitas con el P. General se plantease el tema de las “fronteras apostólicas”. El contexto de este planteamiento fue el diseño de la planificación de la Compañía en los diversos niveles como lo ha dispuesto la CG 35. De ese modo, quedó también colocada la cuestión de su significación y su operatividad en este tipo de procesos. Se arguye, no sin razón, que la Congregación usa el concepto con significados diferentes: algunas veces como límite geográfico o de provincias (especialmente en el decreto 5), otras como áreas socio-culturales concretas que desafían la tarea apostólica (por ejemplo, “globalización, tecnología y problemas medioambientales” d. 2, n. 20); en otras ocasiones, de modo más general como cuando en referencia a la compasión de Jesús se dice que su ministerio de reconciliación “no conoce fronteras” (d. 3, n. 7). Así las cosas, cabe la pregunta ¿es un concepto válido y operativo para nuestros procesos de planificación?


El decreto 3 ayuda a entender por dónde podría ir la relación entre este término y la planificación. Es significativo que ya aparezca en el título del decreto: “Desafíos para nuestra misión hoy – Enviados a las fronteras”. En él, tres palabras concentran la atención: misión (enviados), fronteras, desafíos. Co-relacionadas pueden darnos la pista por donde avanzar.


Esa relación se va desarrollando progresivamente en los nn. 15, 17 y 22 del mismo decreto. En referencia a la primera Compañía el decreto insiste en la importancia de estar “en las fronteras y en el centro”; “desde el centro Ignacio envió jesuitas a las fronteras, al nuevo mundo” (n. 15). Una frontera que, sin embargo, no se reduce a lo geográfico: “Quiso también que los jesuitas cruzáramos otro tipo de fronteras: entre ricos y pobres, instruidos e ignorantes”. Dice el n. 22, al referirse al mundo pluri-religioso y pluri-cultural en el que vivimos: “todos estos cambios nos invitan a ir a las fronteras de la cultura y de la religión”. Según estos textos, las fronteras superan la compresión territorial, nos remiten a las preguntas y problemas claves y son, por tanto, dinámicas: van variando en razón de los cambios socio-culturales que, por lo demás, se desenvuelven con mayor rapidez que en otras épocas.


La referencia que hacen los decretos a algunos párrafos de la Alocución del 21 de febrero ayuda a clarificar la relación. En una época en que se abrían nuevos horizontes geográficos -dice Benedicto XVI- los primeros compañeros se pusieron a disposición del Papa para ser enviados en misión allí donde se les requiriese; hoy “no son los mares o las grandes distancias los obstáculos que desafían a los que anuncian el Evangelio sino las fronteras que…acaban alzándose entre la fe y el saber humano, la fe y la ciencia moderna, la fe y el compromiso con la justicia” (Aloc. n. 3, citado en d. 3, n. 15). Y en esas nuevas fronteras, “el Papa nos confía la tarea de ser `puentes de comprensión y diálogo´ según la mejor tradición de la Compañía” (Aloc. n. 5, citado en d. 2, n. 6). Por ello puede resumir el decreto 3: “La tradición de los jesuitas de tender puentes superando las fronteras es algo crucial para el mundo de hoy” (n. 17).


En la misma ocasión, el Papa expresa lo que entiende por “fronteras” parafraseando al P. Jerónimo Nadal: “la Iglesia los necesita, cuenta con vosotros y en vosotros sigue confiando, particularmente para alcanzar aquellos lugares físicos o espirituales a los que otros no llegan o encuentran difícil hacerlo”. Para recordar de inmediato la conocida frase de Paulo VI en su discurso a la Congregación General 32: los jesuitas están en los campos más difíciles y de primera línea, en los cruces de las ideologías, en las trincheras sociales, donde ha habido y hay confrontación entre las exigencias urgentes del hombre y el permanente mensaje del Evangelio.


Todo ello está detrás del término “frontera apostólica”. Es un concepto vinculado a la misión que la Compañía recibe del Papa (en algún momento –recordemos- ésta fue la lucha contra el ateísmo) y a su propia historia: las explícitas referencias históricas de Benedicto XVI a las experiencias de Ricci en China, De Nobili en India y las “reducciones” en América Latina son muy expresivas en este sentido.


Aquellas fronteras o “lugares físicos o espirituales a los que otros no llegan” define nuestro lugar y nuestro aporte específico a la Iglesia en su relación con el mundo en cada momento histórico. Como se decía en la reunión de Presidentes en Roma, se trata de identificar fronteras no meramente como desafíos genéricos sino como aquéllos que nos llevan “al borde”, “al filo” de los problemas acuciantes de la humanidad y que por ello mismo nos colocan ante el magis ignaciano. Hay que recordar que, en la Congregación 34, la palabra frontera aparece precisamente cuando se habla de nuestro modo de proceder “siempre en busca del magis” (d. 26, n. 29).


Por ello, estar en la frontera puede implicar tensión y conflicto. Dice el primer decreto aludiendo a la Audiencia con el Santo Padre: “Una misión expresada con toda claridad y firmeza: defensa y propagación de la fe que nos haga descubrir nuevos horizontes y llegar a las nuevas fronteras sociales, culturales y religiosas que, por ser fronteras –recordaba el P. Adolfo Nicolás en sus palabras de saludo al Papa- pueden ser lugares de conflicto y tensión que ponen en peligro nuestra reputación, tranquilidad y seguridad” (n. 6). Los conflictos –en primer lugar los propios- no son deseados ni buscados pero si nunca aparecen… mala señal.


En este sentido, preguntarnos por las “nuevas fronteras apostólicas” es casi un imperativo en una planificación que pretenda “fidelidad creativa” a la misión tal como la Iglesia la ha confirmado en la pasada Congregación. No se trata sólo de un ejercicio de `análisis de contexto´ necesario sin duda para detectar los cambios ocurridos y las necesidades que de ellos se derivan. Éste es un paso obligado en una planificación pero no se puede equiparar sin más a la identificación de las “fronteras apostólicas”. En este caso, se trata sobre todo de una experiencia de discernimiento: buscar y hallar, desde “una manera contemplativa de situarse en el mundo” (CG 35, d. 2, n. 6), hacia dónde nos lleva el Espíritu, dónde y con quiénes nos quiere hoy el Señor en el servicio a su Iglesia.


Es el modo de responder, en el contexto del proyecto apostólico común en el que estamos, a la invitación de la Congregación: examinarnos, con honestidad y espíritu de conversión, acerca de nuestra “manera de vivir y trabajar en las `nuevas fronteras´ de nuestro tiempo” (d. 2, n. 15).


Ernesto Cavassa, S.J.


CPAL

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