miércoles, 19 de noviembre de 2014

REFLEXIÓN: VOCACIÓN

No se pueden luchar todas las causas, pelear infinitas batallas, enarbolar todas las banderas. Porque si se hace, uno termina siendo un gacetillero de desgracias y poco más. Hay que apostar por algo. Comprometerse con una causa. Y en ella empeñar los sueños, las capacidades, la ilusión y las ganas. Por ella dejarse la piel y la entraña. En ella reír de júbilo con cada pequeña conquista. Luchar a brazo partido para que esa causa tenga un horizonte. Hay muchas causas posibles, muchas historias esperando una mano tendida. Y cada uno somos llamados a encontrar nuestro camino.



Vocación - Atender, para elegir bien


«¡Tierra, tierra, tierra! Escucha la Palabra del Señor» (Jr 22, 29)

Para comprometerse con algo, es necesario estar atento, a ver quién te necesita. Para no hacer brindis al sol. Para no luchar por causas innecesarias. Mirar. Escuchar. Atender con las entrañas. Piensa en la gente de tu entorno. Amigos, familiares, gente con la que estás en contacto. O vidas que se cruzan con la tuya cada día. ¿Tienes ocasión de escuchar sus voces, de asomarte a sus historias? ¿Cuándo fue la última vez que le preguntaste a tus padres, o a tus hijos, o a tus hermanos, o a tu pareja, por algo de su vida, con intención y tiempo para escuchar? ¿Cuándo fue la última vez que, ante una noticia, dejaste que tu propia vida se viera cuestionada?
¿Qué gritos, qué palabras, qué llamadas escuchas en tu vida?


Ciudad
Un llanto
un llanto de mujer
interminable,
sosegado,
casi tranquilo.
En la noche, un llanto de mujer me ha despertado.
Primero un ruido de cerradura,
después unos pies que vacilan
y luego, de pronto, el llanto.
Suspiros intermitentes
como caídos de un agua interior,
densa,
imperiosa,
inagotable,
como esclusa que acumula y libera sus aguas
o como hélice secreta
que detiene y reanuda su trabajo
trasegando el blanco tiempo de la noche.
Toda la ciudad se ha ido llenando de este llanto,
hasta los solares donde se amontonan las basuras,
bajo las cúpulas de los hospitales,
sobre las terrazas del verano,
en las discretas celdas de la prostitución,
en los papeles que se deslizan por solitarias avenidas,
con el tibio vaho de ciertas cocinas militares,
en las medallas que reposan en joyeros de teca,
un llanto de mujer que ha llorado largamente
en el cuarto vecino,
por todos los que cavan su tumba en el sueño,
por los que vigilan la mina del tiempo,
por mí que lo escucho
sin conocer otra cosa
que su frágil rodar por la intemperie
persiguiendo las calladas arenas del alba.
Alvaro Mutis, de «Los trabajos perdidos»

Vocación - Entregarse


«Existen carismas distintos, pero un mismo Espíritu» (1Cor 12, 4)

En el deporte se dice mucho eso de «entregarse», o de «darlo todo en el campo». Pues eso mismo, pero en la vida, puede ocurrir cuando te comprometes en serio y de veras con algo. Cada uno tenemos unos talentos, unas capacidades, y una forma de construir. Unos se entregan con la palabra. Otros con el silencio. Unos en el hambre y sed de justicia. Otros en la imaginación y la creatividad, que busca caminos nuevos para la humanidad. Hay hombres y mujeres de ciencia. Hay educadores. Hay profesionales de la salud. Hay tantas formas de entregarse como personas…
¿Cuál es tu forma concreta de vivir el evangelio?
Yo no tengo la culpa...

Yo no tengo la culpa
de amar tenaz la sombra de las cosas que fueron,
y sentir la impaciencia del misterio que ronda,
y vibrar la certeza de la luz que fulgura.
Yo no tengo la culpa de quedarme conmigo
en la hora del brindis, del laurel, de la espiga,
en refugio de infancia, en retorno de escuela,
en regreso a la tierna canción adormecida.
Yo no tengo la culpa de sumarme a la noche,
de soltarme en los techos en congoja de lluvia,
de morir de vergüenza con aquél que se humilla,
de quemarme en la fiebre mortal de los enfermos,
de dolerme en las hojas pisoteadas de otoño,
de gemir en las ramas de bramar con el viento.
Yo no tengo la culpa de ser una partícula
del cuerpo de la pena,
del coraje, del sueño, del amor por la eterna
tristeza de los hombres.
Solo tengo la culpa
de reunir en mis versos el dolor que rezuman
esas cosas amargas que remuerden y acusan,
¡de eso tengo la culpa...!
Matilde Alba Swann

PASTORALSJ

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