miércoles, 6 de diciembre de 2017

Decisiones que sí están en nuestra mano por Elisa Orbañanos



Lo hacemos cada día, desde que nos levantamos, hasta que nos acostamos. ¿Qué ropa me pongo hoy? ¿A qué hora quedamos? ¿Envío ese correo ahora o lo dejo para mañana? ¿Dónde cenamos? Nuestra rutina y la forma en la que vivimos nuestra vida están directamente condicionadas por cada pequeña toma de decisiones. Y precisamente, porque lo hacemos a cada momento, en ocasiones banalizamos la capacidad y el impacto de nuestras elecciones.
Un proverbio chino ligado a la teoría del caos dice que «el leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo». Y si bien es cierto que no toda opción que escogemos deja la misma huella y, por tanto, no es necesario obsesionarse ni hacer de todo un dilema, sí es importante dejar espacio al discernimiento cuando nuestras alternativas tendrán consecuencias sobre otras personas. Cerca o lejos. Conocidas o no.
Porque a veces tendemos a pensar que solamente las decisiones de los altos mandatarios tienen impacto sobre las vidas ajenas. Agradecerles y culparles a ellos es, sin duda, mucho más sencillo y cómodo que hacernos cargo de nuestras propias responsabilidades e impactos. 

Recibir con indignación noticias como la aprobación por la Corte Suprema de Estados Unidos del veto migratorio, es fácil. Como ciudadanos y ciudadanas mínimamente comprometidas o conscientes, como parte de la Iglesia católica, es natural (y me atrevería a decir que necesario), revolverse. Y ante casos así, lo cierto es que cabría alzar la voz. Estar en contra no es suficiente si no lo expresamos.

Sin embargo, los quehaceres del día a día, las preocupaciones familiares, los exámenes a la vuelta de la esquina y otras muchas inquietudes diarias, nos impiden legítima y habitualmente, hacernos cargo de decisiones ajenas tomadas en otro continente, que afectan exclusivamente a personas a miles de kilómetros.

Pero, ¿Qué hay de las decisiones que sí podemos tomar? ¿Cómo nos posicionamos cuando la capacidad de influir sobre el destino de otra persona es nuestra? ¿Discernimos suficientemente las consecuencias de nuestras elecciones más importantes?

Que todas, todos y cada uno de nosotros podemos poner nuestro granito de arena no es solamente una frase manida, sino toda una realidad. Y cada día tenemos ejemplos. Porque al tiempo que leemos que el gobierno de Trump veta la entrada a familias provenientes de seis de los países más golpeados por el hambre o la guerra en la actualidad, descubrimos que unos cuantos pilotos alemanes, héroes anónimos, dejaron en tierra más de doscientos vuelos en lo que va de año, negándose a deportar a demandantes de asilo de vuelta a Afganistán.

Tomarse el tiempo de analizar uno a uno los casos de sus pasajeros, no entra en las tareas de la descripción de puesto de un piloto. Negarse a despegar con ellos a bordo, puso en riesgo sus empleos y sus carreras. Pero rechazar llevar de vuelta a esas familias a un destino que consideraban inseguro, fue tremendo efecto mariposa positivo sobre el destino de cientos de personas.

Sobre nosotros y nosotras recae la responsabilidad de escoger nuestros aleteos.
Elisa Orbañanos
pastoralsj


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