domingo, 16 de noviembre de 2008

Jesuitas: Conferencia del P. Nicolás en ESADE


MISIÓN Y UNIVERSIDAD: “¿QUÉ FUTURO QUEREMOS?”

Extracto de la conferencia. El documento completo en pdf

Un antiguo refrán dice que “nadie da lo que no tiene” Si queréis “inspirar futuros” ¿Supone esto que queréis trabajar vuestro “espíritu” para poder comunicarlo? Pero “espíritu” es una palabra polisémica, con múltiples significados porque en nuestro mundo coexisten y a veces se enfrentan “espíritus”, es decir, valores, muy diferentes y hasta opuestos. ¿Qué espíritu queréis cultivar? ¿Y, a quién queréis inspirar?

Afortunadamente, el “espíritu” y la espiritualidad van dejando de ser patrimonio exclusivo de las religiones y de los creyentes. Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, alejados por múltiples motivos de las grandes tradiciones religiosas, no renuncian por ello a cultivar su espíritu. Estamos en un mundo plural y en cambio y por lo tanto la definición del espíritu es difícil de precisar. Pero parece que los distintos itinerarios confluyen en algunos puntos fuertes: el cultivo de una sensibilidad humana profunda que dé a la vez empatía y capacidad de discernimiento; la salida de la perspectiva espontáneamente egocéntrica con la que nos situamos ante las personas y ante toda realidad; la búsqueda de una manera de ver y vivir el mundo de una manera pacificada, compasiva y solidaria. Trabajar el espíritu puede significar también desarrollar “calidad humana”. En todo caso, la persona “espiritual” es la que busca; discierne; e intenta dar cuerpo a las grandes opciones de la vida desde una gran libertad inspirada en el amor.

La palabra “espíritu” está llena de sugerencias simbólicas. En la Biblia, el espíritu es el viento que empuja con fuerza y cuya dirección no puede ser encasillada en reglas dadas de antemano. En la escena de Pentecostés, el Espíritu Santo es “viento” y también “fuego” que transforma a las personas: el resultado es que los amigos de Jesús vencen el miedo, salen a la calle y predican con convencimiento y libertad el sorprendente mensaje de su amigo y maestro. Sintomáticamente, los jesuitas, en nuestra última Congregación General hemos elegido esta metáfora del fuego (y del Espíritu) como símbolo que resume lo que sentimos ser nuestra misión: “ser un fuego que enciende otros fuegos”, es decir, que “inspira”. “Inspirar” es todo lo contrario de coaccionar, imponer o adoctrinar. Es sugerir, apelando a lo mejor que el otro lleva dentro. Es invitar en diálogo al desarrollo autónomo de cada uno.

En un mundo en el que los fundamentalismos de todo tipo, religiosos e ideológicos, dividen, enfrentan y llegan a justificar la violencia, el verdadero Espíritu pone en marcha procesos de diálogo respetuoso. La espiritualidad, es decir, el cultivo del espíritu, es el mejor suelo en el que puede enraizar la semilla del diálogo intercultural e interreligioso que es un elemento decisivo de un futuro económico y político más libre, justo y pacífico.

Los jesuitas somos creyentes que reconociéndonos imperfectos y egoístas, nos sentimos llamados a ser compañeros de Jesús, como lo fue S. Ignacio (CG32. D.2 nº 1). Esto quiere decir que nosotros deseamos ser movidos por el “Espíritu” de Jesús: su manera de ser, su talante, sus valores, sus preferencias. Lo decimos con mucha humildad, porque es una pretensión desmesurada. En todo caso, para nosotros, es una llamada y un regalo que provoca nuestro agradecimiento y motiva nuestra respuesta, que deseamos total e incondicionada.

Jesuitas de Loyola

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