domingo, 28 de diciembre de 2008

El Evangelio de hoy


Lucas 2, 25-33
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Ninguno de nosotros tiene una familia perfecta.
Las familias incluyen personas con todo tipo de problemas - alcohol o drogas, crimen y prisión, personas que no se hablan entre sí, familias que debieron dejar su hogar para buscar trabajo.
José y María tuvieron sus dificultades - su niño pudo ser muerto por órden del rey Herodes, y no pudieron volver a casa por temor a él; José murió dejando a María viuda, y Jesús fué muerto frente a su madre.
La Sagrada Familia sabe de qué se trata la vida en familia, en sus buenos y malos momentos, y nuestra Fe es lo que nos sostiene siempre.
Oremos en el día de hoy por nuestras familias, vivas y muertas.
Espacio Sagrado

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