sábado, 6 de diciembre de 2008

Cardenal Caro, un hombre de Dios


El Evangelio era para el Cardenal José María Caro el definitivo punto de referencia de su existencia, dijo el Cardenal Jorge Medina en la misa en memoria de quien fuera el séptimo Arzobispo de Santiago, al conmemorarse 50 años de su fallecimiento.
Con una misa en la Catedral Metropolitana, en la tarde del jueves 4 de diciembre, la Iglesia de Santiago recordó al Cardenal José María Caro Rodríguez al cumplirse 50 años de su fallecimiento. La eucaristía fue presidida por el Cardenal Jorge Medina, en ausencia del Cardenal Francisco Javier Errázuriz, quien por estos días se encuentra en Roma en visita ad limina. El oficio religioso fue concelebrado por Monseñor Antonio Moreno, Arzobispo emérito de Concepción; Monseñor Rafael Hernández, Vicario General de Pastoral de Santiago; Monseñor Juan Suárez, Deán de la Catedral; y los presbíteros Hans Kast, Bernardo Herrera y Pedro Narbona.
Entre los asistentes destacó un numeroso grupo de familiares de quien fuera el primer cardenal chileno. La Santa Misa fue ofrecida por Monseñor Juan Suárez, quien recordó al Cardenal Caro como un pastor cercano y bondadoso. Dijo que en su calidad de Arzobispo de Santiago había fundado 70 parroquias en la arquidiócesis.
Un verdadero pastor

“Los que tuvimos el privilegio de conocerlo y tratarlo de cerca pudimos percibir en él un acervo de cualidades humanas y de virtudes cristianas y sacerdotales, que imponía un profundo respeto y admiración”, señaló el Cardenal Jorge Medina en su homilía. “Era un hombre recio, perseverante, sufrido, sacrificado, modesto, ajeno a cualquier tipo de vanagloria, dotado de un altísimo sentido de la responsabilidad, capaz de discernir en situaciones difíciles y de tomar decisiones aunque ellas fueran ingratas y dolorosos. Jamás influyeron en él ni la búsqueda de ventajas personales ni la acepción de alguien que por motivos que no fueran sus cualidades o sus méritos. Era un hombre justo y si hacía en alguna oportunidad un juicio menos favorable, jamás lo exteriorizaba a no ser por razones del todo objetivas. Nunca se dejó llevar por preferencias políticas ni fue débil ante las autoridades: las trató con el respeto debido al cargo que desempeñaban, pero conservando él mismo una independencia y autonomía que nada tenían de prepotencia o de búsqueda de poder. Fue un varón leal y sincero, un hombre sin doblez, una persona coherente”.
“Pero la personalidad del Cardenal Caro –agregó Monseñor Medina, en su homilía- no solo fue admirable por su contextura humana, rica como un roble, recia y sufrida como un espino de la costa, el Cardenal Caro fue un verdadero pastor. Asumió todas las responsabilidades apostólicas que sus superiores y el Santo Padre le encomendaron y las ejerció con ardiente celo, con abnegación, amorosamente, sin quejarse nunca y aprovechando cualquier ocasión que se le ofreciera para sembrar la Palabra de Dios y para evangelizar a quienes estaban confiados a su responsabilidad de pastor.

Fue un apóstol de la palabra escrita y fueron muchos los escritos que salieron de su pluma, todos inspirados en su ardiente celo de que el Señor Jesús fuera conocido y amado. Fue un catequista dotado de gran sentido pedagógico, predicó con vigor e incluso no rehuyó algún tema polémico, no por el placer de la lucha, sino por su acendrado amor a la verdad. Cuando debió decir las cosas poco gratas a su interlocutor, lo hizo con firmeza y, a la vez, con discreción. Para él el éxito no consistía en vencer, sino en convencer”.


“José María Caro Rodríguez era un hombre de Dios. Vivía penetrado de la presencia de Dios. El Evangelio era para él el definitivo punto de referencia de su existencia”, señaló el Cardenal Medina en su homilía y terminó manifestando:”Elevemos a Dios nuestro corazón agradecido por el insigne don que Él hizo a nuestra patria en la persona virtuosa del Cardenal Caro.


Agradezcámosle por los ejemplos de virtud que él nos legó. Recojamos el testimonio de su profunda piedad, recordando en este Mes de María, la devoción con que el venerado Cardenal honraba a la Madre de Dios, cada día, recitando tres veces cada día el Santo Rosario, práctica que él aprendió en su niñez, en la casa de sus abuelos.


Confiamos en que el Padre de las misericordias habrá acogido hace mucho tiempo el alma de este venerado pastor de la iglesia, y esperamos que, desde la gloria de los bienaventurados, el siervo de Dios José María Caro interceda por nosotros y nos proteja en los momentos difíciles que vivimos, en los que Dios es ignorado por tantos compatriotas y en que otros hacen mofa de su santa Ley”.



Fuente: DOP www.iglesiadesantiago.cl

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