jueves, 27 de marzo de 2008

El Evangelio de hoy


Lucas 24. 35-48.



Entonces ellos dos les contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús cuando partió el pan.
Estaban todavía hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:
—Paz a ustedes.
Ellos se asustaron mucho, pensando que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo:
—¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen esas dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo.
Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó:
—¿Tienen aquí algo que comer?
Le dieron un pedazo de pescado asado, y él lo aceptó y lo comió en su presencia. Luego les dijo:
—Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos.
Entonces hizo que entendieran las Escrituras, y les dijo:
—Está escrito que el Mesías tenía que morir, y resucitar al tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Comenzando desde Jerusalén, ustedes deben dar testimonio de estas cosas.



Jesús resucitado se aparece en mi vida cotidiana de igual forma: de pronto, …

me pide que me tranquilice, …

me regala su paz y me pregunta …


¿porqué tengo miedo? …

¿a qué le tengo miedo? …

¿qué dudas me complican la vida? …

¿qué le digo?

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