jueves, 6 de marzo de 2008

Congregación General 35: Blogs

Ser puestos con el Hijo
Jose Ignacio García, SJ


De todas las referencias ignacianas que han aparecido en esta congregación, y obviamente ha habido muchas, hay una que se ha repetido en varios de los documentos y que ha ido calando suavemente en todos nosotros. Se trata de la escena de la Storta, un momento de profunda intimidad con el Señor que San Ignacio relata en su Autobiografía (96): “Y estando un día, algunas millas antes de llegar a Roma, en una iglesia, y haciendo oración, sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo”.


¿Por qué esta escena frente a otros? ¿Por qué el mensaje de la Storta ha resonado tanto, y tan profundamente entre nosotros? Seguramente porque responde bien a las preguntas más profundas que nos hacemos como jesuitas reunidos en Congregación, seguramente son las preguntas últimas que se hace la misma Compañía. Y probablemente, y mucho más importante, porque el Señor nos habla desde esta experiencia de Ignacio. Algunos de sus rasgos serían:


Camino de Roma. Es tiempo de incertidumbre, el proyecto de la Compañía todavía no está cerrado. Es tiempo de búsqueda, de nuevos planteamientos para Ignacio y sus compañeros. Sin duda es para nosotros también una llamada profunda a la renovación, a la creatividad. Son los momentos de la Compañía primera llena de disponibilidad a la Iglesia y llena de ímpetu y entrega.


Ser puestos. No está en nuestras manos. Es una profunda experiencia espiritual que escapa a nuestro afán de control, y de manipulación. El ser puestos con el Hijo no depende de nuestros esfuerzos personales, por sinceros que éstos sean. Tampoco depende de nuestros esfuerzos institucionales, por complejos o sofisticados que puedan ser. “Ser puesto” es un don, al que nos preparamos intensamente, al que nos disponemos con todo el deseo y la dedicación posible.


Jesús cargando con la cruz . El Cristo que contempla Ignacio en la Storta no es un Cristo glorioso, ni siquiera el Cristo apasionante de la predicación Galilea, tampoco el Cristo transgresor de las curaciones en sábado. El Cristo que contempla Ignacio es el Cristo que carga con la cruz. El que lleva el dolor del mundo sobre sus espaldas. Con este Cristo, también nosotros queremos ser puestos. Queremos compartir su misión y también su destino.


Os seré propicio en Roma. Ignacio escuchó también este mensaje de esperanza. No es voluntarismo, es gracia. No es sólo pasividad, es disposición a poner lo mejor de nosotros al servicio del Señor y su Reino.


La Storta nos ha iluminado mucho durante esta Congregación, sin duda el Señor nos llama también desde allí a nosotros.

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