domingo, 16 de agosto de 2009

Espacio Sagrado


Juan 6: 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre."
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Lo que recibimos en el pequeño pedazo de pan o en el sorbo de vino en la Eucaristía, es el don de vida que nos regala Jesús. Es un compartir de la vida de Dios; en la fragilidad del pan y del vino están el alimento fortificante y la bebida que nos alegra - frutos de la Creación de Dios y del trabajo de manos humanas. Es el regalo de Dios que se ha hecho humano. Es el regalo de amor con sacrificio. Si nos hemos abierto para otros en grandes o pequeñas situaciones, o hemos llorado por las penas de otros o reído por sus alegrías, o tomado una mano para consolar, o sólo hemos escuchado cuando no hay respuestas, sabremos lo valioso de este regalo.
En la Eucaristía, Dios se nos acerca en su creación; en Jesús lo podemos reconocer a nuestro lado.
El Papa Benedicto nos escribe: "debemos redescubrir a Dios, no a cualquier Dios, sin que al Dios que tiene rostro humano; porque cuando vemos a Jesús vemos a Dios."

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