martes, 28 de enero de 2014

Derecho a decidir: ¿De quién y de qué? por José Ignacio González Faus S.J.



Confesión previa: quizá soy anormal, pero no creo en las patrias. Forma parte de mi espiritualidad que las patrias suelen ser un ídolo con el que los humanos revestimos de virtud nuestras pasiones, como cuando llamamos justicia a nuestra sed de ver sufrir a quien nos hizo daño. Lo cristiano es servir y amar hasta el máximo a la comunidad en la que me encuentre. Eso quisiera hacer y no sé si he sabido hacerlo.
Por otro lado, una Cataluña independiente me liberaría de esa España machadiana que embiste y reza cuando se digna usar de la cabeza. Esa España no alcanza en Cataluña más allá del 10% mientras en el centro de la península puede acercarse al 50% y dispone de enorme poder económico y mediático, agobiante y duro de soportar. Éste es un importante hecho diferencial.
Dicho lo anterior, tengo mis reservas sobre el modo como se está tratando el derecho a decidir. Reservas, no de carácter político o nacionalista, sino de tiempo y de lógica elemental.
De tiempo porque, en una España indignante con 30000 € de renta per capita y cuatro millones de españoles que carecen de calefacción y agua caliente en este invierno, el tema Cataluña está sirviendo (a Mas y a Rajoy) como un Gibraltar distractivo en tiempos de Franco. ¿Acaso no teníamos derecho a decidir sobre todos los recortes que nos impuso el señor Mas? De lógica porque ningún derecho puede vindicarse con contenidos nebulosos, “ingrávidos y sutiles como pompas de jabón”, que cantaba Serrat con Machado. Un derecho reclama sujetos y contenidos bien delimitados. Veámoslos.
1. Sujetos.- Si en una Cataluña independiente, las poblaciones con mayoría inmigrante reclamaran el “derecho a decidir” ingresar en España ¿lo tendrían? ¿ellas solas o toda Cataluña? Esto es pura hipótesis, pero ahora desde el resto de la península invocan también un derecho a decidir sobre la suerte de Cataluña, que no es territorio de ultramar sino parte de un todo: ¿tienen ese derecho? ¿en igual proporción que Cataluña? El gran problema del aborto reside en si hay derecho a decidir sobre algo que, aunque esté en tu cuerpo, no es tuyo como tus uñas si quieres pintártelas, o tus pechos si quieres ponerte silicona o vaciártelos como Angelina Jolie; en el aborto se trata de algo muy distinto a eso y muy serio, que cuestiona el derecho a decidir. Y la afirmación generalizada sobre el derecho a disponer del propio cuerpo es tan neoliberal y tan derechosa como la del que esgrime el derecho a disponer de su dinero como quiera. Tal derecho no existe porque, a partir de un cierto límite, tu dinero ya no es tuyo aunque esté en tu bolsillo o en tu cuenta corriente.
2.- Sujeto impreciso, derecho oscuro. Si ahora pasamos al objeto de la decisión, mi perplejidad crece porque ese derecho viene siendo invocado sin definir nítidamente sus contenidos. Sólo ERC lo tiene cartesianamente claro: Catalunya independiente al precio que sea, o a cualquier precio salvo el de la violencia (cosa muy de agradecer); aunque sin aclarar qué tanto por cien se requeriría para esa independencia. Teresa Forcades añade una banca nacionalizada y “no aceptar una deuda que consideramos ilegítima, contraída para rescatar con capital público unas entidades privadas”. Si con esa independencia estaremos peor, si quedaremos fuera de Europa son cosas que no importan: porque “vale más honra sin barcos que barcos sin honra”, como dijo el otro.
Hoy tenemos ya unas preguntas que son breves pero siguen sin ser claras. La mayoría de votantes no sabe qué es eso de “un estado”, distinto del independiente y del “som una nació” (estado y nación no significan lo mismo aquí que en EEUU). Tampoco se suministra al ciudadano la información necesaria para poder decidir con libertad y conocimiento de causa. Si la pregunta fuese: “¿desea Ud una Cataluña independiente aun a riesgo de quedar fuera de la UE y no participar en las decisiones del euro, pero una Cataluña más justa e igualitaria, aunque menos rica?”, quizá yo votaría sí, sabiendo a qué atenerme.
Estoy queriendo decir que el fundamento del derecho a decidir es el derecho a poder hacerlo, esto es: contar con suficiente información sobre ventajas e inconvenientes, consecuencias positivas y negativas de la decisión que nos arrogamos el derecho a tomar. Esta condición de posibilidad no la veo respetada: porque nuestra democracia no es un sistema de información sino de manipulación, y nuestra hora histórica no parece hora de “seny” sino de “rauxa”: no de razonamientos serenos sino de afectos primarios.
Ejemplos de esa “rauxa”: por un lado, Rajoy invoca su deber de cumplir la Constitución cuando, en temas sociales (vivienda, sanidad, pobreza, educación…), la está pisoteando desde que llegó al poder. Mientras que, en el caso del referéndum, hay juristas que creen que tendría una posibilidad en el artículo 92 (“decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum…. Convocado por el Rey mediante propuesta del presidente del Gobierno”…). Pero es evidente que, si buscara una salida por ahí, la extrema derecha que ahora le apoya, le defenestraría.
Por el otro lado, los independentistas que conozco lo son:
- porque creen que así vivirán mejor. Prescindiendo de lo que esto pueda suponer de insolidaridad, me parece que eso es algo de lo que quiere decir la expresión tan catalana de “somniar truites”. No comprendo que profesionales de la política puedan creer que luego de la separación podrán establecerse unas relaciones de fraternidad con España (hasta formar una Confederación Ibérica con Portugal y Andorra) y con el Barça y el Español jugando en la liga española…, de modo que España es el gran enemigo antes de la separación y el gran amigo después de ella. He vivido algún caso de parejas en que uno de los dos se cegaba y llegaba a creer que: “ahora te voy a poner los cuernos, pero luego nos querremos mucho”. Pues algo así.
Otros los son para afirmar una identidad que sienten agredida. Pueden tener su razón, pero convendría no olvidar que el gran agresor de esa identidad es el PP. Y bien: han sido precisamente partidos nacionalistas los que a veces han hecho posible que el PP pudiera gobernar. Pues ese partido no tiene ningún otro con quien pactar y (salvo casos como el de las elecciones del 2011, donde se votó sobre todo para castigar al PSOE) nunca conseguiría por sí solo una mayoría absoluta, dado que lleva en su seno a la extrema derecha más recalcitrante. En situaciones normales lo más a que podría aspirar el PP es a que le pase lo de Andalucía: que a lo mejor llega a ser la lista más votada, pero también es la más vetada y no tiene con quien aliarse para configurar una mayoría. No deja de ser chusco que esa alianza les venga de partidos identitarios: quizá porque coinciden en los presupuestos económicos.
Otros son hoy independentistas sólo para darle una patada “en los mismísimos” a Madrid. Esta es una decisión más de rabia que de sentido común. Pero ha sido fomentada desde el poder, por actuaciones como ese show pretendidamente académico de “España contra Cataluña”. Hasta Esquerra se desmarcó de ese título digno de la mala uva de don Cristóbal Montoro, y que elige sólo un aspecto de una realidad compleja y convierte ese aspecto en la totalidad de esa realidad. Desconoce así todas las quejas de personas tan respetables como Muñoz Molina contra esos catalanes a los que antaño tanto trataron de ayudar. El seny pediría escuchar a todos, también a los hispanos que aman a Catalunya y antaño lucharon a favor suyo.
Así se ha llegado a la “verdad oficial” de que, al rechazar el Estatut, España rechazó a Catalunya. Nunca se dice ni se reconoce que el Estatut fue aprobado por el pueblo español en el parlamento. Y que el rechazo vino más tarde, de un poder judicial, donde ya se sabe que domina “la otra España” y que maltrata tanto a Catalunya como a otras comunidades. Pero de haber titulado “la otra España contra Catalunya” eso ya no daría votos. Pero ¿se trata de decidir bien, o de decidir lo que yo quiero que decidan?…
Acabemos con un ejemplo a no olvidar, de lo que puede ser un derecho a decidir sin objetivos claros: apelando a orgullos patrios o a “España la primera en dar un sí a Europa”, el bueno de Zapatero nos hizo aprobar una lamentable constitución europea que implicaba la muerte de lo más valioso de Europa y la dictadura de esa “troika” que decide por nosotros. Holanda y Francia lo vieron más claro (aunque tampoco les sirvió para mucho). Bien es verdad que, como contraposición a eso, mucha gente catalana ha encontrado en estos momentos oscuros una ilusión y una razón para vivir en el sueño independentista. Cosa importante en momentos tan desilusionados y tan nihilistas como los actuales. El tiempo dirá si, también aquí, hay que aplicar el dicho aquel der “más dura será la caída”….
Y un apéndice para obispos y clero: no apelen aquí a la moral, porque ni la unidad de España ni una independencia tienen nada que ver con la moral. En todo caso, la moralidad podrá estar en el modo como se la gestiona pero no en el hecho: por ejemplo en que las iglesias se dediquen a poner banderas, con estrella o sin ella, como si la casa de Dios no fuera casa de oración “para todas las gentes”...
(N.B. Este artículo es la versión más válida de otro aparecido este mes en La Vanguardia, donde tuve que abreviarlo por el límite de espacios que me pide el periódico).
José Ignacio González Faus S.J.
Miradas Cristianas
RD

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