YO NO LO CONOCÍA…
Por José María Maruri, SJ
1.- Juan repite dos veces en este evangelio: “¿Yo no lo conocía…?” Y creo que en lo hondo de nuestros corazones esa frase resuena con nostalgia. ¿No será verdad que tampoco nosotros lo conocemos? ¿Será Dios el gran desconocido?
¿No puede ser para nosotros un nombre más de la lista de teléfonos, del catálogo de ingenieros industriales, del “Who is who in Spain”? ¿No seremos nosotros también teóricos de Dios, como aquellos sacerdotes o escrituristas de la corte de Herodes, que supieron dar fríos datos del Niño de Belén y ninguno pudo decir “yo he estado allí y tenido en mis brazos al Niño”?
Los paisanos de Jesús en Nazaret le conocían desde niño, de abuelos a padres y a primos y primas se sabían de memoria su Documento Nacional de Identidad, y no lo conocían. Y en cambio los pastores en unas horas de trato lo conocieron… le tuvieron en sus brazos. Yo no lo conocía. ¡Qué tarde te conocí, hermosura soberana! (San Agustín)
2.- Y es que Dios no es un concepto para pensar, es una persona a quien amar. El cristianismo no es una ideología abstracta o un sistema moral, es una historia de amor.
Yo no lo conocía, porque quien no ama no conoce a Dios que es amor (San Juan) Y no se ama por razones, no se ama con la cabeza. En cuanto que el esposo o la esposa tenga que acumular razones para amar al otro, su amor está humeando ya como mecha agonizante. Por eso el bautismo de Jesús es de agua y de Espíritu, que es amor. ¿No será que echaron tanta agua que ella acabó con el amor de Espíritu?
3.- Fe no es conocimiento de una lista de verdades, es una experiencia de Dios, ese quedarse con el asombro de un Dios existente, viviente, palpable, tú a tú conmigo.
San Ignacio, que tan infundada fama tiene de súper-intelectual, dice en los Ejercicios: “no el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir de las cosas profundamente”.
“Yo no lo conocía, pero el que me envío me dijo…” Y estas palabras traen a la memoria otras del mismo Jesús, al mismo tiempo, consoladoras y tremendas:
“Te doy gracia Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado estas cosas a los humildes y sencillos y las has escondido a los sabios y a los entendidos”
Esa experiencia de Dios en lo hondo de nuestros corazones es una verdadera revelación por parte de Dios: es Él mismo que se da a conocer. ¿Y si tenemos que decir “yo no lo conocía” no será porque nos hemos hecho de esos sabios y entendidos ante los que Dios no sólo se revela sino que se esconde?
Si no lo conocemos, ¿no será que se nos ha escondido? ¿No será que de tan sabihondos que somos, nos hemos convertido en tinieblas y las tinieblas no lo recibieron? ¿No nos sobran teóricos y doctores y nos faltan místicos?
4.- Ya sabéis lo que hace ya muchos años dijo Karl Rahner, ¡que en el año dos mil cada cristiano será un místico o no será cristiano! Bueno, ya hemos pasado en ocho años el dos mil y aparentemente no aparecen los místicos…
También, el jesuita hindú-cristiano De Melho escribió esta frase. “Todavía no se ha emborrachado nadie teorizando sobre el vino”. Hay que experimentar a Dios para emborracharse de Él.
Ojalá que todos podamos decir “Yo no lo conocía…” Pero el que se revela a los sencillos se me dio a conocer y me encontré con el Niño de Belén en los brazos sin saber cómo.
Betania
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