Concéntrate. Lee calmadamente estas líneas:
El placer, el gozo, la satisfacción y la alegría son expresiones de la felicidad. La alegría puede ser un rasgo de carácter. Si una persona no la tiene por temperamento, sí puede experimentarla muchas veces. Esta emoción le confirmará que la vida tiene sentido. Hay personas alegres, hay personas que tienen alegrías. La alegría, a la vez, llama a la alegría. Es contagiosa. La alegría de alguien puede producirnos envidia. ¡Lamentable! Pues también puede iluminarnos y llenarnos de esperanza justo en esos días en que hubiéramos preferido no levantarnos.
La alegría es un don espiritual por excelencia. San Ignacio de Loyola la identifica con la consolación propia del amor: “…llamo consolación quando en el ánima se causa alguna moción interior, con la cual viene la ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor, y consecuentemente, cuando ninguna cosa criada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas.” (Ejercicios espirituales, 316). En otras palabras, la alegría espiritual tiene que ver la libertad que Dios da para no aferrarnos a aquellas cosas con las cuales pretendemos asegurarnos la vida, pero que, a la larga, nos van haciendo avaros, opacos, desconfiados.
¿Recuerdas las primeras alegrías de tu infancia? ¿Hubo gente alegre que te alegró la vida? ¿Has tenido alguna vez una alegría espiritual? Revive esos momentos….
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