sábado, 17 de noviembre de 2007

El Evangelio del día


Lucas 18.1-8.


Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar siempre, sin desanimarse. Les dijo: “Había en un pueblo un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. En el mismo pueblo había también una viuda que tenía un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero después pensó: ‘Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, la voy a defender, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia.’ ”
Y el Señor añadió: “Esto es lo que dijo el juez malo. Pues bien, ¿acaso Dios no defenderá también a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Les digo que los defenderá sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?”



Reviso mi oración: …

¿Soy capaz de pedirle al Señor lo que quiero?

¿Le pido al Señor lo que necesito y encuentro que es justo?


Si sigo igual,

¿soy perseverante en la oración o rápidamente pierdo la fe y dejo de pedir?


Me hago el propósito de seguir rezando, de seguir pidiendo, para que cuando El venga, al menos encuentre fe en mi.

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