El Papa preside una vibrante vigilia previa al comienzo del Sínodo de la Familia
“Tenemos una ocasión providencial para renovar, a ejemplo de San Francisco, la Iglesia y la sociedad”
(Jesús Bastante).- "Oremos por el Sínodo que iniciamos mañana, que nos dé la luz para escuchar a Dios y el clamor del pueblo, disponibilidad a confrontarnos de forma sincera, abierta y fraterna, mantener nuestra mirada fija en Jesucristo, haciendo lo que Él nos diga". El Papa Francisco se hizo presente a última hora de la tarde en la vigiliaorganizada por la Iglesia italiana en la plaza de San Pedro para orar por el Sínodo de la Familia.
Ya había anochecido cuando el Papa hizo acto de presencia en la plaza, donde le esperaban miles de familias. El espectáculo era de los que esponjan el corazón: unsilencio esperanzado, acompasado por música de varios coros y la luz de las velas que, poco a poco, fueron poblando cada uno de los rincones de la mayor plaza de la Cristiandad, hasta que la oscuridad se llenó de pequeñas llamas, portadas por matrimonios, jóvenes, ancianos, niños, obispos... La Iglesia toda. Otros muchos, que no pudieron acudir, prendieron velas en las ventanas de sus casas, tal y como había pedido la Conferencia Episcopal italiana.
Su presidente, Angelo Bagnasco, precedió al Papa. Antes, varias parejas dieron su testimonio: los novios Antonio y Roberta, de la ciudad de Benevento; Margarita y Marco, unos esposos de la ciudad de Novara, con cuatro hijos y una adoptada; Antonella y Nicola de la ciudad de Tívoli, que después de estar separados durante años volvieron a la vida conyugal. Ellos introducirán la oración con el papa Francisco, delante de miles de familias.
"Cae la tarde sobre nuestra asamblea -comenzó el Papa-. Ahora, antes de volver a casa, nos recogemos en el afecto del bien dado y recibido, el encuentro que enciende el corazón. Sois vino bueno, que anticipa la fiesta del Padre".
Bergoglio se preguntó por "cuántas personas viven en la resignación o en el abandono. En cuántas casas no viene el vino de la alegría, ni el sabor de la vida. Los unos y los otros, en esta tarde, lo hacemos con nuestra oración. Una oración por todos".
El papa planteó el Sínodo como un sueño, "un sueño esencial de estabilidad, y una puerta abierta". Una historia, la de la salvación, y la de la familia, "a la que pertenecer: laa comunión de vida entre los esposos, su apertura al don de la vida, la custodia recíproca, el acompañamiento educativo o la transmisión de la fe, contribuyen a una sociedad más justa y solidaria"
Por ello, resaltó la importancia del Sínodo, donde "la colegialidad episcopal se manifiesta en un camino de discernimiento espiritual y pastoral, para intentar saber lo que el Señor quiere de nuestra Iglesia. Debemos escuchar lo que gritan los hombres de nuestro tiempo, y hacer nuestras las tristezas y las esperanzas".
"Juntos sabremos llevar, con credibilidad, la buena noticia sobre la familia", incidió el pontífice, que recalcó que en el Evangelio "está la salvación que colma la sed del hombre", donde el pueblo alcanza "la frescura y el perfume" de la fe.
Por ello, clamó por que "los padres sinodales tengan la actitud de escucha. De escuchar a Dios, de escuchar juntos el grito del pueblo. Al pueblo, que pueda decir la voluntad a la que les llama Dios". "Invoquemos -añadió- la disponibilidad de un diálogo sincero, abierto y fraterno, que lleve con responsabilidad pastoral a dar respuestas a los interrogantes de este cambio de época".
"Tenemos una ocasión providencial para renovar, a ejemplo de San Francisco, la Iglesia y la sociedad. Con la alegría del Evangelio llevaremos el paso de una Iglesia reconciliada y misericordiosa, pobre y amiga de los pobres, con capacidad de vencer, con paciencia y amor, las aflicciones y las dificultades que vengan tanto de dentro como de fuera".
Este fue el resumen de Radio Vaticano:
Pidamos al Espíritu Santo escuchar a Dios y el clamor del pueblo, disponibilidad a confrontarnos de forma sincera, abierta y fraterna, mantener nuestra mirada fija en Jesucristo, haciendo lo que Él nos diga. Palabras que contienen el testamento espiritual de María, «amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas» (Evangelii gaudium, 286). ¡Hagámoslas nuestras! - alentó el Papa Francisco - en la víspera de la solemne apertura de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la Evangelización. En una Vigilia de oración organizada por la Conferencia Episcopal Italiana, en la Plaza de San Pedro.«¡Sí, en el Evangelio está la salvación que colma las necesidades más profundas del hombre!», reiteró el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que «de esta salvación - obra de la misericordia de Dios y de Su gracia - como Iglesia, somos signo e instrumento, sacramento vivo y eficaz (cf. Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 112.). Si no fuera así, nuestro edificio sería sólo un castillo de naipes y los pastores se reducirían a clérigos de estado, en cuyos labios el pueblo buscaría en vano la frescura y el "olor a Evangelio" (Ibid., 39)».«Nuestra escucha y nuestro confrontarnos sobre la familia, amada con la mirada de Cristo, se volverán una oportunidad providencial para renovar - siguiendo el ejemplo de San Francisco - a la Iglesia y a la sociedad», señaló el Papa, añadiendo luego que «con la alegría del Evangelio, volveremos a encontrar el camino de una Iglesia reconciliada y misericordiosa, pobre y amiga de los pobres; una Iglesia capaz de «triunfar con paciencia y caridad en sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas» (Concilio Ecuménico Vaticano II Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 8).«Pueda soplar el viento de Pentecostés sobre los trabajos sinodales, sobre la Iglesia, sobre la humanidad entera. Desate los nudos que impiden a las personas encontrarse, sane las heridas que sangran, reavive la esperanza. Nos conceda aquella caridad creativa que permite amar como Jesús amó. Y nuestro anuncio volverá a encontrar la vitalidad y el dinamismo de los primeros misioneros del Evangelio, pidió el Santo Padre al concluir su homilía.
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