domingo, 5 de octubre de 2014

Aporte Ecológico a la homilía del domingo por Alejandro Londoño Posada, S.J.





Isaías nos presenta hoy una bella comparación: la Viña "Un amigo tenía una viña, en una fértil colina. Cavó la tierra, quitó las piedras, plantó cepas selectas, construyó en medio una torre y allí excavó un lagar. Esperaba que diera uvas, pero dio racimos amargos” (Is. 1-2)

Esa viña fue el Israel de entonces, donde el Señor trabajó y su labor no dio frutos. Entonces añade:“La convertiré en un lugar desértico, no la podarán ni limpiarán, crecerán espinos y zarzas…” Is.5,6). A cualquiera que esté pensando en nuestro país colombiano, no le será difícil hacer una comparación con lo que sucede con nuestra tierra.

Dios nos ha regalado exuberantes ecosistemas, bellos ríos y quebradas. Dios esperaba que fueran útiles para todos nosotros, en especial para los campesinos y para las comunidades indígenas. Pero los estamos convirtiendo en terrenos desérticos, por causa de una minería que deja grandes ganancias a las empresas transnacionales y unos escasos dólares al gobierno.

Dios nos ha dotado de bellísimos páramos, pero los estamos acabando con las actividades extractivas, hasta el punto que Greenpeace haya tenido que pedirle al presidente que cumpla la palabra dada en un acto de compromiso con los activistas de esta identidad. Estos, en efecto, señalan que actualmente la única ley que protege las áreas de los páramos es la 1450 del año 2011, que adopta el Plan Nacional de Desarrollo 2011-2014, norma que perdería vigencia cuando se apruebe el próximo Plan para el período 2015-2018.


Por fortuna la toma de conciencia de muchas personas, gracias al trabajo de tantas entidades ecológicas, no es tiempo perdido. La prueba ha sido la gran manifestación del domingo 21 del mes pasado para pedirle al presidente que se comprometa en serio con nuestro pueblo.
Jesús retoma esta misma parábola para aplicarla a la historia de Israel, donde sus jefes agarraron a los profetas, los apedrearon, hirieron o mataron (Mt. 21,35). Donde ni siquiera perdonaron a su hijo el heredero (v. 38), en este caso a Jesús de Nazaret.
Esta alegoría colocada por Mateo en medio de la sección del Rechazo de Jesús en su evangelio (capítulos 21 a 24), tiene un significado especial. Por eso Jesús llamará a un nuevo Israel a que dé frutos verdaderos y a que sus ramas y sarmientos se extiendan por todo el mundo.
No es fácil aplicar la parábola en la forma como la hicimos antes, a menos que nos la apliquemos a nosotros como nos lo sugieren varios textos del mismo capítulo: ¿somos como el hijo respondió sí a su padre, pero no fue? ¿O somos como el que se negó primero a obedecer a su padre, pero luego lo hizo? (Mt. 21, 28-31).
¿Leeremos correctamente el salmo 118, 22-23: ¿“La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en la piedra fundamental”?

Los constructores de la Sociedad de Consumo ha rechazado las enseñanzas y el Evangelio de Jesús. Han cambiado Dios por el oro. Han cambiado a Dios, viviente en los hermanos, por el petróleo, incluso allí donde el daño para las comunidades campesinas era evidente.

Jesuitas de Colombia

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