jueves, 20 de diciembre de 2007

El Evangelio del día



Lucas 1. 26-38.
A los seis meses, Dios mandó al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, donde vivía una joven llamada María; era virgen, pero estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró en el lugar donde ella estaba, y le dijo:
—¡Salve, llena de gracia! El Señor está contigo.
María se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo:
—María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo, y Dios el Señor lo hará Rey, como a su antepasado David, para que reine por siempre sobre el pueblo de Jacob. Su reinado no tendrá fin.
María preguntó al ángel:
—¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?
El ángel le contestó:
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible.
Entonces María dijo:—Yo soy esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has
dicho.
Con esto, el ángel se fue.


Recuerdo aquellos momentos en que me ha parecido que el Señor me ha pedido algo imposible. ¿Cómo enfrentar esa situación?

¿Cómo conversar con esa persona?

¿Cómo perdonar?

¿Cómo olvidar?


Medito la aseveración del ángel: “

Nada es imposible para El” .


Observo a María:

“Hágase en mi tal como has dicho …”


¿Qué siento?

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