domingo, 3 de agosto de 2014

Pistas para la homilía por Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.


LA OFERTA QUE NINGÚN SUPERMERCADO HARÍA

. Lecturas:
 - Profeta Isaías 55, 1-3
- Carta de san Pablo a los Romanos 8, 35. 37-39
- Mateo 14, 13-21
• La primera lectura contiene unos ofrecimientos sorprendentes: “Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar". ¿Qué supermercado del mundo haría semejante propuesta? Podemos imaginar la multitud que se agolparía en sus puertas para poder beneficiarse de semejante oferta
* Podemos estar seguro que un aviso como este jamás aparecerá en los medios de comunicación, pues la lógica del mercado no lo permite. Más aún, aprovechan las situaciones de escasez para subir los precios y así especular con las necesidades de la población.

* Pues bien, esta oferta, que sería una locura dentro de una economía que se rige por las leyes del mercado, es la columna vertebral de la historia de la salvación. Es el amor providente de Dios que nos protege y acompaña.

* Como anunciadores de la buena noticia del Reino, debemos proclamar esta oferta del amor de Dios, que es de una generosidad sin límites pues está dirigida a TODOS. Esta oferta no tiene condiciones o restricciones como es frecuente en las promociones comerciales. Lo único que se nos pide es que aceptemos lo que se nos ofrece.


• En este texto del profeta Isaías aparecen unos verbos muy expresivos que nos permiten comprender el alcance del plan de salvación: “Escúchenme atentos”, “presten atención”, “sellaré con ustedes una alianza perpetua”, “cumpliré las promesas”. Es la voluntad salvífica de Dios que se comunica, de manera especialísima, con la comunidad y con cada uno de sus miembros.
• Estos verbos que acabamos de subrayar adquieren una profundidad insospechada cuando el Hijo Eterno de Dios se hace hombre; como hermosamente lo expresa Juan en el Prólogo de su evangelio, “la Palabra se hizo carne y estableció su tienda en medio de nosotros”.
• En un mundo agobiado por la injusticia y desgarrado por la violencia, anunciar a Jesucristo y acompañar a los hermanos para que lo descubran y lo amen es iluminar lo que está oscuro, es sanar lo que está herido.
• Esta oferta del amor generoso de Dios que nos comunica el profeta Isaías, adquiere unas profundidades muy especiales en el relato del evangelista Mateo sobre el milagro de la multiplicación de los panes. Este texto nos permite conocer los sentimientos del corazón de Cristo: “Vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos”.
• Esta sensibilidad del Señor ante el dolor humano aparece en cada página de los relatos evangélicos. Era una sensibilidad que pasaba a la acción, es decir, iba a la causa profunda de ese sufrimiento y lo sanaba. Su capacidad de sanación del dolor humano estaba dirigida al ser humano visto como un todo integral; Jesús sanaba los cuerpos y los corazones, transformaba el curso de sus vidas y les habría horizontes insospechados de fe, esperanza y amor.
• Este relato de la multiplicación de los panes, además de demostrar la delicadeza del corazón de Cristo, tiene una íntima conexión con la eucaristía. Es como un anticipo de lo que más tarde haría en la Última Cena; los gestos y las palabras de Jesús frente a esta multitud hambrienta son muy semejantes a los de la institución de la Eucaristía.
• Vale la pena que nos detengamos en unos detalles muy significativos de este relato: “Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos”:


- El alimento que nos regala el Señor a través de su Palabra y del Pan eucarístico nutre nuestro espíritu y satisface las necesidades más profundas del ser humano.
- Se da, pues, una articulación entre el texto del profeta Isaías, en el que se invitaba a acercarse a todos los que tenían hambre y sed, y la plenitud del banquete eucarístico al que el Señor personalmente nos invita a compartir.
• Las celebraciones litúrgicas deberían prepararse con cuidado para que los fieles vivan intensamente este encuentro con la Palabra y el Pan de Vida. Lamentablemente, la improvisación es bastante frecuente en las eucaristías dominicales, y lo que debería ser un momento intenso de celebración de la comunidad de fe, es, en realidad, el lamentable espectáculo de unos lectores que no están capacitados para desempeñar este ministerio, unos cantos desentonados y una homilía desconectada de la vida real de los fieles. Así la celebración, en lugar de ser espacio privilegiado para este banquete que nutre a la comunidad y robustece su fe, se experimenta como una obligación carente de sentido.
La generosidad infinita de Dios, que en el texto del profeta Isaías se expresa en una oferta que sería demencial en el contexto de una economía de mercado pero que se comprende dentro de la lógica de la historia de la salvación, nos depara otra sorpresa en el relato de la multiplicación de los panes, donde se preanuncia el regalo maravilloso de la mesa eucarística, en la que el Señor se nos da como alimento.
Jesuitas de Colombia

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