Está visto que Francisco quiere ser el Papa de todos. La anunciada doble canonización, la de Juan Pablo II y Juan XXIII, el próximo abril supone el respaldo a dos maneras de enfocar el Pontificado y gobernar la Iglesia, cara y cruz de la misma durante el convulso siglo XX, con un denominador común: la santidad.
Dos hombres de origen, historia, carácter y política eclesial muy diferentes entre sí pero animados ambos por un apasionado amor a Jesucristo y entrega absoluta a la Iglesia.
Y dos canonizaciones también significativas: La del ‘Papa bueno’ incomprensiblemente demorada, y la del ‘Papa magno’, apresurada. La del ‘Papa del Concilio’, de algún modo provocada, y unida a la de Juan Pablo por voluntad personal del Papa Francisco, para contrarrestar ostensiblemente el significado eclesial del revisionismo del Papa polaco. Y sin duda, ambas deseadas por amplios sectores del Pueblo de Dios, que no piensan exactamente igual. Canonizar significa reconocer virtudes heroicas...
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