Las buenas decisiones emergen de orar profundamente.
En la historia de Marta y María (Lucas 10:38-42), Jesús destaca dos dimensiones que deben ser equilibradas en la vida de un cristiano. Podemos reconocer ese equilibrio en el Papa Benedicto. Por ocho años, él fue disponible siempre a las necesidades de la Iglesia. Luego, cuando su salud declinó, se sintió llamado a dar prioridad a la dimensión contemplativa de su vida. Dijo: “Me siento llamado”: él estaba abierto a escuchar, en su corazón, la silenciosa invitación de Dios. Su decisión de renunciar al Papado, nació de una profunda oración y de su libertad interior.
¿Equilibrio bien mi vida entre las alternativas de Marta y María? ¿Alguna vez me he “sentido llamada/o” por Dios? ¿Guardo el debido silencio en mi interior para escuchar lo que Dios me está pidiendo? ¿O nunca, ni siquiera imagino que soy lo suficientemente importante para que Dios me pida algo? ¿Me apuro a tomar decisiones e ignoro “la pequeña y callada voz” que Elías escuchó en la Montaña? San Ignacio, a pesar de ser un ocupado administrador, nos recomendaba contra tomar cualquier decisión sin antes consultarla con Dios “como un sabio y amante Padre”
Estar abierta/o a cambios significativos, también requiere la libertad interior de Benedicto. “Vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado a menudo” dice Neuman. ¿Soy verdaderamente viva/o y abierta/o a “cosas nuevas” (Isaías 48:6) que poseen el toque de Dios? Finalmente, ¿estoy lo suficientemente fuerte, como estaba Benedicto, para actuar contra las espectativas de los que me rodean, y responder al llamado de Dios?
Gerry Whelan SJ
Espacio Sagrado
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