Este mundo
está construido bajo el signo del dinero.
El dinero tiene todos los derechos.
Las grandes empresas económicas
no retroceden delante de nada,
ni ante la compra de conciencias
ni ante el dolor humano.
Las familias
que antes tenían estabilidad en el campo
han sido atraídas hacia las ciudades
y son devoradas más y más por la industria.
La propiedad
ha sido el primer dios para muchos,
el más intangible de los derechos;
no la propiedad en el sentido cristiano,
sino la propiedad absoluta,
la del derecho romano.
Su causa ha sido elevada a causa religiosa.
Como dice Bernanos:
"Cuando se toca la propiedad
se responde con metralla.
Cuando se toca la justicia
se responde con conceptos filosóficos.
Y hay quienes se escandalizan
de que algunos puedan atreverse
a usar tales conceptos.
El Estado toma sitio preponderante.
Tanto él como la sociedad anónima
son patrones sin entrañas:
son grandes instituciones despersonalizadas
frente a las cuales el obrero es una cifra,
cuyos problemas personales
no cuentan,
cuya individualidad
no es tomada en consideración.
El patrón es un "consejo" inaccesible,
que no ve ni palpa
sino que oye relaciones generales de balance:
entradas, gastos,
aumento de maquinarias,
industrialización progresiva.
Las grandes preocupaciones del productor
no mira el Bien Común
sino el suyo propio:
producir, producir lo más posible,
despertar el apetito de comprar sus productos,
sean o no los primeros en importancia,
abaratar su costo de producción,
ganar lo más posible.
Es la economía del interés,
economía del lucro
al cual todo se sacrifica.
Al clasificar así
el régimen del trabajo,
no miro determinada industria,
ni siquiera determinado país,
ni tampoco considero el capitalismo
como régimen teórico,
sino el capitalismo
como históricamente se ha desarrollado
en los dos últimos siglos.
Padre Alberto Hurtado
Revista Mensaje, octubre de 1952
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