Hace varios años, en una asamblea familiar en el barrio El Consuelo, leímos la parábola del buen samaritano que nos presenta la liturgia este domingo. Después de escuchar el texto bíblico, le pregunté a los presentes qué habían entendido. Una señora bastante mayor tomó la palabra y recapituló el contenido de la parábola diciendo: «Resulta que un hombre iba por un camino y fue asaltado por unos ladrones que lo dejaron medio muerto. Poco tiempo después pasó por allí un sacerdote y al ver al herido, dio un rodeo y siguió su camino. Luego pasó un jesuita e hizo lo mismo. Luego pasó un samaritano y se compadeció del herido, lo curó y lo ayudó». Todos los presentes quedamos impresionados con el excelente resumen que nos había hecho la señora. Lo único que hubo que corregir fue que el segundo personaje que dio un rodeo para esquivar al herido no había sido un jesuita sino un levita. Pequeña diferencia, pero significativa, teniendo en cuenta que yo estaba allí presente...
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